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En los últimos años hemos asistido a la transformación que
en la “Zaragoza de Los Sitios” ha provocado la ejecución del Plan
Integral del Casco Histórico. Dos elementos destacados de tal cambio han
sido la reforma del Paseo de la Independencia y la conversión del popular
Tubo en un moderno centro comercial. En estas páginas vamos a dejar de
lado las consideraciones estéticas, urbanísticas y de funcionalidad para
el tráfico de tales obras y nos centraremos en algunos aspectos hoy un
tanto dejados de lado. Porque ese tópico de que algunos lugares tienen más
historia de la que pueden soportar es válido para la Plaza de España y
sus alrededores.

Plaza de España, Monumento a Los Mártires.
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Allí se alzaba la célebre Cruz del Coso, levantada en el siglo XV en
recuerdo de los cristianos que, durante la persecución de Daciano,
habían sido sacados por la Puerta Cineja y allí mismo martirizados. El
monumento original consistía en un templete con columnas, que sostenía
la cruz en la parte superior de su cúpula. Tras ser destruido durante el
Primer Sitio, fue reconstruido en 1826 y definitivamente demolido en
1835; sus restos aparecieron durante las obras de acceso al nuevo
aparcamiento ahora casi terminado. Y allí tuvo su centro la terrible
lucha con la que los franceses estuvieron a punto de ocupar la ciudad el
4 de agosto de 1808.
Seis duras
semanas
Los combates del 15 de junio fueron una terrible sorpresa para los
soldados de Napoleón, pues habían sido derrotados ante lo que ellos
creían un objetivo prácticamente indefenso. Y su superioridad en el
combate en campo abierto se veía muy mermada al tener que afrontar el
asedio a una ciudad de estrechas e intrincadas callejas en medio del
sofocante calor del verano.
Durante toda la segunda quincena de junio ambos bandos fueron acumulando
medios y organizándose para la lucha, al tiempo que se sucedían las
escaramuzas y duelos artilleros. A final de mes los franceses, mandados
por el general
Verdier,
estaban listos para lanzar un nuevo ataque. Además,
Palafox había sido derrotado el día
21 en Épila, cuando intentaba cortar las líneas de abastecimiento
enemigas. El primer gran asalto tuvo lugar el 2 de julio, tras una
preparación artillera que hizo caer sobre la ciudad más de 1.400
granadas, abriendo grandes brechas en los muros de la Aljafería y el
Portillo. Fue entonces cuando
Agustina
Zaragoza llevó a cabo la gesta que la ha convertido en el símbolo
de la resistencia, contribuyendo así al fracaso del asalto.
Durante todo el mes de julio los franceses se afanaron en sus trabajos de
asedio siguiendo las instrucciones del propio Napoleón,
quien había marcado las prioridades de asalto en torno a la Puerta de
Santa Engracia y la Torre del Pino. Éste era el punto débil de la
defensa, al encontrarse en un saliente y frente a terreno elevado al otro
lado del río Huerva, desde donde se podía hacer fuego con las baterías
de asedio. Tal zona corresponde actualmente con las plazas de Aragón y de
Basilio Paraíso. Al mismo tiempo se sucedían los pequeños ataques de
diversión y la ocupación de puntos de apoyo, todos ellos con escaso
resultado.
Los zaragozanos continuaban con los trabajos de fortificación, talando
los olivares que ocultaban el avance francés y efectuando continuas
salidas con pocos efectivos, un tanto desorganizadas y de escaso provecho.
Al tiempo que comenzaba a notarse la escasez y las penurias en la ciudad,
iban llegando los rumores de la victoria de Bailén (19 de julio), primera
rendición de un ejército napoleónico en combate.

Dirección del ataque francés el 4 de agosto de 1808. |
El
Cuatro de Agosto
El 1 de agosto comienza una nueva y más intensa preparación artillera y
quince mil franceses se preparan para el gran asalto. Durante tres días
continúa el bombardeo, causando pavor entre los habitantes e inmensos
daños en las endebles tapias que circundaban la ciudad. Por fin, el
Cuatro de Agosto al mediodía se produce el ataque a través de las
brechas de Santa Engracia, Torre del Pino y Puerta del Carmen. Los
asaltantes consiguen ocupar algunas casas en los inicios de las calles
Azoque y Santa Engracia, pero son detenidos por las piezas ligeras
enfiladas en el otro extremo, en el Coso. Una vez dentro de la ciudad y
siguiendo las reglas de la guerra,
Verdier exige la rendición con un lacónico mensaje ("Cuartel
General Santa
Engracia: Paz y Capitulación"), pero recibe una respuesta no menos
cortante ("Cuartel General Zaragoza: Guerra a cuchillo").
Finalmente, la explosión de un depósito de municiones español permite a
los franceses alcanzar el Coso por la calle de Santa Engracia, provocando
el pánico entre los defensores, que abandonan masivamente la lucha. El
propio Palafox
deja la ciudad, dándola por perdida, contribuyendo a aumentar aún más
la desbandada. La infantería francesa avanza ordenada y cautelosamente
por el Coso en dirección al Mercado, San Gil y la Magdalena cuando se
producen varios hechos clave:
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En
el Puente de Piedra, el teniente de Caballería
Luciano
Tornos frena la huida plantándose con un cañón ligero con
el que amenaza a los que huyen, consiguiendo que vuelvan a la ciudad
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En
la Magdalena, la vanguardia francesa es atacada a pecho descubierto
por un grupo de monjes, que la frena y causa algunas bajas.
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La
columna que se dirigía al Puente de Piedra entra por la Puerta
Cinegia (actual calle Mártires) en lugar de por San Gil (calle D.
Jaime), siendo detenidos en las callejas del Tubo.
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La
columna dirigida al Mercado comienza a saquear algunas casas y es
detenida por los habitantes, que combaten casa por casa.
Se reinicia en ese momento la lucha generalizada y los invasores deben
retroceder a la zona de San Francisco (Plaza de España) mientras paisanos
españoles se infiltran en la retaguardia enemiga por los tejados,
llevando el combate cuerpo a cuerpo a zonas ya ocupadas y a las puertas de
la ciudad. Al final del día, los franceses tienen 462 muertos y 1.505
heridos (un 15% del total de sus fuerzas), habiendo conseguido introducir
una estrecha cuña en el centro del recinto, pero encontrándose
completamente rodeados por los defensores.
Los días siguientes, la situación continúa estabilizada, con escasos
avances, pues los franceses tenían que ocupar las habitaciones una por
una, a través de agujeros abiertos en paredes y techos. La lucha es
agotadora, en medio de un calor agobiante, y desanima a los franceses, no
acostumbrados a este tipo de combate. Finalmente, el 14 de agosto se
produce la rápida marcha de los ocupantes, tras hacer estallar una gran
mina en Santa Engracia e incendiar el convento de San Francisco,
abandonando numerosos víveres, municiones e incluso armamento pesado. Verdier se dirige a Tudela para asegurar el flanco izquierdo del
repliegue general francés hacia el Norte, como consecuencia de la derrota
de Bailén y el desembarco de Wellington
en Portugal
La
Plaza de España
La
principal vía de penetración francesa aquel trágico día fue la calle
Santa Engracia, que iba en línea casi recta desde la iglesia del mismo
nombre hasta la Plaza de España. Por tanto, coincide en parte con el
actual trazado del Paseo de la Independencia, si bien distaba mucho de
tener la anchura de éste. De hecho, en uno de los dibujos realizados por
Gálvez y Brambila en octubre de 1808 se puede apreciar su angostura,
flanqueada como estaba por las moles del gran convento de franciscanos y
del afamado Hospital General de Nuestra Señora de Gracia.
Vista
de la Calle del Coso. De
la serie Ruinas de Zaragoza.
Fernando Brambila y Juan Gálvez.
Vista
desde el actual Teatro Principal, mirando hacia la Plaza de España. Se
ven la iglesia del Hospital de Nuestra Señora de Gracia (hoy Banco de
España), con una espadaña culminada por un nido de cigüeñas, La torre
más alta corresponde a la iglesia del convento de San Francisco. Entre
ambos edificios se adivina el arranque de la estrecha calle de Santa
Engracia. A la derecha aparecen las ruinas de la Cruz del Coso, situado
frente a la actual calle Mártires.
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En el centro de la actual Plaza de España, y en el mismo lugar donde
estuviera ubicada la legendaria
Cruz
de Coso (destruida por un disparo de cañón francés el 10 de
agosto de 1808), se alza el
Monumento
a los Mártires de la Religión y de la Patria. El pedestal
almenado en piedra es de Ricardo Magdalena y está cuminado por la figura
en bronce de la Fe sosteniendo a un defensor herido, sin fuerzas ya para
empuñar el fusil caído a sus pies. Se trata de una obra de Agustín
Querol, uno de los más afamados escultores de comienzos del siglo XX y
autor asimismo del Monumento a Los Sitios. Se da la circunstancia de que
el artista regaló su trabajo a la ciudad, quizá por haber reutilizado un
modelo anterior. Y es que nuestro monumento zaragozano tiene “un hermano
mayor” nada menos que en el cementerio de Colón, en La Habana (Cuba).
Corona el mausoleo dedicado a las víctimas del incendio en la
ferretería Isasi y fue inaugurado por el Capitán General Valeriano
Weyler el 22 de julio de 1897. En la prensa de la época se describía el
grupo escultórico como «La
Fe conduciendo a la inmortalidad las víctimas del deber».
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La
Ilustración Artística. En
su número 520 (14-diciembre-1891), daba cuenta del “Mausoleo que ha de
erigirse en La Habana en honor de las veintiocho víctimas del incendio
ocurrido en aquella ciudad el 17 de mayo de 1890. Obra de los Sres. D.
Agustín Querol, escultor, y D. Julio Zapata, arquitecto, que obtuvo el
primer premio en el reñido concurso verificado en dicha capital”. Y en
el número 641 (1894) aparece la explicación, junto con el detalle de que
es un “grupo alegórico de 6 metros que corona el Mausoleo a los bomberos próximo a erigirse en la ciudad de La
Habana”.
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Alrededor del torreón alto del basamento, entre palmas de victoria y
martirio, la inscripción recuerda en latín a
los innumerables mártires por la Fe y por la Patria. La ciudad quiso
así recuperar la memoria de los mártires por la fe cristiana, a la vez
que exaltaba a los heroicos combatientes de los Sitios en tan sangriento
escenario de batalla. En su escabel una placa en bronce recuerda que el
conjunto se levantó por acuerdo de la Real Sociedad Económica Aragonesa
de Amigos del País por suscripción
pública y que se inauguró
solemnemente el 23 de octubre de 1904. Todo un ejemplo de iniciativa
ciudadana que deberíamos imitar ahora que se acerca el Bicentenario de
Los Sitios.
Nada queda del antiguo
Convento
de San Francisco. Unos meses después de la Capitulación, las
ruinas que aún se conservaban en pie tras las voladuras hubieron de ser
derribadas. Quedó utilizable parte del claustro, que no fue
definitivamente abandonado por los religiosos franciscanos hasta 1818. En
una parte de su solar se construyó entre 1854 y 1857 la actual Diputación
Provincial, en cuya fachada podemos leer en una placa que Aquí
fue desde el mismo siglo XIII el Convento de Frailes Menores que dio
nombre a esta Plaza de SAN FRANCISCO.
Dentro del edificio de la
Diputación
Provincial tenemos la oportunidad de admirar varios cuadros
relacionados con Los Sitios. En el vestíbulo encontramos tres importantes
lienzos: El Juramento de los
defensores de Zaragoza en la Plazuela del Carmen de Nicolás Ruiz de
Valdivia, la Agustina de Aragón de Marcos Hiráldez de Acosta y una dinámica Manuela
Sancho, obra de E Jiménez Nicanor. En los pasillos interiores hay
algunos grabados de Gálvez y Brambila. En el Palacio de Sástago podemos
admirar en una escalera El tío Jorge de M. Alonso y en el Salón de Tapices un óleo de la
Condesa de Bureta (de A. Aramburo) en actitud cortesana, pacífica,
sin armas ni cadáveres alrededor. Paralelo a éste encontramos una
reproducción del Palafox de
Unceta (cuyo original se halla en el Ayuntamiento). El techo de la misma
sala muestra una alegoría de la heroicidad zaragozana y de algunos de sus
más importantes personajes.
Como resultado de la destrucción sufrida durante el Primer Sitio, el
Hospital
General hubo de ser trasladado al Hospital de Convalecientes,
donde hoy sigue, aunque es más conocido como “el Provincial”. Allí
se conservan algunos ornamentos y útiles, pero nada lo recuerda en su
emplazamiento original. Sobre su solar se alzó el Banco de España, sin
que quede más vestigio conocido que unas bóvedas del sótano,
estupendamente rehabilitadas y visitables en la tienda CASA.
Ahora que las reformas de Puerta Cinegia, el Casino Mercantil, el Pasaje
de los Giles y el Plata están
dando una nueva y atractiva cara a la calle Cuatro de Agosto, no estaría
de más recuperar alguna de las gloriosas páginas aquí esbozadas. Entre
tantos millones invertidos en ladrillos no sería un disparate dedicar
unos euros a la Historia. Podría comenzarse por la colocación de una
placa que recuerde que el nombre de la calle se debe a que fue el punto de
máxima penetración francesa en aquel día de calor y sangre.
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