|
|
|
FT
|
FP
|
1809
|
Enero
|
15
|
532
|
365
|
|
Febrero
|
1
|
511
|
216
|
|
Febrero
|
4
|
354
|
162
|
|
Febrero
|
11
|
344
|
114
|
|
Febrero
|
15
|
335
|
99
|
El
13 de febrero tenía el batallón su hospital en la
casa de Aytona, con cincuenta y seis heridos.
El sábado
18 de febrero se produjo el asalto y toma del
Arrabal por los franceses; ese mismo día, y en un
intento desesperado por salvar dicho punto, se nombró
a Warsage jefe supremo de la defensa del mismo, pero
cuando cruzando a caballo el puente de Piedra se
dirigía hacia el Arrabal, ¿con su batallón de
guardias walonas?, fue destrozado por una bala de cañón,
a consecuencia de la cual murió al día siguiente
en su casa de la calle de San Pablo.
Los
escasos restos del batallón capitularon, con el
resto de la guarnición, el martes 21 de febrero.
Vestuario
y equipo
En
1808 usaban los tres batallones de guardias walones
uniformes idénticos entre sí, consistente en
bicornio negro, ribeteado de galón blanco, con
escarapela roja ribeteada de negro y presilla blanca
con botón de plata; casaca y calzón azul turquí,
con cuello también turquí y solapas, vueltas y
forro de los faldones rojo; en las vueltas y solapas
lleva sardinetas blancas, con botones plata,
agrupadas de dos en dos (los guardias españoles las
llevaban de tres en tres); chaleco rojo con vivos
blancos y polainas altas blancas.
Las
compañías de granaderos usaban el mismo uniforme,
pero con morrión de pelo negro con la manga roja,
bordada.
Los
sargentos llevaban un galón plata en las vueltas y
cuello, charreteras en ambos hombros y carecían de
sardinetas en las vueltas y solapas.
Los
oficiales usaban uniforme como los sargentos,
variando las insignias de su empleo y añadiendo un
galón plata en el canto de las solapas.
Todos
usaban bandoleras blancas, salvo los oficiales, que
las tenían carmesís con vivos de plata.
El
batallón formado en Aragón, como continuación del
segundo, capturado en Barcelona, continuó usando su
mismo uniforme.
En
cuanto a su bandera se sabe que careció de ella
hasta enero de 1809, si bien usó de forma
provisional en el Hospital de Convalecientes una
roja con la inscripción «O VENCER O MORIR POR
FERNANDO VII».
En
el Museo del Ejército (Madrid) se conserva una
bandera, devuelta por Francia en 1823, que, al
parecer, perteneció entre enero y febrero de 1809
al batallón de Walonas de Aragón hasta su captura
el día 21. Es de tafetán azul con las armas de
España, castillos y leones, sobre el cruce del aspa
de Borgoña y debajo del escudo la cifra F. VII. Sólo
tiene escudos en los extremos de uno de sus brazos,
ostentando en su campo, bajo corona real, el
superior las barras de Aragón y el inferior las
iniciales C.W.S.
REGIMIENTO
DE LOS SUIZOS DE ARAGÓN
En
mayo de 1808 existían seis regimientos de
mercenarios suizos al servicio del Rey de España,
con las siguientes denominaciones y destinos:
regimiento número 1 Wimpffen (Tarragona), número 2
Reding Joven (Madrid), número 3 Reding Senior (Málaga),
número 4 Betschartd (Baleares), número 5 Traschler
(Cartagena) y número 6 Preux (Madrid).
Al
producirse el levantamiento los números 2 y 6
pasaron a servir en el ejército francés; los números
3, 4 y 5 continuaron fieles a España, y el número
1, si bien en un principio quedó indeciso,
finalmente continuó fiel a España.
A
lo largo del primer sitio de Zaragoza fueron dos las
partidas de suizos que acudieron en auxilio de la
sitiada ciudad. La primera de ellas estaba compuesta
por un capitán, un teniente y setenta y nueve
soldados, mandados por don Adrián Walquer,
pertenecientes al regimiento número 6, del cual habían
desertado al verse forzados a combatir en las filas
napoleónicas.
Esta
partida acudió a Calatayud en los primeros días de
junio, siendo acogidos por el barón de Warsage, don
José l'Hotellerie Fernández de Heredia, que les
incluyó en su «Brigada de vanguardia del ejército
de Aragón», con la cual operó en la frontera de
Castilla y defendió los molinos de pólvora de
Villafeliche. El jueves 23 participó en la batalla
de Epila y el viernes 1 de julio, a las seis de la
tarde, entró en la sitiada Zaragoza con Palafox en
persona a su cabeza.
Una
vez en la plaza fueron destinados a guarnecer la
Torre del Arzobispo, edificio aislado situado a unos
cientos de metros del Arrabal. El 11 o 12 de julio
fue tomada la Torre por los franceses, retirándose
los suizos al Arrabal, pero el 29 cooperó en su
reconquista, volviendo a defenderla hasta el
levantamiento del sitio, el 13 de agosto, contando
en dicha fecha con ochenta y cuatro hombres armados
con setenta y un fusiles.
Mientras
esta partida defendía Zaragoza, otra bastante
mayor, compuesta por trescientos sesenta y un
hombres del regimiento suizo número 1, procedentes
de Tortosa (Tarragona) y mandados por don Esteban
Fleury, pretendía unirse también a la defensa y el
8 de agosto dirigieron a Palafox, desde Escatrón,
el siguiente escrito:
Don Esteban Fleury se halla en Escatrón, camino de
Ricla, de donde pasará a Zaragoza con algo más de
trescientos suizos de la división de Tortosa
procedentes de Cataluña; sólo llevan veinte
cartuchos por soldado y piden instrucciones.
Don
Manuel Lasala Valdés, en su libro Obelisco
histórico, supone que esta fuerza entró en
Zaragoza el 9 de agosto, pero ello no fue posible
hasta, por lo menos, mediados del mes, es decir, una
vez levantado el asedio, pues de lo contrario
aparecería reflejada en el estado general de
fuerzas del 13 de agosto y no lo está.
El
lunes 22, reunidas ambas partidas, salieron de
Zaragoza en persecución de los franceses, hasta que
el 27, en Sangüesa, tuvo lugar un pequeño choque,
tras el cual cesó la persecución y regresaron a
Zaragoza, contando entonces con trescientos ochenta
y siete hombres entre ambas.
El
22 de septiembre se hallaban en Ejea, sumando un
total de ochocientos hombres, gracias a la
incorporación de nuevos suizos, extranjeros y
desertores (sobre todo alemanes y polacos), y en
vista de este espectacular aumento escribió Fleury
al general Palafox proponiéndole la creación de un
«Regimiento
de Suizos de Aragón»; el original de dicha
carta se conserva en el archivo Palafox y su trascripción
completa es la siguiente:
22
de septiembre de 1808. Ejea.
Ayer
por la mañana me incorporé al ejército con los
demás suizos, formando un total de ochocientas
plazas. La perspectiva nuestra es favorable. Todos
los suizos y alemanes que se hallan en los
diferentes cuerpos del ejército hacen pretensiones
para entrar en el nuestro, alegan el idioma y las
costumbres. Además, los suizos y alemanes del ejército
francés, sabiendo que existe inmediato a ellos un
cuerpo formal que los recibirá con agrado,
determinan la intención que pudieran tener de
separarse de la nación que los oprime.
En
la última capitulación (1804) por la cual los
regimientos suizos españoles se rigen, cada compañía
de fusileros tendrá por doscientas plazas, y la
experiencia ha demostrado que el capitán tiene suma
dificultad de conocer con propiedad cada individuo
de su cargo, de allí resulta la opresión de muchos
y la mengua del amor natural que tienen a las armas.
Estas
observaciones que no multiplico por no distraer las
preciosas preocupaciones de V.E. me ha determinado
de llamar a todos mis estimados compañeros y antes
de haber hablado hallé que sus opiniones se
hallaban conforme a las mías. En consecuencia
determinamos de proponer
a V.E. la formación de un Regimiento o Legión de
Suizos, compuesto de dos batallones de a cuatro
compañías cada uno. Estas compañías ya por la
fuerza efectiva que hay pasarán de cien plazas, que
serán mandadas por un capitán, un teniente y un
subteniente, proporción adecuada al sistema de
muchos tácticos que he leído.
Mañana tendré el honor de remitir a V.E. un
proyecto de capitulación o convenio que sancionado
por V.E. con las modificaciones que fuesen de su
agrado sirva de norma al regimiento. Acompaño el
estado de organización y las propuestas de empleos
con la nota de las vacantes que resultaran,
necesitando más tiempo para poder conocer los
sargentos que pueden merecer el empleo de oficial.
Hallándose tan inmediatos los enemigos una pronta
organización es urgentísima.
Dios
guarde a V.E. muchos años. Ejea, 22 septiembre
1808.
Excmo.
Sr. Esteban Fleury.
Esta
propuesta fue del total agrado del general y a
finales del mismo mes pudo pasar el regimiento su
primera revista, con unos efectivos de seiscientos
sesenta y seis hombres, de los que cien eran españoles,
repartidos en dos batallones de a cuatro compañías
y con su plana mayor, compuesta por un coronel (don
Esteban Fleury), un ayudante (don Adrián Walquer),
un abanderado (pese a que por la ordenanza de 1802
debiera haber dos), un capellán y un cirujano.
El
nuevo regimiento quedó integrado dentro de la
división O'Neille, por lo que parece lógico,
aunque no he podido confirmarlo, que se hallase en
la batalla de Tudela, el miércoles 23 de noviembre,
regresando después a Zaragoza.
El miércoles
21 de diciembre volvieron a aparecer los franceses
ante Zaragoza, intentando su toma por asalto. El
regimiento de los Suizos guarnecía en esa fecha la
Torre del Arzobispo, edificio aislado situado a unos
centenares de metros del Arrabal, que fue asaltado
por la división francesa de Gazán, la cual, tras
un duro combate en el que Fleury resultó herido, dándosele
momentáneamente por muerto, y en el que, según la
«Gaceta», el regimiento quedó reducido a sólo
trescientos hombres, les forzó a abandonar dicho
punto, replegándose al Arrabal.
En
revista del 29 de diciembre dio unos efectivos
totales de cuatrocientos noventa y seis hombres (dos
capitanes, dos tenientes, un subteniente, quince
sargentos, veintiocho cabos, un tambor y
cuatrocientos cuarenta y cinco soldados), lo cual
difiere de lo dicho por la «Gaceta» el día 21.
El
sábado 31 de diciembre se llevó a cabo una salida
de los defensores contra las trincheras enemigas de
la Bernardona; en la misma tomaron parte doscientos
sesenta y ocho suizos, mandados por don Esteban
Fleury, que, como dice el parte de Butrón, «aunque
no restablecido de la contusión que recibió en el
Arrabal, se presentó para tener parte en la gloria
de ese día». Palafox les concedió como recompensa
el distintivo de una cinta roja en su solapa.
El
domingo 1 de enero de 1809 contaba el regimiento con
una fuerza total de cuatrocientos noventa y seis
hombres, de los que sólo trescientos sesenta y uno
se hallaban disponibles para las armas, teniendo su
cuartel en la Aduana Vieja (situada en lo que hoy es
confluencia de la calle Palafox con la plaza de San
Bruno) y hallándose destinado, en su mayoría, en
el Arrabal.
Los
días 10 y 11 de enero guarneció el convento de San
José, a las órdenes de Renovales, retirándose
antes de su toma definitiva.
El
sábado 21 de enero resultó herido Walquer y como
Fleury también lo estaba, asumió el mando del
regimiento el coronel don Pablo Casamayor,
experimentado ya en el mando de tropas extranjeras
(fue apresado por los franceses en el Coso Bajo el
16 de febrero).
Aproximadamente
en esos días cambió su cuartel al «Cuartel de la
Estrella» (se hallaba en la desaparecida calle de
Santa Fe, perpendicular a la calle Azoque), que con
anterioridad había sido cuartel de la compañía de
fusileros de Aragón.
Según
un estado de fuerzas del 5 de febrero contaba con
una fuerza total de trescientos treinta y siete
hombres (un coronel, tres capitanes, cuatro
subtenientes, catorce sargentos, veintiséis cabos,
tres tambores y doscientos ochenta y seis soldados),
de los cuales cincuenta y seis se hallaban en la
Misericordia y la Magdalena y el resto en el
Arrabal.
Durante
la noche del viernes 10 al sábado 11 de febrero de
1809, cuando ya empezaba a verse claro el próximo
final del asedio, se produjo la deserción y
consiguiente pase a las líneas francesas de un
número indeterminado de suizos que defendían en el
Arrabal.
El barón
Lejeune (testigo directo de los sitios y ayuda de
campo del mariscal Lannes) habla en sus memorias del
pase de «unidades enteras de suizos»;
afortunadamente, en el Archivo Palafox se conserva
el parte de fuerzas del regimiento correspondiente
al día 11, en el cual se han restado ya los
desertores, dando una fuerza de doscientos ochenta y
ocho hombres (un coronel, tres capitanes, tres
subtenientes, catorce sargentos, veintidós cabos,
tres tambores y doscientos cuarenta y un soldados),
con lo que, teniendo en cuenta el parte del día 5,
ya copiado, resulta que esas «unidades completas»
fueron a lo sumo cincuenta hombres. iUna compañía
con sus efectivos algo mermados!
Casi
simultáneamente a este lamentable suceso se estaban
produciendo otros en los que el coronel Fleury dio
inequívocas muestras de un valor y fidelidad a
España bien diferentes de los demostrados por los
desertores del Arrabal. Como ya he dicho antes,
Fleury resultó herido en los combates del 21 de
diciembre y desde entonces se hallaba convaleciente
en el convento de San Francisco (sobre cuyo solar se
levanta hoy la Diputación Provincial), cuando a las
tres de la tarde del viernes 10 de febrero hizo
explosión bajo el mismo una mina u hornillo de
3.000 libras; esta explosión fue tan violenta que
sepultó a una compañía completa de granaderos del
segundo regimiento de Valencia e hizo volar por los
aires la mayor parte del convento.
Cuando
apenas se había disipado la densa nube de polvo
levantada por la explosión se lanzaron los
franceses al asalto de las ruinas, hallándose con
la sorpresa de que Fleury con algunos otros
supervivientes había ocupado la torre,
milagrosamente mantenida en pie, dedicándose desde
ella a hostigarles con disparos y con el lanzamiento
de ladrillos y tejas sueltas. Allí resistieron
durante dos días, hasta que el 12 fue tomada por
los franceses a punta de bayoneta y, tras una
pequeña batalla en el reducido espacio de la misma,
lograron arrojar al vacío los cuerpos del heroico
Fleury y de sus valientes compañeros.
La
división francesa del general Gazan, encargada
desde el 21 de diciembre de la toma del Arrabal,
realizó diversas obras de aproximación al mismo
entre los días 14 y 17 de febrero y el sábado 18
abría fuego sobre él con cincuenta y dos piezas de
diversos calibres, lanzándose después al asalto
por las brechas practicadas. La resistencia fue
heroica, pero inútil, ya que ese mismo día quedó
todo el Arrabal en poder de los franceses, que
tomaron en dicha operación diecisiete cañones, dos
mil quinientos prisioneros y cinco banderas.
Lejeune
en sus memorias da la cifra de quinientos suizos
apresados en la toma del Arrabal, pero la misma es a
todas luces exagerada, ya que si el 11 de febrero
contaba el regimiento con sólo doscientos ochenta y
ocho hombres, y de ellos unos cuarenta se hallaban
enfermos o heridos en su
hospital de la Magdalena (cuarenta y cuatro el día
13) y otros aproximadamente cincuenta continuaban
destinados en la Misericordia y la Magdalena,
malamente pudieron ser quinientos los apresados,
sino a lo sumo ciento noventa o doscientos.
Los
escasos restos del regimiento que no cayeron en el
Arrabal, es decir, los enfermos, heridos y los
cincuenta o cincuenta y seis destacados en la
Magdalena, capitularon con el resto de la guarnición
el martes 21 de febrero.
Vestuario
y equipo
En
1808 los seis regimientos suizos al servicio de
España usaban uniformes casi idénticos entre sí,
diferenciándose los cinco primeros únicamente en
el número del regimiento que figuraba en sus
botones, y el sexto en algunos detalles del cuello y
vueltas que luego explicaré.
Consistía
dicho uniforme en un bicornio negro con escarapela
roja (con pequeñas llamas blancas), presilla blanca
con botón plata y borlitas encarnadas en ambas
puntas; casaca azul turquí con solapas, vueltas y
forro de los faldones rojos con vivos blancos;
cuello rojo con ojal azul a cada lado y botón plata
para los cinco primeros regimientos y azul para el
sexto; portezuelas de las vueltas azules en los
cinco primeros y rojas en el sexto, en ambos casos
con cuatro botones; los bolsillos de los faldones
son verticales, viveados en blanco con tres botones
en cada uno de ellos; chaleco y calzón blancos y
polainas altas negras.
Es
de suponer, teniendo en cuenta la similitud de
uniformes de los seis regimientos suizos y las
circunstancias del momento, poco apropiadas para la
confección de nuevos uniformes, que el regimiento
suizo de Aragón continuase usando los uniformes de
sus regimientos de origen, añadiéndoles, tal vez,
algún pequeño distintivo.
En
el archivo de Palafox únicamente he hallado una
nota relativa al vestuario de este batallón fechada
el 28 de noviembre de 1808 y que se refiere al
número de individuos, de los aproximadamente
quinientos con que contaba éste, que se hallaban
sin vestuario:
Un
capitán, tres tenientes, un subteniente, un
sargento, dos sargentos segundos, quince cabos y
ciento cuarenta y un soldados. Total, ciento sesenta
y cuatro hombres.
Los
individuos de este estado se hallan sin vestuario,
motivo de haber salido de los hospitales y los
restantes de haberse incorporado de los dispersos
del ejército.
COMPAÑÍA
DE CAZADORES PORTUGUESES
Para
poder comprender mejor el origen de esta compañía
hemos de remontarnos a 1807. El 19 de noviembre de
dicho año el general francés Junot cruzó la
frontera de España con Portugal al mando de un
ejército de veintiocho mil hombres, iniciando así
la fulgurante invasión del país vecino. El 29 del
mismo mes logró embarcar toda la familia real
portuguesa hacia Brasil, salvándose así casi
milagrosamente de ser apresada por Junot, que entró
en Lisboa al día siguiente, con lo que Portugal
quedaba sometido al imperio napoleónico.
Como
Junot apenas tenía confianza en la fidelidad del
ejército portugués al nuevo gobierno intruso,
decretó, de acuerdo con Napoleón, una reforma por
la que se redujo el ejército y organizó nuevos
cuerpos con los que, por orden
del 16 de enero de 1808, se formó en Salamanca
(España) la llamada «Legión Portuguesa».
En
mayo partió la Legión hacia Valladolid y de allí
a Burgos, en donde recibió orden de marchar a
Bayona; entonces los
soldados portugueses, viendo que les obligaban a
servir a la causa napoleónica, comenzaron a
desertar en masa, intentando regresar a
Portugal. Sólo dos tercios de su fuerza inicial
llegaron a Francia, siendo de allí enviados a
combatir a Alemania, Austria y Rusia, exceptuando un
pequeño contingente que, por el momento, combatió
en España a las órdenes de Verdier.
El
general Palafox, pensando en estos desertores
portugueses y en otros extranjeros que, semiforzados,
combatían en los ejércitos napoleónicos, incluyó
el siguiente artículo a ellos referente en una de
sus primeras proclamas, la del 31 de mayo de 1808;
dice así:
Artículo,
6.-Que se admita en Aragón y trate con generosidad
propia del carácter español a todos los desertores
del ejército francés que se presenten,
conduciéndoles desarmados a esta capital, donde se
les dará partido entre nuestras tropas.
El
sábado 18 de junio, tres días después de la victoria de las Eras del Rey,
se presentó
en Zaragoza el cadete de caballería don Felipe
Senillosa (Senillos, según A. Ibieca) con cincuenta
portugueses que, en Bayona, habían logrado
desertar de la Legión (F. Casamayor da la cifra
exagerada de ochenta portugueses).
En el
Museo Romántico (Madrid) se conserva un curioso
certificado, escrito y firmado por el general
Palafox, el 30 de septiembre de 1821, en el que
explica cuáles eran sus intenciones y opinión
acerca de los desertores portugueses. De él
extraigo los siguientes párrafos:
... hallándome
en Zaragoza al principio de nuestra gloriosa
revolución en el año de 1808, nombrado Capitán
General del Ejército y Reino de Aragón por
aclamación unánime del pueblo y confirmado después
por el mismo reunido en Cortes, consideré lo utilísimo
que era a la causa sagrada de la Patria, que con
tanto heroísmo se acababa de emprender, el distraer
del ejército enemigo todo el número de oficiales y
demás individuos portugueses que se manifestaban
exasperados y violentos en las banderas del
usurpador. Para alentarlos más en favor de las
nuestras y estimular a su separación de dicho ejército
enemigo, recuerdo que ofrecí para ello a los que se
presentaban fugados, en nombre de la nación y del
Rey, el abono de servicios que justificasen haber
contraído en su país; y visto lo útiles que
fueron entre nuestros valientes, aunque nuevos,
soldados, aquellos bizarros militares que tan
completamente llenaron mis deseos, juzgo muy justa
su reclamación de que se cumpla el pacto que con
ellos se contrajo ...
Con
este primer contingente se formó en Zaragoza una
compañía denominada «de Cazadores Portugueses»,
cuyo mando fue encomendado al recién ascendido a
teniente Senillosa, pasando a guarnecer, junto con
las compañías de Cerezo, el castillo de la Aljafería,
entonces situado fuera de los muros de la ciudad,
frente a la puerta del Portillo.
El
sábado 25 de junio llegó al campo francés el
general Verdier
con su división de refuerzo, compuesta por los
batallones de marcha cuarto y séptimo, el catorce
regimiento provisional y dos
unidades de la Legión Portuguesa, el quinto
regimiento de infantería portuguesa y el primer
batallón de cazadores. Con la llegada de estas
dos unidades portuguesas comenzaron a ser frecuentes
las deserciones de portugueses, que aprovechaban
la mínima ocasión para pasarse a las filas de los
sitiados, incluyéndoseles en la compañía de
cazadores ya formada. Estas deserciones incitaron a
los franceses a intentar, valiéndose de ellas, una
entrada a traición en la plaza: fue el miércoles
13 de julio cuando se pasaron a nuestras filas siete
portugueses, los cuales avisaron de que una columna
de doscientos compatriotas suyos querían hacer lo
mismo, pero los defensores desconfiaron, con razón,
de la honestidad de sus intenciones, por lo que se
les ahuyentó, negándoseles el acceso a la plaza.
La compañía
continuó durante todo el primer sitio guarneciendo
el castillo, efectuando únicamente alguna pequeña
salida, ya para el derribo de tapias, ya para
desalojar al enemigo de los caseríos. La principal
salida en que participó fue en la del viernes 29 de
julio, en el Arrabal, logrando desalojar a los
franceses de la Torre del Arzobispo.
Según
el «Estado general de fuerzas» del sábado 13 de
agosto, día en el que los franceses levantaron el
asedio, contaba la compañía con sesenta y dos
hombres, armados con igual número de fusiles.
El
19 trajeron los paisanos de Pedrola a tres oficiales
portugueses y cincuenta soldados (¿también
portugueses?) presos, que en la retirada de Zaragoza
habían desertado de las filas francesas y se
dedicaban a robar en el sector de Pedrola;
naturalmente, estos desertores no fueron admitidos
en la compañía, sino que pasaron a la cárcel de
la ciudad y a finales de noviembre fueron llevados,
con los demás prisioneros, al castillo de Monzón.
A
comienzos de octubre ordenó Palafox la creación de
un nuevo
batallón «de Walonas de Aragón», en el cual quedó
refundida la compañía de portugueses. Según
un estado del 13 de noviembre en dicha fecha existían
nueve sargentos, un cabo y veinticinco soldados
portugueses, todos en la cuarta compañía.
A finales
de ese mismo mes se ordenó su pase al «Batallón
de Fernando VII», pero antes de que se efectuase
fue anulada por otra nueva, por la que deberían
pasar al «Regimiento del Infante Don Carlos»; esta
nueva orden tampoco fue cumplida, al menos
totalmente, ya que varios portugueses continuaron
combatiendo de por libre hasta la capitulación de
la ciudad, el 21 de febrero de 1809, tal y como
demuestran estas dos notas existentes en el archivo
de Palafox:
- 15
de febrero: En el Huerto del Oficio hay dieciséis
portugueses
armados que no se han unido al regimiento del
Infante.
-
20
de febrero: En la Misericordia hay un cabo y cuatro
soldados portugueses que deberían haberse unido al
Infante Don Carlos.
COMPAÑIA
DE TIRADORES EXTRANJEROS DE D. PABLO CASAMAYOR
En
una de sus primeras proclamas, la del 31 de mayo de
1808, se ocupó Palafox de los posibles desertores
que, como consecuencia de la variopinta composición
de los ejércitos napoleónicos, podían pasarse a
las filas españolas; decía así:
Que se
admitan en Aragón y trate con la generosidad propia
del carácter español a todos los desertores del ejército
francés que se presenten, conduciéndoles
desarmados a esta capital, donde se les dará
partido entre nuestras tropas.
Consecuente
con este decreto encargó el 1 de junio a don Pablo
Casamayor Pérez, teniente del primer batallón
ligero de voluntarios de Aragón, recién llegado a
la ciudad procedente de Madrid, la formación de una
compañía de tiradores con todos los extranjeros
residentes en la ciudad, franceses en su mayoría, y
desertores que prestasen juramento de fidelidad y se
comprometiesen a servir con las armas; simultáneamente
se le ascendió a capitán.
Pese
a los buenos deseos de Palafox, la población no se
hallaba dispuesta a confiar en los franceses, aunque
éstos fuesen opuestos a la causa napoleónica y
residentes en la ciudad desde años antes, por lo
que en la tarde y noche del 9 de junio se mandó
reunir a todos los franceses residentes en la
ciudad, tanto radicados como sirvientes, llegando a
sumar ciento sesenta, que fueron conducidos al
castillo de la Aljafería y a la cárcel, para
evitar que el exaltado pueblo los ultrajase. El 13
pasaron al Hospital de Convalecientes (hoy de
Nuestra Señora de Gracia) y el 7 de julio se les
trasladó a las salas de la Real Academia de San
Luis, en donde permanecieron hasta la conclusión
del asedio.
La
compañía de Casamayor, debido a las circunstancias
narradas, no quedó organizada hasta inicios de
julio, apareciendo ya citada en el estado de fuerzas
del día 10. Formaron parte de ella al menos treinta
y cinco franceses residentes en, la ciudad, que tras
superar no pocas desconfianzas lograron alistarse en
la misma; algunos aventureros venidos ex profeso a
Zaragoza, como el prusiano Andreas Schepeler, que en
1826 publicó sus memorias, y algunos desertores no
portugueses, pues éstos tenían su propia compañía.
Pese a lo
dicho por Palafox, no todos los desertores fueron
admitidos en las filas españolas, pues, por
ejemplo, un teniente coronel, un oficial y cinco
soldados desertores fueron enviados presos al
castillo de Monzón el 9 de julio. Sí lo fueron en
cambio dos rusos, pasados el 17 de julio, y unos
franceses, pasados el 22.
Esta
compañía participó en varios combates, destacando
su intervención del 4 de agosto, cuando lograron
detener y poner en fuga a la columna francesa que
bajando por el Coso intentaba tomar la plaza de la
Magdalena.
Tuvo
su cuartel en el convento del Carmen hasta el 4 de
agosto, en que se trasladó a los vados.
El
13 de agosto, día en que los franceses levantaron
el sitio, contaba con noventa hombres armados con
noventa fusiles, apareciendo citada a partir de
entonces, indistintamente, como compañía
de Casamayor o compañía de Cazadores Walones.
Fue
integrada en la división de O'Neille y en el estado
del 5 de septiembre figuran como jefes, por motivos
que desconozco, el capitán don Antonio Pizarro y
don Manuel Felis de Cannus Herrero, volviendo a
figurar Casamayor a finales de mes.
En octubre
quedó la compañía disuelta y sus miembros
refundidos en el nuevo batallón de Walonas de Aragón.
Casamayor pasó al regimiento de los suizos y el 16
de febrero de 1809 fue herido y apresado por los
franceses en el Coso, logrando después fugarse para
volver a ser capturado en Tortosa en 1811; murió en
octubre de 1860, siendo el brigadier más anciano
del ejército.
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