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D. BENITO PÉREZ GALDÓS

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VIDA Y OBRAS

Benito Pérez Galdós nació el 10 de mayo de 1843 en Las Palmas de Gran Canaria y murió el 4 de enero de 1920 en Madrid. Fue un novelista, dramaturgo y cronista español, considerado uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX. Su obra incluye cerca de 100 novelas, casi 30 obras de teatro, y una colección importante de cuentos, artículos y ensayos.
Entre sus obras más destacadas se encuentran las «Novelas españolas contemporáneas», un ciclo espiritualista que abarca novelas como «Ángel Guerra», «Tristana», «La loca de la casa», «Torquemada en la cruz», «Torquemada en el purgatorio», «Torquemada y San Pedro», «Nazarín», «Halma», «Misericordia», «El abuelo» y «Casandra».

Además, escribió la serie de novelas históricas conocidas como «Episodios Nacionales», que consta de veinte novelas enlazadas por las aventuras folletinescas de su protagonista. Esta serie comenzó con la batalla de Trafalgar en 1873 y continuó hasta 1912, incluyendo títulos como «El equipaje del rey José», «Memorias de un cortesano de 1815», «Zaragoza«, «La segunda casaca», «El Grande Oriente», «7 de julio», «Los cien mil hijos de san Luis», «El terror de 1824», «Un voluntario realista», «Los apostólicos», «Un faccioso más y algunos frailes menos», «Las tormentas del 48», «Narváez», «Los duendes de la camarilla», «La revolución de julio», «O’Donnell», «Aita Tettauen», «Carlos VI en la Rápita», «La vuelta al mundo en la Numancia», «Prim», «La de los tristes destinos», «Zumalacárregui», «Mendizábal», «De Oñate a La Granja», «Luchana», «La estafeta romántica», «Vergara», «Montes de Oca», «Los Ayacuchos», «Bodas reales», «España sin rey», «España trágica», «Amadeo I», «La Primera República», «De Cartago a Sagunto», «Cánovas», «Episodios nacionales para niños», entre otras.

Galdós también escribió cuentos y artículos, como «Un viaje redondo por el bachiller Sansón Carrasco», «Tertulias de ‘El Ómnibus'», «Una noche a bordo», «Una industria que vive de la muerte», «Crónicas futuras de Gran Canaria», «Necrología de un prototipo», «Manicomio político social», «La conjuración de las palabras», «Dos de mayo de 1808, dos de septiembre de 1870», «Un tribunal literario», «El artículo de fondo», «La mujer del filósofo», «La novela en el tranvía», «La pluma en el viento o el viaje de la vida», «Aquel», «Una historia que parece cuento o un cuento que parece historia», «La mula y el buey», «La princesa y el granuja», «Theros», «Junio», «Tropiquillos», «Celín», «¿Dónde está mi cabeza?», «El pórtico de la gloria», «Rompecabezas», «Fumándose las colonias», «Ciudades viejas. El Toboso», entre otros.

En su vida política, fue diputado de Puerto Rico y fue nominado para el Premio Nobel en 1912. Además, fue académico de la Real Academia Española desde 1897. Su vida sentimental fue estudiada con cierto método solo en 1948 por el hispanista lituano Chonon Berkowitz, quien publicó su estudio biográfico titulado «Pérez Galdós».

Galdós es recordado por su profundo conocimiento del ser humano y sus pasiones, así como por su reflexión y disección de la sociedad española de su época. Reprodujo la realidad social de su tiempo y fue un gran creador de ambientes, costumbres, situaciones y acontecimientos.

ENTREVISTAS

El contexto histórico de las entrevistas a Benito Pérez Galdós está profundamente ligado a los cambios sociales, políticos y culturales de finales del siglo XIX y principios del XX en España. Durante este período, España vivió momentos de gran agitación, como la Revolución Gloriosa de 1868, la Primera República (1873-1874), la Restauración Borbónica y la pérdida de las últimas colonias en 1898, lo que marcó el fin del Imperio Español.

Galdós, como figura clave del Realismo literario, reflejó en sus obras y entrevistas las tensiones de su tiempo. Su literatura abordaba temas como las desigualdades sociales, los conflictos entre tradición y modernidad, y las luchas ideológicas entre el liberalismo y el conservadurismo. Además, su papel como periodista y político le permitió estar en contacto directo con los debates más relevantes de su época.

«Habla don Benito Pérez Galdós: ‘He sido un escritor explotado'»

He sido un escritor explotado, ¡muy explotado!…¡como todos!

-¿Cuánto le han producido sus obras?…

– A mí, muy poco; a otros, los han hecho ricos

Publicamos la entrevista que el “Caballero Audaz” le hizo a Galdós poco antes de su muerte.

La entrevista:

Hemos llegado a su casa, que es un hotelito estilo árabe, enclavado en este hermoso barrio de Argüelles…

Victoriano, el antiguo criado, me ha hecho pasar a una habitación de la izquierda, donde esperamos a que don Benito termine de comer.

¿Qué hay en esta habitación.?…

Muchos libros, algo de desorden y un poco de la triste vejez…

En el centro, la poltrona donde se hunde don Benito…

Sobre una mecedora de rejilla, su clásico sombrero negro y la bufanda, una bufanda verde…

En un rincón, una cayadita delgada de caña americana…

Sobre las librerías, tres bustos escultóricos del «maestro», uno modelado por el admirable cincel de Carretero.

Las zapatillas rusas, abandonadas debajo de la mesa. Y encima de unos de los estantes, cuatro fundas de gafas…

Pasos lentos y arrastrados se acercan…

Es el patriarca, el maestro, el padre espiritual de todos los escritores jóvenes que tuvimos la suerte de conocer este viejo alcázar de las letras… ¡Don Benito!…

De su fortaleza de roble no conserva más que el recio esqueleto, agobiado por el peso de sus setenta años de trabajo.

El gabán, hecho cuando su cuerpo estaba más pujado, le cuelga de los hombros como de una percha.

Casi cieguecito, con sus gafas negras, andando con lentitud y adelantando instintivamente la mano derecha antes de dar el paso, con su gabancete deshilachado por los bolsillos y por las mangas, con su gorrilla gris y su cabello largo y acaracolado por el cuello, don Benito, el maestro, el pensador, el abuelo, nos ha dado la visión horrible del menesteroso…

¡Y nuestra tristeza ha sido profundísima!

— ¡Mala hora!… ¡Muy mala hora!… ¡No vamos a poder hablar!… Tengo citado el coche a las tres y media para ir al teatro. Y ¿qué hora es?

— Ya son, don Benito— contesto, después de consultar el reloj.

— Bueno —exclama, tras breve silencio—; usted viene a que yo le diga algo para publicarlo. ¿Y que le voy a decir yo.?

— Nada, don Benito… Yo vengo a visitarle, pudiera ser que publicara una impresión de esta visita; pero…

—¡No! Hombre no… ¡No!… Porque dígame usted: ¡Qué le interesa a nadie eso? Tonterías… Tonterías.

—No faltaba más, don Benito, a todos nos interesa como vive usted; a todos nos agrada hablar un rato con quien tanto hemos convivido en sus libros… ¿De donde es usted?

— ¿ Que de donde soy?… ¡Pero hombre… si eso lo sabe todo el mundo! ¡De las Palmas.!

—Yo también lo sabía; pero deseaba que me lo dijera usted. ¡A qué clase de familia pertenecía usted?

—A una familia como todas…

— He querido decir, don Benito, que si ricos o pobres…

—De lo principal de allí…

—¿Estudió usted en Las Palmas?…

—Primeras letras y segunda enseñanza.

—¿Era usted aplicado.?…

—No, señor; no me gustaba estudiar… En cambio me entusiasmaba leer libros amenos.

— ¿A qué edad llegó usted a Madrid.?…

—A los diecinueve años vine a terminar la carrera de abogado. Y en vez de preparar el curso, me encantaba andar vagando por las calles y pararme delante de los escaparates a contemplar los objetos expuestos. Otras veces me iba a pasear por las afueras de Madrid…

—¿Y amores de la juventud?… ¿Tendría usted alguna novia, eh?

—Muchas; pero esas tonterías no hay para qué decirlas.

—¿Cuándo escribió usted su primera novela?

—Verá usted, amigo: el año 68, cuando la revolución, escribí la Fontana de Oro; tanto es así, que el asunto de esta novela está inspirado en aquella revolución; el 69 la imprimí en casa de Noguera, calle de Bordadores; hice de ella una tirada de dos mil ejemplares…

Al año siguiente publiqué en La Revista España «El Audaz». Tenía yo entonces veinticinco años… Después, el 73, fue cuando me lancé con los Episodios y escribí Trafalgar…

Desde entonces cada año publicaba cuatro tomos de Episodios.

— ¿Y la primera novela?

— La primera novela contemporánea fue Doña Perfecta, y la escribí el 76; al año siguiente, Manuela.

En el teatro no aparecí hasta el 92, con Realidad.

—¿Cuántos tomos en total lleva usted publicados?

— Unos cien volúmenes.

—¿Usted administra sus obras?…

Don Benito se ha entristecido; después, como el que no puede reprimir una honda pena, murmura:

—¡No señor!… Es decir, la propiedad de mis libros la conservo… Pero he sido explotado, ¡muy explotado!… ¡Como todos!…

—¿Cuánto le han producido sus obras?…

—A mí, muy poco; a otros, los han hecho ricos.

—¿Cuál de sus libros prefiere usted?

—No tengo preferencia determinada por ninguno.

—¿Cuál fue el que más se vendió?…

— Casi todos iguales… De las novelas contemporáneas, creo que Marianela.

—¿Y entre sus obras de teatro, ¿ qué predilección tiene usted.?

— Predilección, por ninguna… El Abuelo, por lo menos, es el que más subsiste, a pesar de que Electra es la que ha tenido éxito más ruidoso.

— ¿Está usted satisfecho con Celia?

— Si, señor… En mi beneficio, estaba lleno el teatro…

— Asistieron los reyes… ¿verdad.?

— Si señor… Me llamó el Rey, subí, me felicitó; después me ofreció un cigarro, y allí sentado, conversando con ellos, lo fumé

— Y dígame, Don Benito, ¿ qué le dijo el Rey?

—Amigo, eso no se puede contar… Hablamos primero de la obra y después de muchas cosas…

— ¿Qué impresión sacó usted del Rey?

—Ya había tenido el gusto de hablar con él cuando se estrenó El Abuelo; claro que entonces era muy joven…

A mi me parece sumamente inteligente y muy simpático…

La reina Victoria, agradabilísima y muy linda… ¡Yo no creí que fuera tan amable!…

Habla perfectamente el español… ¡Ya lo creo.!

Después, cambiando de súbito la conversación, exclama:

—Vamos amigo, que es tarde… Me acompaña usted en el coche al teatro, y durante el camino continuamos hablando… ¿No le parece.?

Da una voz al criado.

Victoriano acude enseguida; cuélgale del cuello la bufanda; después le encasqueta el sombrero, entrégale un habano y la cayadita de caña.

Don Benito se deja hacer; nos ponemos en marcha.

Al atravesar el jardín del hotel, el perrazo le hace fiestas…

En la calle aguarda un coche; es una berlinita con su jaca alazana, muy maja…

—Paquito— le dice Galdós fraternalmente al cochero—, te van a retratar para ese gran periódico llamado La Esfera. ¿Qué te parece.?

Después, dirigiéndose a mi, continúa señalándome al cochero:

— Este es un amigo, ¿eh?… Yo quiero un retrato para él, donde esté el caballito… Al caballito también lo quiero mucho… ¡Es muy valiente.!

Nosotros reíamos, admirando la transparencia de la gran alma ingenua que tiene nuestro pensador.

— Al teatro, Paquito— ordena.

Y el coche parte.

Acomodado en la berlina, don Benito comienza a tararear una canción popular… Yo le interrumpo.

— Dígame, don Benito, ¿ qué proyectos literarios o políticos tiene usted para el porvenir.?

— Políticos, ninguno. Lo que quieran.

Literarios, por el momento tengo idea de hacer dos obras de teatro para el año próximo; pero eso está todavía en el secreto de la gestación interior…

Novelas, no… Me faltan tres episodios, que serán Sagasta, Cuba y Alfonso XIII…

Tengo el propósito, para hacer el segundo, de irme a la isla de Cuba a pasar allí dos meses para documentarme bien.

No se…, no se… También me han invitado a ir a Buenos Aires.

¿Y sabe usted lo que me retiene.?… ¡La etiqueta.! Yo odio la etiqueta. Eso de ponerme de levita y chistera, lo detesto; vamos, ¡con decirle a usted que no tengo chistera en uso, porque una que anda por ahí rodando está muy anticuada y ya no pienso colocármela más en lo que me resta de vida.!…

Reíamos; al llegar a la calle del Príncipe, don Benito cambia las gafas ahumadas por las claras.

— Y de la vista, ¡cómo sigue usted?

—Lo mismo — me contesta entristecido. Perdí por completo la luz del ojo derecho, y con el izquierdo veo algo, pero muy confuso.

— Y claro, ¿no podrá usted escribir.?…

—Desgraciadamente, no; tengo que dictar.

—Le costará a usted mucho trabajo.

—Al principio, si; acostumbrado como estaba a fijar el pensamiento por mi misma mano, de prisa y directamente, en la cuartilla, a leerlo y releerlo después, a que entre la creación y yo no mediara nadie, hasta el hábito mismo de sentarme y coger la pluma, me pareció que no podía continuar escribiendo; después, poco a poco, poniendo a contribución de la necesidad una gran fuerza de voluntad, he conseguido habituarme, y hoy lo hago sin el menor esfuerzo.

—¿Pero, usted, don Benito, después de sus cien libros y de sus numerosas obras de teatro; después, en fin, de medio siglo escribiendo, supongo yo que no laborará por necesidad, sino por placer, por crear, por la satisfacción de legarnos la mayor cantidad posible del tesoro inmenso que acumula su cerebro sobrehumano.?…

—¡No, amigo!… A pesar de toda mi labor pasada, si en el presente quiero vivir, no tengo más remedio que dictar todas las mañanas durante cuatro o cinco horas y estrujarme el cerebro hasta que de el último paso de esta vida.

Las últimas palabras de Don Benito, dichas con una velada amargura, con una sacerdotal resignación, caen en mi alma como gotas de hiel que ahuyentan todas mis ilusiones de literato joven.

Podéis creerlo.

Hay un momento en que deseo besar la descarnada mano del viejo maestro para imprimir con mis labios el consuelo y el agradecimiento de todos los que luchamos con la pluma.

Pero el coche se ha detenido frente al Teatro Español.

Nos despedimos.

Él, lentamente y casi arrastrando los pies, ha entrado en el teatro.

¡Pobre Don Benito.!… ¡Iba a luchar.! ¡Con sus setenta y dos años.!

Y yo pienso que, entre todos los españoles, deberíamos proporcionarle un bienestar decoroso, conservándole como se conserva en el museo la vieja bandera que resultó hecha jirones en las victorias.

Viejo, achacoso, casi ciego, porque sus 120 obras le robaron la vista, tiene necesidad, para vivir, de dictar y torturarse mortalmente durante cuatro horas todos los días…

Y ¿no podíamos hacer nada grande, nada digno de él, con el fin de evitar esto tan triste?… Moya, Cávila, Dicenta, Melquiades Álvarez y todos los de voz autorizada, tenéis la palabra.

ENTREVISTA

El siguiente enlace a la entrevista no es personal sobre la vida de Galdós. La entrevista publicada en El Liberal en abril de 1904 es un documento histórico destacado que muestra a la Reina Isabel II durante su exilio en París, humanizándola y alejándola de los estereotipos habituales. Benito Pérez Galdós logró presentar una perspectiva reflexiva sobre el reinado de la exmonarca, lo que la convierte en una pieza clave en la política y literatura españolas, aún relevante para historiadores y estudiosos.

• ZENDA. Autores, libros y compañía. La Reina Isabel, de Benito Pérez Galdós

PUBLICACIONES EN MEDIOS

Benito Pérez Galdós realizó diversas publicaciones en medios de comunicación, especialmente en sus primeros años como escritor.

  1. Artículos periodísticos: Colaboró con periódicos como La Nación y El Debate, donde escribió crónicas y ensayos sobre temas sociales, políticos y culturales de su época.
  2. Traducciones: En sus inicios, tradujo obras de autores como Charles Dickens para periódicos, lo que no solo le permitió ganar experiencia, sino también influir en su estilo literario.
  3. Revistas literarias: Publicó relatos y ensayos en revistas como La Revista de España, donde también apareció su novela El Audaz.
  4. Crónicas y reflexiones: A lo largo de su vida, utilizó los medios para expresar sus opiniones sobre la sociedad y la política, consolidándose como una voz influyente en el panorama cultural español.
  5. Prensa conservadora: Publicaciones como La ÉpocaEl Correo Español y El Siglo Futuro criticaron a menudo a Galdós, especialmente tras el estreno de su obra teatral Electra en 1901, que generó un intenso debate social y político.

A continuación, adjuntamos dos libritos en formato PDF donde se recopilan textos políticos y periodísticos publicados en prensa por Benito Pérez Galdós, reflejando su aguda visión y compromiso con los temas sociales y políticos de su época. También, un video documental emitido por RTVE en el centenario de su fallecimiento.

TEMAS ACTUALES RELACIONADOS CON GALDÓS

Actualmente, los temas relacionados con Benito Pérez Galdós incluyen la relevancia de su obra para comprender España y su sociedad, así como la exploración de sus cartas y correspondencia personal que revelan fuentes de su creatividad artística.

Aunque Benito Pérez Galdós vivió en el siglo XIX y sus obras se centran en la realidad social, política y cultural de su época, su legado sigue siendo relevante en la actualidad. Hay varios temas actuales relacionados con su obra que se pueden explorar:

Relevancia de su obra en el presente: Sus novelas, como «Fortunata y Jacinta« o «Doña Perfecta«, abordan temas como la desigualdad social, la corrupción política y los derechos de las mujeres, que siguen siendo relevantes hoy en día.

Adaptaciones y homenajes: Su obra continúa inspirando adaptaciones teatrales, cinematográficas y televisivas, así como eventos culturales que celebran su legado.

Estudios académicos: Investigadores y críticos literarios siguen explorando su influencia en la literatura española y su conexión con movimientos como el realismo y el naturalismo.

Impacto en la identidad cultural: En lugares como Canarias, su tierra natal, se le reconoce como una figura clave en la construcción de la identidad cultural y literaria de la región.

CONCLUSIÓN

Benito Pérez Galdós a lo largo de su vida, escribió 32 novelas, 46 «Episodios Nacionales« y 24 obras de teatro, destacándose títulos como «Fortunata y Jacinta«, «Doña Perfecta« y «Misericordia«. En sus obras, exploró con maestría la sociedad española de su tiempo, abordando la lucha de clases, las tensiones políticas y la psicología de sus personajes.

Fue también un intelectual comprometido, quien, a través de entrevistas y colaboraciones periodísticas, expresó sus opiniones sobre la realidad cultural y política de España. Su legado sigue vigente en la actualidad a través de estudios académicos, adaptaciones teatrales y debates sobre temas sociales aún relevantes, como la desigualdad y el papel de las mujeres en la sociedad.

En definitiva, no solo narró el alma de la España de su época, sino que dejó una obra atemporal que sigue iluminando el presente. Su despedida fue más bien un eco que perdura en la historia cultural española.

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