ASOCIACIÓN CULTURAL LOS SITIOS DE ZARAGOZA

Palabras del presidente.

Ecos de la Asociación

Ruta de los sitios III

Las Hermanas de la Caridad en el Hospital Real y General de Nª Sª de Gracia

  Queridos amigos :

Una vez más, fieles a la cita anual, volvemos a encontrarnos en estas páginas, con la ilusión de poder servir de acercamiento entre todos los que sentimos vivo el recuerdo de aquella colosal gesta llevada a cabo por nuestros antepasados, en defensa de su libertad y de su querida ciudad, Zaragoza.

         Nuestra Asociación ha cumplido nueve años. Y a lo largo de ese tiempo hemos tenido la satisfacción de vernos crecer, gracias al esfuerzo de todos. Los testimonios de adhesión que continuamente recibimos dan buena prueba de ello.

Nuestra intención -y nuestro compromiso- tantas veces proclamado, no es otro que mantener vivo el rescoldo de cara al Bicentenario de los Sitios. Y en esa dirección y con ese estímulo nos movemos. Y nos alegra saber que no caminamos solos. Es con el esfuerzo de muchos -y no precisamente por parte de las instituciones, cuya apatía es proverbial- y contando siempre con vuestra participación. Bien sabéis que todos cuantos tengáis sugerencias que aportar o iniciativas que compartir, encontraréis las puertas abiertas.

Faltan pocos días para que celebremos nuestra magna reunión en el Paraninfo de la antigua Universidad, nuestro día grande. En tan solemne acto, se funde la savia añeja del recuerdo y homenaje a los héroes pretéritos, con la nueva, la ilusión renovada de cuantos sentimos que ese espíritu no debe desaparecer. Un año más acudiremos allí a estar con amigos y entre amigos. Quedad cordialmente invitados.

Un afectuoso saludo para todos,

Carlos Melús Abós

Presidente de la Asociación

ECOS DE LA ASOCIACIÓN

La Diputación General de Aragón ha publicado recientemente una biografía de nuestro Socio de Honor, D. Luis Gómez Laguna, persona muy querida en esta casa por tantos y tantos motivos. Su autor, Angel de Uña, recorre con cariño vicisitudes y avatares a lo largo de la vida, extraordinariamente fecunda, de tan ilustre personaje. Las fotografías, del propio archivo de D. Luis. Enhorabuena a ambos.

Enhorabuena también a nuestro amigo Marcén por el éxito de su nueva «Cabalgada del Llano». Se celebró como siempre (es el tercer año ya) en el Santuario de Ntra. Sra. de Magallón. Nutrida participación de jinetes y público en el acto, que -como todos sabéis- conmemora la batalla que sostuvieron los paisanos de Leciñena y Perdiguera contra las tropas de Napoleón que asediaban Zaragoza, en un desesperado intento por romper el cerco. El tesón de los organizadores va consolidando la magnífica idea. Preciosa la reconstrucción de la ermita.

«Al P. Boggiero, al Hno. Domingo, a los 14 escolapios, a los 600 militares, aquí inhumados durante la Guerra de la Independencia, GLORIA Y HONOR». Así reza la leyenda que sobre el dintel de la puerta de su iglesia (en la vía Imperial), abrirá la magna exposición que los PP Escolapios inaugurarán en breve (el 28 de febrero, Dios mediante), conmemorando sus 250 años de presencia calasancia en Aragón. Entre los muchos testimonios de su vasta obra, recuerdos impagables del P Boggiero y de su ilustre discípulo, Palafox. El marco de la exposición -la propia iglesia- una joya. Y su subsuelo, panteón improvisado de héroes de los Sitios. Visita obligada.

Hablando de joyas y de marcos, sabemos de muy buena tinta que el Archivo Municipal va a encontrar al fin la ubicación que merece: el Palacio de Montemuzo, en la calle Santiago. Espacioso ámbito (llega hasta Espoz y Mina) donde una adecuada distribución de recursos hará más fácil y grata la labor de consulta, catalogación y custodia. Vayan nuestros fervorosos parabienes para la archivera, Elena RIvas, persona muy vinculada a esta Asociación. La sabemos ilusionada y eso nos alegra. Como amigos y como ciudadanos, pues será una notable mejora -nada menos que en su memoria pública- para la ciudad.

Y hablando de archivos, aplaudimos gozosos la aparición de una nueva edición de las Memorias del General Palafox, revisadas y comentadas por Herminio Lafoz Rabaza, publicadas por Rolde. Este infatigable investigador -no es la primera vez que lo traemos a este espacio como noticia relacionada con nuestros temas- viene dedicado desde hace años, con verdadero tesón, al estudio cuidadoso de la figura de Palafox. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento más sincero por acercamos la figura tan controvertida, tan emblemática … pero tan humana y tan entrañable de aquel hombre que dirigió los destinos de nuestra ciudad en tan terribles días, y al que la aciaga fortuna le acabó siendo esquiva. Felicitaciones, Herminio. Y gracias por tu esfuerzo.

Noticia breve pero importante: Va a salir publicado -al fin- el volumen correspondiente al VI Premio «Los Sitios», merced a la generosa colaboración, por segunda vez, de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del PaÍs. En este tema nos duele particularmente la informalidad de ciertas instituciones públicas, quizá al amparo de la crisis. Felizmente, la generosidad de otras como la mencionada, permiten cuando menos no aumentar el retraso.

Extraordinario el eco que ha despertado este año la convocatoria del IX Premio. Numerosa como nunca la participación juvenil y con trabajos de gran categoría. Y optando al premio mayor, una grata sorpresa: un investigador polaco, tras haber consultado fuentes originales, nos presenta muy documentado, un punto de vista de aquellos acontecimientos desde una perspectiva hasta ahora inédita.

RUTA DE LOS SITIOS – III

M. Serrano

1 de noviembre de 1993

En esta ocasión, la tercera «edición» de la ruta de los Sitios abrió fronteras. Completados en años anteriores los distintos circuitos urbanos, decidimos en éste salir a los alrededores próximos. Alagón y Pedrola fueron los objetivos escogidos. La fecha, obligada como siempre, para poder visitar al final la cripta deL Pilar.

Antes de ofrecerles la crónica detallada de tan grata jornada de convivencia, es deber de cortesía expresar nuestro más profundo agradecimiento a la Duquesa de Villahermosa, en cuyo palacio de Pedrola tuvimos el honor de disfrutar de su proverbial hospitalidad, y a las autoridades municipales de la Villa de Alagón por la cordial acogida que nos fue dispensada. Vaya para todos nuestro sincero reconocimiento.

Impacientes, esperábamos la salida del autobús que nos permitiría recorrer, a la inversa, unos kilómetros de la ruta de aproximación del ejército francés hasta Zaragoza. Dirección Tudela. Buen tiempo. El día de lo más esperanzador. Arrancamos.

Primera parada, obligada, la Capilla de la Anunciación de la Iglesia del Portillo, panteón de heroínas: una cierta emoción nos embarga al contemplar la tumbas de Agustina de Aragón, Casta Alvarez y Manuela Sancho, bravas defensoras de Zaragoza.

De nuevo autobús. Dejamos atrás la Puerta del Portillo antigua y la Aljafería que tanto nos dicen de la Independencia.

Nos dirigimos a ALAGON, la antigua ALAUN o ALAVONA, campo de batalla el 14 de junio, puesto de mando francés en la retaguardia, lugar de aprovisionamiento, hospital y, por fin, cementerio de gran cantidad de sitiadores y de paisanos.

La torre de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol se yergue altiva por encima de los tejados que, sobre arquería de arquillos aragoneses, protegen las bóvedas de crucería del templo. Inclinada sobre uno de sus lados, con estructura y decoración mudéjares del siglo XIV, nos habla de convivencia de culturas y religiones y nos presenta dos mellas bien visibles: una a la altura de la espadaña que sostiene la campana «Valera» -con remate no original-, que un rayo cercenara allá por el 1772, y otra, producida por una bala de cañón, el 14 de junio de 1808, lanzada contra Palafox cuando dirigía desde las bóvedas mencionadas la llamada “Batalla de Alagón». Parada en «la Portalada», cruento escenario y panteón de contendientes.

Otro conjunto histórico artístico llama poderosamente nuestra atención: la iglesia de San Antonio y el contiguo Colegio de la Compañía de Jesús, actualmente Casa de Cultura, conjunto dieciochesco de gran belleza y unidad, obligado hospital durante la Guerra de la Independencia. La iglesia nos causa un gran impacto por la conjunción de elementos de estilo rococó (arquitectónicos, muebles litúrgicos, solerías…). El Colegio con su portada, puertas, caja de escaleras con órdenes superpuestos y un posible fresco de Goya ‘joven» en la bóveda que las cubre.

Seguimos la carretera de Logroño. Tras el puente sobre el Canal Imperial, PEDROLA, Insula Barataria cervantina y villa de señorío de los Luna y los Villahermosa.

Traspasado un arco, nos sorprende la contemplación del palacio de los Duques: edificio de dos plantas, en ladrillo, con patio cuadrado y escalera de honor monumental. La propia duquesa, Dª María del Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, y su hijo, nos acompañan por el «museo» de obras de arte que constituye el edificio del XVI. Ya no sé dónde mirar. En cualquier lugar aparece un objeto de plata o marfil finísimamente tallado, un mueble primoroso, un tapiz, óleos, armas, libros preciosos…

Entre las obras más impresionantes: la gran tabla de la Crucifixión, pintada al temple de estilo italogótico, importada, procedente de la iglesia de Alcalá de Ebro, datada h. 1345-50; un altorrelieve de la Virgen con el Niño, de mármol, obra del Quattrocento italiano, una impresionante galería de retratos de las Casas Luna y Villahermosa, al óleo, de Roland de Mois (*1592), algún Goya, Murillo, primitivos flamencos…

Al regreso, no podía faltar la visita a la tumba de Palafox, en la cripta de la Santa Capilla y el privilegio de la presencia y recuerdos de D. Luis Gómez Laguna.

Nos sentimos agradecidos por haber disfrutado de esta visita. Gracias y ¡que se repita!.

LAS HERMANAS DE LA CARIDAD EN EL HOSPITAL REAL Y GENERAL DE Nª Sª DE GRACIA.

Miguel Plou Gascón

El día 16 del próximo mes de octubre, la Venerable Madre María Rafols Bruna, Hermana de la Caridad de Santa Ana, será beatificada en Roma, reconocida al fin su abnegación, su espíritu de sacrificio y su entrega sin límites. Heroína de los Sitios de Zaragoza, sufrió las penalidades de ambos asedios, y aún después, la incomprensión, la injusticia y la ingratitud de ciertas gentes de esta ciudad a la que tanto amó y a la que tantas horas de amargura y servicio había prodigado Recordemos su obra.

«Vinimos a hacer caridad a los enfermos, en el servicio de Dios, sin excepción de apestados y tocados de enfermedades contagiosas». Palabras de las hermanas María Rafols y Tecla Santi, en escrito a la Sitiada en el año 1816.

La Junta del Hospital de nuestra Señora de Gracia, denominada la Sitiada, en el año 1804, informada de que en el Principado de Cataluña existían unas hermandades para la asistencia a los enfermos con excelente aplicación, se puso en contacto con el presbítero don Juan Bonal, con quien concertó el establecimiento en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de dos hermandades, una para mujeres y otra para hombres, y él se comprometió a hacer la elección de unos y otras.

Fue el día 29 de diciembre de dicho año cuando llegaron a Zaragoza, primero al templo del Pilar para dar gracias a la Virgen por su feliz arribo y después al Hospital de Nuestra Señora de Gracia. En el atrio de su iglesia, fueron recibidos por toda la Sitiada, integrada por don Vicente Novella, Chantre Dignidad de la Santa Metropolitana Iglesia; doctor don José Frandsco de Cistué, canónigo de la misma; don Vicente Fernández de Córdova, conde de Sástago; don José Dara, barón de Purroy; don Manuel de Oña, marqués de Montemuzo y don Joaquín Pérez de Nueros, marqués de Fuente Olivar.

En 1 de enero de 1805 empezaron la asistencia a los enfermos, encargada cada Hermandad de las salas de su sexo, y muy pronto se conocieron las utilidades y ventajas logradas en las enfermerías, “con mejor aseo y limpieza, mayor decencia y compostura, evitando las conversaciones y alborotos que anteriormente se experimentaban en ellas, y no siempre podían remediarse por no estar a la vista unas personas de tanto respeto, y asimismo por la oportunidad y celo con que se les suministraba a los enfermos el alimento y medicinas que les ordenaban los facultativos; y por el consuelo que recibían por su buen trato y ejemplo, ejecutándolos en lo que permite su dolorosa situación en ejercicios de devoción e inclinándoles a la conformación y consuelo».

La Sitiada percibió en seguida los grandes progresos que hacían las hermanas, sobre todo teniendo a su frente a la hermana María Rafols, nombrada Hermana Mayor; pero no fue igual con los hermanos, que bien por no haberse hecho tan buena elección o por ser ellos menos suficientes para estas tareas, cesaron en su cometido en el año 1808, aunque el padre Bonal siguió como Pasionero de los enfermos pobres.

Pronto Zaragoza vivió la tragedia de la guerra de la Independencia, con sus dos famosos Sitios. Las muchas calamidades, miserias y penurias, la muerte por la metralla francesa y por la peste, habían convertido la vida de la ciudad en un calvario. Y en esta situación, las Hermanas de la Caridad de Santa Ana pusieron a prueba cada día, cada momento, su virtud cristiana, su amor a Dios y al prójimo.

El día 3 de agosto 1808, cuando el Hospital es bombardeado por el enemigo hasta su destrucción, entre la metralla y los escombros, las hermanas de la Caridad en primer lugar, con otros religiosos y pueblo de Zaragoza, trasladan los enfermos y heridos a los edificios de la Real Audiencia y de la Lonja. Sor María Rafols, acompañada de alguna otra hermana, sale hasta las mismas posiciones enemigas en busca de los pobres dementes huidos del bombardeo y que, inconscientes de lo que ocurría, están siendo masacrados por el enemigo; los que quedan vivos, al verlas, las siguen hasta ser alojados en lugar seguro.

En los últimos días del segundo asedio, la misma Sor María Rafols con dos de sus hermanas, sale entre el fuego de sitiadores y sitiados hasta el puesto de mando del mariscal Lannes y se echa a sus pies pidiendo medicinas y víveres para sus heridos y enfermos. Logra que éste, vencida su rudeza y conmovido ante tanto valor y sacrificio, atienda su petición, con lo que logra salvar no pocas vidas.

Muchos méritos hicieron las Hermanas de la Caridad de Santa Ana durante los Sitios de Zaragoza, pero nada mejor puede decirse de ellas que con gran abnegación y humildad se mantuvieron siempre en su lema:

‘Hacer caridad a los enfermos, en el servicio de Dios, sin excepción de apestados y tocados de enfermedades contagiosas».

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