ASOCIACIÓN CULTURAL LOS SITIOS DE ZARAGOZA

Palabras del presidente.

Ecos de la Asociación.

El armamento de chispa (III).

En Memoria de la Duquesa de Villahermosa.

Uniformes y distintivos de los Sitios de Zaragoza (III). Las condecoraciones (2). 

         Queridos amigos:

De nuevo con vosotros para transmitiros nuestro saludo más afectuoso y para agradeceros vuestro apoyo y vuestra confianza. Seguimos avanzando con ilusión y con entusiasmo hacia esa meta común que es conseguir para Zaragoza el reconocimiento que merece la gesta que nuestros antepasados supieron escribir para la Historia.

El tiempo pasa y estamos un año más cerca de esa fecha emblemática que es el Bicentenario de los Sitios, el 2008. Desearíamos fervientemente que no sólo el pueblo de Zaragoza sino también sus instituciones apostaran por tan gloriosa efeméride. El recuerdo de todo lo hecho con ocasión del 1er. Centenario nos estimula. Animamos a todos los que así lo sientan, a colaborar con nosotros en esa dirección.

Hay una asignatura que desearíamos especialmente aprobar al fin: honrar al Héroe de los Sitios, el General Palafox. Son muchas las voces que se han alzado lamentando que la ciudad no haya tenido para su Capitán General el gesto de agradecimiento y admiración que su colosal figura merece , pues en ninguna parte figura estatua alguna en su memoria.

Nosotros vamos a intentar recoger esa antorcha. Vamos a intentar aunar los esfuerzos de todos para conseguir hacer realidad la estatua ecuestre del General, que como sabéis existe ya, a la espera únicamente de ser fundida. La ciudad, que logró en tiempos pasados, incluso por suscripción popular, empresas similares, vibra hoy más al unísono. Hoy nos sentimos más hermanados y más fuertes. Por eso creo sinceramente que entre todos tenemos el deber de conseguir saldar la gran deuda que Zaragoza tiene con Palafox. Esperamos vuestro aliento cuando pongamos en marcha el proyecto.

Un afectuoso saludo para todos.Carlos Melús Abós

Presidente de la Asociación

ECOS DE LA ASOCIACIÓN

El pasado 15 de febrero se cumplió el CL Aniversario del fallecimiento en Madrid. Del General Palafox. «El Ejército ha perdido en tan benemérito general a uno de sus más ilustres campeones, y el país al hombre que con su espada y su esforzado espíritu contribuyó a principios de este siglo a lograr la independencia nacional». Así informaba EL HERALDO, en su edición del día 16, de la muerte del héroe de los Sitios que ocupaba entonces el cargo de Director General del Establecimiento de Inválidos.

En este magnífico retrato del Duque de Zaragoza, obra de Miranda (Museo del Ejército, Madrid), que nos muestra al Palafox sereno de su segunda juventud, podemos ver prendida en su pecho (primera a la izquierda) la medalla de los Dos Sitios de la que se habla en este mismo boletín.

Felicitaciones muy sinceras a nuestro querido amigo Luis Sorando, miembro fundador de nuestra Asociación y colaborador habitual. El Ministerio de Defensa le ha concedido la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Blanco, por su valiosísima y desinteresada (y difícil) catalogación de las banderas de la Guerra de la Independencia que se custodian en el Museo del Ejército de Madrid.


Lo tiene ya. El defensor del Reducto del Pilar tiene ya su fusil. A falta de la culata desde hacía demasiado tiempo, nuestra Asociación asumió y coordinó la petición en tal sentido del Ayuntamiento de Zaragoza, con el fin de devolver al monumento de la Glorieta de Sasera la dignidad perdida. La restauración pudo llevarse a cabo gracias a la inestimable y desinteresada colaboración de la Academia General Militar, que cedió un fusil para el molde, y de la Brigada de Caballería Castillejos, que realizó el trabajo de fundición de la pieza.

Zaragoza fue la sede del Iller Congreso de la Real Asociación de Amigos de los Museos Militares que se celebró entre los días 22 y 24 del pasado mes de mayo. Durante unos días nos convertimos en anfitriones de tan entrañable grupo de amigos. Tuvimos así ocasión de corresponder a tantas atenciones recibidas en los pasados encuentros.

Con extraordinaria y creciente participación popular se celebró una vez más la conmemoración de la Batalla del Llano, en Leciñena. Nos encontramos este año con una grata sorpresa: presidía el acto una cuidada reproducción de la bandera del Batallón de Pardos que defendió el Santuario en 1809.

EL ARMAMENTO DE CHISPA (III)

Coronel Julio FERRER SEQUERA

«Guarda en tu corazón como en un templo,

de Velarde y Daoiz el alto ejemplo»

(lema de una espada)

Por tercer año consecutivo insistimos en la idea de informar a nuestros lectores de las características y posibilidades del armamento usado en nuestra Guerra de la Independencia.

Hemos hablado de su alcance, de su precisión y de su manejo;

hora es, pues, de que hablemos del agente propulsor que le daba vida: La pólvora negra.

LA POLVORA NEGRA

Aunque la fecha de invención de la pólvora (como la de la rueda, el arco y las flechas, etc.) se pierde en la noche de los tiempos y que según Marco Polo (1254‑1323) los chinos ya la conocían de antiguo, dado que éstos no la empleaban con fines bélicos, parece evidente que la paternidad de su uso en la guerra “pertenece sin duda a españoles, fueran éstos moros o cristianos» (ALMIRANTE).

Respecto al momento de su “estreno», es tan probable que los primeros cañonazos que sonaron en el mundo fuesen los disparados por los musulmanes en el sitio de Niebla por Alfonso X (1257), como los de Alicante en 1331 o los que recibió la hueste de Alfonso Onceno en el segundo sitio de Algeciras (1340), siendo siempre sarracenos los usuarios de la nueva arma.


En Europa se atribuye la invención del pajolero mixto al fraile tudesco BERTHOLD SWARZ (Niger Bertoldus). Como en alemán, SWARZ significa negro, sin más, nos deja en la duda de si tal clérigo era moreno de tez, pertenecía a la orden de los Dominicos (llamados negros) o era nigromante, pues se daba por cierto que «El Maligno» le había echado una mano en sus investigaciones. (En los pasatiempos más apasionantes del hombre, la GUERRA y el AMOR, parece que está siempre presente el Príncipe de las Tinieblas, ¿por qué será?).

Lo cierto es que al finalizar la XIVª Centuria, las armas de fuego estaban ya listas para su específico destino: aclarar la nómina de la Humanidad. Y que con la creación de los ejércitos permanentes recibieron el espaldarazo definitivo.

La composición de la pólvora negra es muy simple y casi no ha variado en cientos de años. Unicamente su preparación, más minuciosa, hacía superiores las fabricadas en el s. XIX a las del s. XIV. La fórmula se ha basado siempre en la primitiva :

6 AS AS

o sea, 6 partes de salitre o nitro (nitrato potásico, NO3K), 1 parte de carbón vegetal en polvo y 1 parte de azufre.

Hasta el final de su período de vigencia, desplazada por las pólvoras sin humo o de algodón nitrado (VIEILLE 1886), la fórmula industrial ha sido en líneas generales, la siguiente:

Salitre, 62 a 75%; Azufre, 10 a 20%; Carbón, 5 a 12%.

El carbón vegetal empleado ha sido, según las épocas, el de madera de sauce o el de tallo de cáñamo (AGRAMIZA). Inicialmente la mezcla de estos ingredientes se hacía directamente, resultando irregular y grosera, por lo que pronto se recurrió al empastado con agua, vinagre u orina, siendo conseja admitida que el «pis» de un buen bebedor producía una pólvora de la llamada soberbia, que así se la llamaba cuando era fuerte y viva.

La pólvora negra, a pesar de ser menos potente y limpia (después del tiro es necesario limpiar las armas con agua corriente hasta que salga clara) tiene una estabilidad química y una capacidad de conservación admirables, hasta el punto de que la pólvora extraída de antiguas granadas encontradas en los campos de batalla pretéritos, convenientemente desecada y cribada, ha deflagrado perfectamente a pesar de sus doscientos o más años de antigüedad. El que esto escribe ha hecho la prueba con pólvora encontrada en un viejo fusil, que llevaría enterrado más de ciento cincuenta años y el cartucho con ella cargado produjo un disparo perfecto y preciso.

Durante los Sitios, en la ciudad de Zaragoza (a pesar de la voladura, probablemente accidental, del polvorín principal a comienzos del asedio) nunca faltó la pólvora, pues se disponía de la «Real Salitrería», se había almacenado carbón de madera y de cáñamo y puestos en servicio «dos molinos de doce morteros” (ALCAIDE IBIECA). Bajo la dirección de operarios de Villafeliche producían diariamente la pólvora necesaria para la defensa, encargándose frailes y clérigos de la fabricación de los cartuchos de papel para los fusiles y demás armas ligeras.

En fin, amigos míos, os reitero el mismo ofrecimiento de ocasiones anteriores: llamadme o escribidme si queréis saber más sobre estas cosas, que también son Historia.

Doña María del Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, Duquesa de Villahermosa, Medalla de Honor de los Sitios de Zaragoza, fallecida el 7 de agosto de 1996

Miguel PLOU GASCÓN

Cuando el día 20 de febrero de 1990, en el Paraninfo de la Universidad, de manos del rector don Vicente Camarena, doña María del Pilar recibía la Medalla de Honor de los Sitios de Zaragoza, estábamos rememorando la gloria alcanzada por sus antecesores en la Guerra de la Independencia, y más concretamente, en los célebres Sitios de Zaragoza, Tenía plena conciencia de que esta distinción le trasladaba a los méritos de la casa ducal de Villahermosa, la rnás importante de la nobleza aragonesa cuyos titulares supieron vivir y sufrir los momentos más difíciles de la historia de nuestro reino.

Se estaba en el mes de mayo de 1808. La entonces duquesa doña María Manuela de Pignatelli y Gonzaga, Princesa del Sacro imperio, ya viuda de don Juan Pablo de Aragón Azlor y Zapata de Calatayud, residía en la Corte.

En los días posteriores a los sangrientos sucesos del: 2 de mayo en Madrid , se enteró del levantamiento de Aragón, del grito de guerra lanzado por su sobrino don José de Palafox, que abría la esperanza de la libertad. Su reacción fue inmediata, sin dudas del camino a seguir, reunió a sus hijos, don José Antonio y don Juan Pablo, y comentado con ellos lo ocurrido en nuestra ciudad, les dijo:

– Allí está nuestro deber, a Zaragoza.

El parentesco con los Palafox tiene su origen en doña Josefa Cecilia de Urriés Gurrea de Aragón y Navarra, por los dos matrimonios que contrajo: el primero con don José Lorenzo Bermúdez de Castro y Bardají, marqués de Navarrés, del que tiene de hijos a don José Claudio y doña Gerónima. Esta se casa con don Bernabé Rebolledo de Palafox, marqués de Lazán, abuelo de los generales de la guerra de la Independencia. Viuda del primero, tres años más tarde, celebra su segundo con don Juan Azlor Virto de Vera, conde de Guara, de cuya segunda sucesión, su nieto don Juan Pablo de Aragón Azlor y Zapata de Calatayud será el primer duque de Villahermosa que lleva este apellido.

Vino, pues, la Duquesa con sus hijos a Zaragoza, donde llegó el día 6 de junio de 1808, y presentados a Palafox, éste nombró inmediatamente a sus primos capitanes de caballería y ayudantes de campo suyos.

Fue la duquesa doña María Manuela, en los Sitios de Zaragoza, una de sus más distinguidas heroínas no con la canana y el fusil, sino visitando las baterías de sus puertas y gratificando a sus artilleros, entregando mucho dinero para el sostenimiento de los voluntarios de las compañías de Sas y de Cerezo y poniendo, en fin, su patrimonio al servicio de la causa de Zaragoza.

Y ofreció, como los bienes más preciados, a sus dos hijos: el segundogénito, don Juan Pablo de Azlor y Pignatelli, después de haber luchado contra los franceses en todo momento, murió en las postrimerías del segundo Sitio, 8 de febrero de 1809, víctima de la epidemia que asoló a la ciudad, la que cada día producía tantas muertes como la propia guerra.

Su hermano, don José Antonio de Aragón Azlor y Pignatelli, el joven duque, luchó y sufrió hasta el momento de la rendición de nuestros ejércitos, que llegó unos días más tarde de la muerte de su hermano. Fue hecho prisionero por los franceses y conducido a Francia entre los miles de combatientes que, al negarse a prestar fidelidad a Napoleón, prefirieron el sacrificio de la prisión. Con encomiable generosidad, en ella compartió con sus compañeros más infortunados los recursos que su madre le enviaba de España.

Regresado cinco años más tarde, prestó muy importantes servicios a la nación, fue embajador del Rey en las cortes de Francia y Portugal, hasta su muerte el 3 de mayo de 1852.

Es natural pues, la emoción de la, en aquel momento, duquesa de Villahermosa y otros títulos, la egregia doña María del Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, primera dama de la nobleza de Aragón, al recibir la preciada Medalla de Honor de los Sitios de Zaragoza; con ella ya en la mano, la miraba, amorosamente embelesada, con la añoranza y el orgullo de rememorar las virtudes y heroísmos de su familia.

Toda nuestra relación con doña Pilar estuvo presidida por su bondad, delicadeza y sencillez. Unos años más tarde, invitados a visitar su casa palacio de Pedrola, aunque ya estaba delicada de salud, viajó a esta villa para acompañarnos personalmente. Cuando los miembros de la Asociación en grupo numeroso, presididos por don Carlos Melús, su presidente, llegamos a su palacio, allí estaba ella para recibimos.

Nos condujo de sala en sala, auxiliada por su hijo, el Conde del Real, y por don José Pascual de Quinto y de los Ríos, amigo íntimo de la familia y vicepresidente de nuestra Asociación, quienes nos dieron pormenores de todas y cada una de las piezas que componen los ricos fondos documentales, históricos y artísticos guardados y conservados en esta Casa, joya maravillosa de Aragón, muy poco conocida.

Es el último recuerdo que guardamos de su persona, de su atención, de su amabilidad en complacernos. Dentro de esta familia que constituye nuestra Asociación, al servicio de las cosas de los Sitios de Zaragoza, la recordaremos siempre con admiración, simpatía y cariño.

Deseando que sus ilustres hijos sigan en su mismo amor a esta tierra, rogamos a Dios por ella.

Descanse en paz.

UNIFORMES Y DISTINTIVOS DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA (V)

Las condecoraciones (2)

Luis Sorando Muzas

En un artículo anterior nos referimos a las condecoraciones otorgadas durante los asedios, para premiar algún acto de bravura en combate. Hoy hablaremos de las creadas, tras los Sitios, como reconocimiento al mérito de todos los defensores. Entre 1809 y 1817 fueron varias las condecoraciones que cumplieron este cometido.


El 9 de marzo de 1809, tan sólo 16 días después de la capitulación, dispuso la Junta Central “que se acuñe una medalla en su honor como testimonio de la gratitud por tan inminente servicio. Esta medalla será de forma romboidal y ostentará la inscripción DEFENSOR DE ZARAGOZA, un león que simboliza a la ciudad sosteniendo el Pilar de la Virgen y una corona, emblema del trono. La cinta será de seda carmesí con dos filetes blancos a modo de festón” (1). El modelo fue obra de D. Angel de Monasterio, recibiendo 30 doblones en pago por su labor (figura 1).

El 14 de septiembre de ese mismo año la Regencia acordó conceder “a los individuos que se hallaron en aquel memorable sitio y contribuyeron a su defensa, el uso de una medalla de color de fuego con un pilar en medio y por el rededor (sic) la inscripción SITIO DE ZARAGOZA AÑO 1809; dicha medalla se asegurará a una ¿corona? pendiente de cintas de aguas del propio color de fuego” (2).

Una carta conservada en el Archivo Palafox (3) informaba a éste de cómo se estaba vendiendo en París (1814) una cruz para aquellos prisioneros, entonces liberados, procedentes del Sitio de Zaragoza «que traen puesta Villahermosa, Villalpando y otros (figura 2). Pero Renovales tiene otra con una Virgen del Pilar en el medio y orlitas de laurel con otras garambainas, cuyo modelo traerá esta tarde».Lamentablemente este segundo dibujo no ha llegado hasta nosotros.

Una vez vuelto a España, Femando VII creó por R.O. de 30 de agosto de 1814 una cruz de distinción para todos los generales, jefes y oficiales que se hallaron en la defensa de Zaragoza en su 2º Sitio y por R.O. del 12 de septiembre hizo extensiva esta distinción a los soldados y habitantes de Zaragoza. Era ésta una cruz de San Juan, de brazos rectos y de color rojo. En el centro, la Virgen del Pilar en oro, rodeada de laurel y sobre un óvalo blanco; en el reverso EL REY A Ls. DEF. DE ZAR. Tiene corona mural y pende de una cinta color paja con los cuatro palos rojos de Aragón (4) (figura 3).

Por R.O. de 25 de marzo de 1817 se aprobó la cruz de distinción para aquellos que habían participado en el Primer Sitio, siendo ésta similar a la del Segundo, pero con sus brazos blancos y con corona de laureles en vez de mural; en el reverso del óvalo y sobre blanco dice EL REY A LOS Dfos. DE ZARAGOZA EN SU 1er. SITIO. Pende de cinta amarilla con doble canto rojo (5) (figura 4).

El mismo decreto que acabamos de citar contemplaba la creación de una cruz para aquellos individuos que se hubiesen hallado en ambos asedios, evitándoles así el gasto de tener que comprar dos cruces distintas. Su diseño viene a ser una fusión de las dos anteriores: los brazos son blancos y rojos por mitades, el óvalo central es azul, hay lises en los antebrazos, una corona mural sobre el brazo superior y una de laurel sobre el inferior; lleva corona real y pende de una cinta azul con dos filetes amarillos y dos rojos a cada lado. Al dorso y sobre azul dice EL REY A LOS DEFENSORES DE ZARAGOZA EN SU 1 º y 2º SITIOS. (figura 5).

Existió además un proyecto de medalla para el 3er. Batallón de Guardias Reales, por su entrada en Zaragoza el 5 de agosto de 1808, encabezados por el Marqués de Lazán. Pero este proyecto, pese al interés demostrado por el propio General Palafox y el Marqués de Lazán, no llegó nunca a llevarse a cabo (6).

  Notas:

(1)     Archivo Histórico Nacional, Estado leg. 10 C3. Un dibujo de la misma aparece en A. Salcedo 
           Ruiz “Historia de España. Resumen Crítico”, Madrid 1914.

(2)     Una copia de este decreto en Archivo Palafox. No conocemos ningún ejemplar de esta cruz.

(3)     ¿Palomino? a Palafox (A.P. Caj. 13, leg. 8 2).

(4)     Un ejemplar puede verse actualmente en el joyero de Ntra. Sra. del Pilar y otro, precioso,  
 en   el Archivo Municipal de Zaragoza.

(5)     En ocasiones la hemos visto con cinta celeste con cantos amarillos y rojos a cada lado.

(6)    Carta del Batallón a Lazán (30 IV 1817), correcciones de Lazán (21 VI 1817), el Rey recibió la  solicitud en Enero de 1822 (A.P. Caj. 2, leg. 2 1 7). Opiniones de Palafox en 1822 (A.P. Caj. 5 4, leg. 4 1 1).

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