Carta de nuestro Presidente
La Historia se convierte en Arte. Dibujo, Música
El Pasado se convierte en Historia
Homenaje a las Heroínas
Nuestras calles. Nuestra Historia
Queridos socios y amigos,
En el acto de Homenaje a las heroínas de Los Sitios recordamos con admiración el valor demostrado por estas mujeres en los peores momentos de la historia de nuestra ciudad.
Estas mujeres defendieron con pasión la Libertad.
Agustina de Aragón, Manuela Sancho, Casta Álvarez, la Condesa de Bureta, la Madre Rafols y tantas otras cuyos nombres no conocemos… son nuestras heroínas. Todas ellas permanecen en nuestro recuerdo y las deseamos homenajear de forma especial en este acto.
También en esta ocasión hemos recuperado la tradición de galardonar públicamente en este acto a alguna persona o institución que se haya distinguido en la defensa de la mujer. Este año el galardón se concede a la Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza, que ha contribuido de forma tan notable en la defensa y formación de la mujer en nuestra ciudad y, así, mejorar nuestra sociedad.
Una sociedad que construimos entre todos y en la que las zaragozanas actuales son las heroínas invisibles del día a día.
Que sepamos honrarlas siempre como se merecen y que su ejemplo nos anime a todos a afrontar nuevos retos.
Aprovecho para reiteraros, en nombre de la Junta de la Asociación, nuestro agradecimiento por el apoyo y cercanía que recibimos en todos los actos e iniciativas culturales que desarrollamos a lo largo del año.
Un fuerte abrazo,
GONZALO AGUADO AGUARÓN
Presidente Asociación Cultural Los Sitios
LA HISTORIA SE CONVIERTE EN ARTE. DIBUJO, MÚSICA
Por Arturo-José González Ascaso
Hace, ahora, un año, tuve la fortuna de organizar una exposición artística junto con María Luisa Rubio Orús en el Centro Empresarial de Aragón.
Una exposición muy emotiva en la que mostramos poemas e instantáneas pictóricas y fotográficas muy queridos para todos, pues estaba dedicada a Nuestra Virgen del Pilar.
Una de las obras que integraba dicha exposición (titulada Madonna), obra de María
Luisa (profesora de profunda vocación y artista de corazón), la traemos a estas páginas, ya que homenajeaba a esa “Jota defensora” que trasciende nuestro patrio y heroico suelo, esa que comienza “La Virgen del Pilar dice…”. Una exposición que estamos deseando repetir, por varios motivos. Tiempo al tiempo.
El pasado mes de abril fallecía, a los 94 años, un igeano ilustre: Ángel Sáez-Benito. Agricultor de profesión, tenía en la Música una afición extraordinaria que le llevaría a componer alrededor de trescientas piezas de diferentes estilos, entre ellos pasodobles, y piezas religiosas. Una de sus obras más conocidas es “Soria, la gloria de España”.
También compuso un pasodoble al que traemos a estas líneas pues está dedicado a Zaragoza y Los Sitios y que, esperamos escuchar en uno de nuestros próximos actos. Su letra reza así:
“Mi Zaragoza” (pasodoble) Tiene la historia de España Azañas muy valerosas
Pero las que más me entrañan Son las de mi Zaragoza.
Porque nací en el Portillo Y vibra en mi corazón,
Y el arranque de heroismo De Agustina de Aragón. (Poesía recitada)
El General Palafox Defensor de Zaragoza Los sitios sobrevivió Con una gesta gloriosa. (Copla)
Lleno de rabia y tiesura decía Napoleón,
Lleno de rabia y tiesura tu resistencia tan dura Jamás la pensaba yo
No hay quien te meta en cintura Tu bravura de Aragón.
(Poesía recitada) Zaragoza, Zaragoza Centinela de Aragón Cuna inmortal de la jota Y orgullo de mi nación. A su llegada a Tortosa El Ebro dice cantando A su llegada a Tortosa
La sal que voy derramando Es la que tiene la jota
Y me la echaron los maños Pasando por Zaragoza.
EL PASADO SE CONVIERTE EN HISTORIA
IMPUGNACION AL MANIFIESTO DE DON LORENZO CALVO DE ROZAS CON EL
TITULO DE Aviso a los Representantes de la Nación Española, en la que se aclaran varios acontecimientos del primer Sitio de Zaragoza
Por Francisco Escribano (Extracto del trabajo realizado por nuestro compañero)
A la buena memoria del Marqués de Ayerbe.
Que D. Lorenzo Calvo de Rozas hable continuamente de sí, y de sus proezas, aun cuando en todo haya más de bulla y exageración que de verdad, y que al oír rumores de mudanza de Regencia, trate de imprimir y presentar al público la relación de sus méritos para que no se le pierda de la memoria, es cosa que se debe dejar correr, y engáñese el que se engañare, si es que todavía hay alguno tan atrasado en el mundo que no conozca bien el valor y patriotismo de este perpetuo aspirante a cosas mayores, para las que ciertamente no había nacido: pero que por ensalzarse a sí mismo, y darse vanagloriosa importancia se desencadene contra hombres verdaderamente beneméritos de la Patria, atribuyéndoles ideas de sedición y conspiración que no pudieron abrigar, y cebando en su respetable memoria la rabiosa maledicencia que le trae siempre inquieto en busca de víctimas en que pueda ejercitarla; esto no hay cómo llevarlo en paciencia , ni sería justo que lo tolerase quien como yo deba tomar interés por el honor de las personas ofendidas. Yo tengo muy poderosos motivos para vindicar la memoria del Marqués de Ayerbe, de los ultrajes que le hace D. Lorenzo Calvo en el papel que ha publicado últimamente intitulado Aviso a los Representantes de la Nación Española; y el deseo de cumplir con este oficio de gratitud me impele a toma r la pluma para deshacer algunas de las imposturas que en el tal papel se contienen; porque este nombre, y no el de equivocaciones es el que conviene a las faltas de verdad que son tan frecuentes en las monstruosas producciones de este energúmeno escritor.
No se llevará a mal que antes haga un rápido recuerdo de los sucesos del Marqués de Ayerbe en estos años de turbación hasta que falleció víctima de su acendrada lealtad y de su ardiente amor a Fernando VII. Sabido es que fue comprehendido en la memorable causa del Escorial, y que no obstante que aquellos integérrimos jueces le absolvieron, el [4] despotismo de su siempre odiado Godoy le desterró, y confinó a Calatayud. Volvió a Madrid cuando Fernando VII ascendió al trono, y le acompañó en el desgraciado viaje a Francia, donde por espacio de un año sufrió la misma confinación que S.M en el Castillo de Valencey, tomando gran parte en sus aflicciones y desconsuelos. Obligósele por fin a dejar tan grata compañía, y por no encontrarle los Franceses dócil a lo que de su fidelidad querían exigir, le detuvieron en Pamplona. Al cabo de poco tiempo pudo el Marqués fugarse disfrazado de esta Plaza, y después de mil rodeos por los confines de Aragón, dominado en aquella parte por los enemigos, consiguió salvar su vida, y se trasladó a Sevilla a presentarse al Gobierno legítimo que allí residía; y toda la ambición que entonces manifestó se redujo a solicitar que se le permitiera ir a servir en los Ejércitos con cualquiera graduación, en lo que se accedió a su deseo, y partió al Ejército en calidad de Capitán, si bien autorizado además para realizar cierta empresa a que se ofreció de su motivo, y que sobre no ser ya un misterio para muchos, no creo que es conveniente manifestarla en un impreso.
Como quiera, ciertas ocurrencias originadas del indicado proyecto por una parte , y por otra los sucesos de la guerra que obligaron a variar la forma del Gobierno legítimo de España, trajeron al Marqués de Ayerbe a Cádiz en el año de 1810 , y enterados los nuevos Gobernantes de la osada y arriesgada empresa de que se ha hecho mención, condescendieron en que el Marqués la llevase a cabo, si era tan feliz que no pereciese en ella, y esto exactamente fue lo que le acaeció, porque dio a los primeros pasos en uno de los infinitos peligros que podían sobrevenirle, y fue robado y asesinado en medio de un camino, cosa que ha sido bien notoria y pública. Pues con las cenizas de este verdadero patriota que debiera respetar se encruelece D. Lorenzo Calvo, y le pone en el número de los que ningún servicio han hecho a la Patria ¡Santo Dios! ¡A un hombre que ha dado la vida y derramado su sangre por ella! Este lenguaje no podía ser de otro sino de tan descarado impostor. Se dirá que estaba resentido del Marqués; mas esto no le autorizaba para dar ideas trocadas de las cosas, y ajar así la reputación de quien por todos respetos valía más que él. Pero veamos ahora [5] la causa del resentimiento que el mismo Calvo ha hecho pública.
El Marqués de Ayerbe confiaba (luego se verá que hacía muy mal) en la amistad que por muchos motivos debía profesarle Don Valentín Solanot, que había tenido maña para hacerse nombrar Presidente de una junta de Aragón formada después de la perdida de Zaragoza, porque antes nunca la había habido. Llegado pues el Marqués a Sevilla después de su fuga de Pamplona en Junio de 1809, le escribió a Solanot recomendándole a un sujeto a quien deseaba favorecer: por una esquelita separada le excitaba a que se tomasen medidas para que se le acudiera con alguna parte de sus rentas, del producto de sus propiedades, porque de algo habían de vivir él mismo o y su numerosa familia; y en otra segunda esquela reservada, en que le encargaba la prontitud y el silencio, le hablaba de que se mudase el representante de Aragón en la Junta Central D. Lorenzo Calvo, diciendo que era persona que deshonraba el Reyno representado, de quien había sospechas de ser traidor, y que a lo menos no podía tener interés alguno por la causa pública. Así manifestaba el Marqués de Ayerbe su opinión particular, fundada o infundadas, acerca de Calvo, y hacia el depósito de esta confianza en el seno de un amigo que debía serlo de su persona y casa por obligación, y de quien no había motivo para recelar que abusase de ella: pero al tal amigo por mal nombre le importó más estar bien con un Central de manejo, que cumplir con los sagrados deberes de la amistad, y ser fiel a1 depósito que se le había encargado; y al punto comunicó a Calvo todo el secreto , remitiéndole por lo visto las esquelas del Marqués originales. Sépase pues, que por más que medien respetos de amistad, no es D. Valentín Solanot hombre de quien se puede hacer confianza. Como quiera, este buen amigo no tardó mucho tiempo a coger el premio de aquella alevosía, pues en agosto, dice Calvo, que ya tenía aquellos papeles en su poder, y en noviembre siguiente se dio a Solanot la Cruz supernumeraria de la Orden de Carlos III, con opción a la primera pensión que vacase. En verdad que el Marqués de Ayerbe no hubiera podido premiar así su fidelidad. ¡Cómo conocía Solanot el partido que le convenía escoger! [6] Si todos calcularan por su estilo, pronto estarían desterradas las virtudes del mundo. A bien que reveló el arcano a quien ha sabido callarlo: a cual mejor son los dos: estampado está en letras de molde para que todo el mundo lo sepa: ándese usted a secretitos con esta familia. Lo gracioso es que a nadie le convenía menos que a Calvo el publicarlo, porque al cabo semper aliquid haeret; pero es tal su prurito de maldecir que ni aun a sí propio se perdona. En efecto, si el mismo no lo hubiera dicho, nadie sabría que el Marqués de Ayer ve se fue al otro mundo con barruntos de que era traidor; porque esto es lo que se saca en limpio.
Con motivo de dar a luz esta interesante anécdota, se propuso D. Lorenzo Calvo pavonearse otra vez un poco, refiriendo sus grandes hazañas para que en una ocasión en que parece que se anda a la rebusca de hombres de provecho no se le pierda de la memoria: pero váyase con tiento con eso, porque puede suceder que no le dejen trasonear impunemente. Lo primero pues que hace es darse por objeto de conspiraciones. Asco da oír semejante arrogancia. ¡Conspirar nadie contra un pobre trompeta, que en la época a que se refiere no podía ser conocido sino por aquellos a quienes hubiese perjudicado el mal estado de su comercio! El Marqués de Ayerbe era uno de los conspiradores: y ¿por qué? Porque aconsejaba que el Reyno de Aragón enviase otro representante a la Junta Central. ¡Hola! ¡Con que era conspirar el pedir una cosa que el mismo Calvo dice se pedía con razón, puesto que en una nota del papel expresa haber votado por la amovilidad de los Centrales! Pero el mal estaría en que se tiraba a la amovilidad personal de su Excelencia, y esto ciertamente no debía acomodarle. Por lo demás, prescindiendo del fundamento que hubiese para las sospechas que tenía el Marqués de Ayerbe, en lo que no hay duda es en que con éste todo el Reyno de Aragón deseaba ver su representación en otra persona que la de D. Lorenzo Calvo, a excepción de un cortísimo número de aduladores, que de luego a luego se le arrimaron; porque suponían que podía servirles para sus miras. Ni ¿qué motivo tenía el Reyno de Aragón para otra cosa? Calvo no era Aragonés, ni respecto a la universalidad de aquella [7] Provincia había hecho señalados servicios que le hicieran recomendable en ella; era una persona desconocida que se apareció en Zaragoza en los días inmediatos a su insurrección como por arte de encantamiento, y a quien el General Palafox elevó a la intendencia de aquel ejército, y le dio toda su confianza por los motivos particulares y muy personales que los dos se sabrán. [Refutación de Calvo de Rozas] Así es que durante el primer sitio de Zaragoza, que es la época de las hazañas de Calvo, nadie rebullía sino los dos, ni dejaban que se hablara de otros, como no fuera de algún hombre insignificante, de quien no recayera obscuridad y sombra sobre ellos: las gazetas estaban exclusivamente consagradas a referir sus loores. ¡Válgame Dios! ¡Y cómo fascinaron al mundo atribuyéndose cosas que no les pertenecían! Napoleón a porfía con ellos no había de haber podido igualarlos. [Refutación de Calvo de Rozas]
(El trabajo completo puede leerse en nuestro sitio web).
EL PASADO SE CONVIERTE EN HISTORIA
EL DONATIVO INGLÉS
Por Antonio Serrano Montalvo Artículo publicado en la revista “ZARAGOZA”, VII (1958).
”THE countess Bureta still continued to exert herself in relieving, the suffering of her fellow-citizen», explica mister Vaughan en su diario. Secretario que fué de la Embajada inglesa durante la Guerra de la Independencia y uno de los acompañantes del general Doyle cuando éste visitó Zaragoza el 18 de octubre de 1808, permaneciendo en nuestra ciudad hasta el día 30 del mismo mes, en que salió para Navarra en compañia de Palafox. Tanto Doyle como su lugarteniente William Cavendish y el mismo Vaughan traían una misión informativa: hacer acopio de datos que debían de servir al Gobierno inglés para medir y meditar su ayuda. Por ello no es extraño que la visita de estos anglosajones tuviera un carácter eminentemente diplomático. Caballeros ingleses que miraron con enorme simpatía al pueblo zaragozano, quedando perplejos ante su imponderable valor.
Doyle y Vaughan buscaron el acercamiento, sincero y efusivo, con el grupo de colaboradores del general Palafox, para encontrar la información necesaria con que quedar
enterados de todo lo que ocurría, tomando contacto con las personas de más influencia social. Los dos ingleses hicieron una gran amistad con la Condesa de Bureta, Dª Consolación de Azlor, tan activa, inquieta y curiosa, quien procuró explicar a los ojos extranjeros toda la riqueza heroica del primer Sitio. Para Vaughan, el personaje más interesante después de Palafox será la Condesa. En ella simboliza el heroísmo zaragozano, mereciéndole auténtica admiración y amistad.
De tal manera que cuando, en 1809, publica su Diary of Saragossa, las 500 libras que saca de su publicación las ofrece a la esposa de D. Pedro María Ric, con objeto de distribuirlas entre las víctimas de la guerra. Amistad que se fomenta y se estrecha con la común estancia del anglosajón y los esposos Ric en Cádiz, durante las Cortes.
La ayuda de Vaughan a Zaragoza no es desconocida. Alcaide Ibieca publicó el texto de la carta en que hacia intermediaria a la noble dama de su donativo. Posteriormente ha sido recogido, más o menos fielmente, el dato por otros varios autores, pero sin determinar sus detalles, importancia social y desenlace, ni el propio Alcaide.
Pero al conseguir conocer la documentación referente a todo este asunto no hemos podido resistir la tentación de estudiarlo. Porque es otra prueba más de la repercusión extraordinaria que los Sitios tuvieron en el extranjero: su popularidad. Esta ayuda, que Vaughan ofrece, galantemente, a la Condesa, nos hace saber cómo su esposo, D. Pedro María, sintió profundamente el no poder conseguir lo mismo con los donativos enviados por entidades y particulares de los virreinatos de América, cuya pérdida no está aclarada, siendo difícil de saber a dónde fueron a parar. Ambas ayudas simbolizaron la simpatía que se tuvo por Zaragoza en todo el mundo, y el universal deseo de aliviar a los huérfanos, viudas y víctimas, en general, de los Sitios.
El 14 de septiembre de 1813, sir Charles Richard Vaughan escribía a la Condesa ofreciéndole el donativo, rogando su distribución. Aquélla, ya en Zaragoza, de regreso de Cádiz, se pone en contacto con el Ayuntamiento de la Ciudad para «que tenga la bondad de hacer formar la lista de los desgraciados que más han padecido durante los Sitios», agradeciendo que se le indicara el modo más eficaz para repartir las 500 libras del caballero inglés y suplicando que el Municipio se pusiera de acuerdo con el Cabildo, ya que éste había hecho una relación de huérfanos y viudas del primer Sitio para repartir los donativos que debían llegar de América, pero que nunca arribaron a Zaragoza. El Gobernador de la Mitra, D. Pedro Valero, expresó su conformidad y se dispuso a rehacer la relación de víctimas.
La Condesa de Bureta conocerá en seguida una primera relación, y, también, la sugerencia de la Corporación municipal de que el donativo se distribuya en treinta y un lotes. Mas ella, con su habitual perspicacia, deseará concretar el método de la distribución, y en carta al Alcalde (3 de enero de 1814), dice: «Espero que V.S.I. no llevará a mal que manifieste mi modo de pensar para que el reparto se haga de una manera que satisfaga a las personas interesadas y produzca otros socorros en favor de las mismas», proponiendo las siguientes condiciones:
Que los lotes sean treinta y uno: treinta de 320 reales vellón y uno de 400, siendo sorteados en la Casa de la Ciudad a puerta abierta y con la presencia de uno de los Alcaldes, dos Regidores y un Síndico, anunciándose públicamente el sorteo público, para que las personas no comprendidas en la relación tengan tres días para reclamar, pudiéndose poner reparos al mismo. Los afortunados percibirían, de manos del Alcalde, el dinero aquel día, o al segundo del sorteo, según fueran sus deseos.
Una vez que el Ayuntamiento acepte estas condiciones, la Condesa enviará el dinero anticipadamente. Para lo cual cree es hora de que se haga la definitiva relación de los que han solicitado ser incluidos en el sorteo, «con expresión de hijos que tienen, de la acción o ataque en que murieron sus padres o maridos y demás circunstancias que puedan averiguarse, cuyo estado autorizado, y duplicado, convendría enviar al Sr. Vaughan, y al Sr. Roberto, Southey, que está escribiendo los sucesos heroicos de esta capital, y apreciaría este documento, que puede ser útil a los pobres, porque la Europa y la América están generosamente entusiasmadas en favor de Zaragoza, y con razón, pues ningún pueblo ha hecho jamás una defensa tan heroica».
María Consolación dé Azlor y Villavicencio sentía el comprensible deseo de universalizar los Sitios. Puesta en contacto con el mundillo diplomático de Cádiz (la cita de Southey lo evidencia), había podido apreciar la resonancia sentimental que en el extranjero había tenido el gesto zaragozano. Tan altísimamente exacerbado, tan desmesurado en su heroísmo, que era lógico, natural, que la mentalidad semirromántica de la época lo acusase y recogiese. Por otro lado, podemos apreciar en las citadas líneas cómo la Condesa, con un deseo loable de justicia, quiere asegurar por todos los medios que la caridad de Vaughan no caiga en el vacío, sino que llegue directamente, y sin más intermediarios, a los agraciados. Pero, además, anhelaba que su nombre y el de sus compañeros de infortunio no se hundiese en el olvido, de modo que al llegar a las manos del donante, historiador aficionado, y también a las de Southey, quedaran especificados para la posteridad.
No sabemos si la relación se envió. No hay indicios de ella. Relación que conoció Alcaide Ibieca, y que le sirvió para dar a conocer los nombres de algunos de los caídos en los Sitios.
Los nombres especificados en estas listas son de gente paisana, alistados provisionalmente; muy pocos debieron militar en el ejército regular. En ellas nada se dice de los valencianos, catalanes y murcianos que murieron en el segundo Sitio. Es obligado indicar cómo dichas relaciones, dadas por los párrocos, son desiguales, pues varias exponen bastantes datos: nombres del caído, de la viuda e hijos, lugar donde ocurrió su muerte, situación económica; pero otras (las de San Pablo) tan sólo ofrecen parcamente los nombres y los domicilios. A veces surge alguna noticia de los muertos en la liberación de Zaragoza en 1813. El Cabildo presentó, además, una relación de doscientas cuarenta y tres viudas exclusivamente, sin más datos complementarios. Los huérfanos, doscientos veinticinco.
Se observa que el Arrabal fue un barrio que padeció muchísimo en sus casas de labranza y bienes agrícolas. En cuanto al de San Pablo, quedó diezmado. Su lista de viudas y huérfanos es la mayor de todas las Parroquias, aunque posiblemente este barrio sería económicamente el peor dotado de Zaragoza.
Entre los casos más sobresalientes, cuyas familias se hallaban en la miseria, figura el de D. Francisco Antonio Gorria, proveedor de víveres de la División del General O’Neill, muerto en los primeros días del segundo asedio; el de D. Miguel Berges, fiel medidor del Almudí de la Ciudad, fallecido al terminar el primer Sitio a consecuencia de lo que habla sufrido en éste; el de Sebastián Valencia, arrojado al pozo de Cristobalillas, en la subida de la Trinidad, junto a la Universidad, atado de pies y manos; Jerónimo Medrano, cosido por las bayonetas francesas en Casablanca; Pedro Prucente, prisionero de los franceses cuando traía ganado para los sitiados en el primer asedio; la familia Edo, compuesta de dos hermanos y dos hijos, uno de ellos muerto frente al enemigo; el matrimonio Lacoma, fallecido en el primer Sitio dejando dos huérfanos; el molinero del Pilar, Francisco. Pérez, fallecido al intentar apagar el fuego de la Audiencia o Real Acuerdo, o Pedro Aranzá, muerto por equivocación al creérsele que era un francés, cuando combatía en nuestras líneas; los catorce del Arrabal prisioneros en Francia.
O aquel Manuel Lasala que en la plaza de la Magdalena, el 4 de agosto, resistió a los franceses con un cañón situado en la Puerta del Sol; Nicasio Machan y Pedro Salas, volados en la explosión del Seminario; Manuel Lasheras, Alcalde segundo de la Magdalena, muerto de pesadumbre al enterarse de la capitulación; «El Camorras», o Manuel de Gracia, acabado, por los franceses violentamente; Joaquín Gil Banero, muerto en el reducto del Pilar; Catalina Mondragón, con un brazo roto por los franceses al llevar la comida a su marido, Silvestre Pascual, el día 5 de agosto. En la miseria, igual que los demás, Dª María Peregrina Boggiero, “soltera, hermana del desgraciado, y digno -nos dice el párroco de San Gil, mosén Pedro Manuel Garcés-, de eterna memoria; el Padre Basilio Boggiero de Santiago, que murió gloriosamente; no tiene otro amparo y hoy está sin auxilio alguno». También la viuda de D. Pablo Ordóñez, teniente coronel del Primer Tercio de Voluntarios de Aragón. Y la del célebre capitán Fandos, que tuvo actuación brillantísima en el primer Sitio.
Nombres que nada dicen, que nada indican, que carecen de transcendencia, pero que son los de los héroes anónimos de la aportación popular de los Sitios. Constituyen un corte transversal de vidas y circunstancias digno de tenerse en cuenta. A los cuatro años de la capitulación son muchos hogares los que han quedado totalmente destruidos. La información parroquial puede tomarse como veraz, y nos cuenta la difícil situación económica y social de la Zaragoza de 1814. Problema hondo que percibe palpablemente la Condesa de Bureta y que quiere remediarlo, dentro de lo posible, con una distribución justa del donativo Vaughan.
(El artículo completo pueden consultarlo en la dirección: El donativo inglés
HOMENAJE A LAS HEROÍNAS DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA. 9 DE OCTUBRE DE 2016
PROGRAMA DE ACTOS
10:30 h. Comienzo del Acto. Desfile de
las Unidades militares.
10:40 h. Alocución inicial. Rondalla del
Royo del Rabal. Banda de
Guerra de la Brigada de
Caballería “Castillejos”.
11:00 h. Llegada de Autoridades a la
Plaza y comienzo del Acto oficial.
11:15 h. Entrega de la Distinción
“Heroínas 2016”.
11:20 h. Ofrenda de Coronas y flores.
Salvas de Honor.
11:30 h. Mientras las Autoridades realizan
una Ofrenda oficial en la Capilla
de las Heroínas, la Jota suena
en el exterior de la Plaza del
Portillo a cargo del Royo del
Rabal.
11:45 h. Desfile de las unidades militares
presentes en el Homenaje. Fin del acto.
Agustín Alcaide Ibieca. Historia de los dos Sitios que pusieron á Zaragoza en los años de 1808 y 1809 las tropas de Napoleón.
“…Continuad, pues, valerosos aragoneses con el ardor y noble espíritu de que estáis animados. Ved la conducta de la zaragozanas, que inflamadas todas del amor á su patria, su rey y su religión, corren presurosas á prestaros todo género de auxilio.”
“… ¿Y cuándo, y cómo se ha visto que
nos grupos de hombres, de los cuales
muchos no conocían el uso ni manejo del arma, mostráran un teson y energía semejante? ¿Cuándo que las mujeres llegáran hasta el pie del cañón, despreciando la muerte, para llevar municiones y refrescos á los artilleros? El entendimiento vacila, la imaginación se confunde. En este dia los habitantes de la capital se excedieron á sí mismos. ¡Ojalá tuviera cien leguas para ensalzar tantas proezas! Pero mis débiles acentos llegarán á la mas remota posteridad, y al recordarlas derramarán lágrimas de placer las generaciones venideras.”.
NUESTRAS CALLES. NUESTRA HISTORIA
Goya y Lucientes, Francisco de, avenida de: se localiza entre el paseo de Sagasta y la avenida de Valencia, atraviesa longitudinalmente gran parte de la zona de expansión arquitectónica del primer tercio del siglo XX zaragozano. Francisco de Goya nació en Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo de 1746. Murió exiliado en Burdeos el 16 de abril de 1828. Es suficientemente conocida y reconocida su obra para describirla aquí, incluyéndose en este callejero por la difusión que realizó sobre los horrores de la guerra en sus grabados Los Desastres de la Guerra. Fue por petición del general Palafox que lo invitó, entre ambos asedios, a venir a la ciudad y diera cuenta de lo que había padecido la ciudad.
Información extraída del libro “Zaragoza, las calles de Los Sitios”, cuya autora es Conchita Sánchez Rojo, que puede descargarse gratuitamente de nuestra web.
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