Alfonso Zapater
Artículo publicado en Heraldo de Aragón, en 2001.
Desde hace más de medio siglo se viene a vueltas con el Museo de los Sitios, que en realidad nació oficialmente el año 1947. Yo me ocupé de él veinte después de ser inaugurado por el general Franco en la Academia General Militar. Años más tarde, la Asociación «Los Sitios» se ocupó de este empeño que nació dependiente del Museo del Ejército. Todo un logro que merece le pena perpetuarse en nuestros días, como así está sucediendo
Resulta que el tema estaba ya de actualidad en 1967 y, por supuesto, muchos años antes, y todavía continúa en candelero. Yo me ocupé del Museo de los Sitios, por vez primera, cuando se hablaba de trasladarlo a la casa-palacio de Palafox. ¿Cómo? El proyecto consistía en recuperar las piezas dispersas, que andaban y andan por ahí, pertenecientes a la Guerra de la Independencia. En realidad, se desconocía por la inmensa mayoría la existencia del mencionado museo, por más que nació en 1947 y fue inaugurado personalmente por el general Franco. Por entonces dependía del Ministerio del Ejército y tenía vida oficial, según me informaron, por lo que recibía la correspondiente asignación económica para garantizar su mantenimiento.
Franco avaló su instalación en la Academia General Militar, que tan gratos recuerdos guardaba para él. Se recordaba en una plaza, donde se decía que las piedras históricas de Zaragoza, mordidas por las balas enemigas, representaban la mejor lección de heroísmo para los cadetes.
-Esta es la razón, y no otra, de que el Museo de los Sitios se instalara en la Academia.
Colaboraron en su creación prestigiosos militares como los generales Amado Lóriga y Artero Soteras (el primero, director del centro); el coronel Arauri; los tenientes coroneles Lafiguera y Felíu…
En 1967, veinte años después de que se pusiera en marcha la iniciativa, el Museo de los Sitios acaparaba nuevamente la actualidad zaragozana. Allí, en la Academia General Militar, tuvo su santuario de heroísmo la Guerra de la Independencia. Se trataba, pues, de volver a preguntar por las piezas dispersas para reconstruir, dentro de lo posible, la colección.
Muy pocos, sin embargo, tenían noticia de que el referido museo tenía vida oficial desde el año 1947, ya que la ciudad parecía estar al margen de todo ello.
-La verdad es que, al principio de ser creado, tuvo poca importancia. Tomó bastante impulso dos años más tarde.
-¿Qué piezas lo formaron?
– No sólo los recuerdos de la época, de carácter bélico, histórico y monumental, sino una completa biblioteca sobre los Sitios y el correspondiente archivo de documentos.
Me entretuve en examinar su portadocumentos giratorio, en el que se exhibían escritos firmados por Palafox, la Condesa de Bureta, Villacampa, Calvo de Rosas, Perena…
-La biblioteca albergaba más de cien volúmenes -me informaron-, casi todos ellos raros y curiosos, como el poema «La Iberiada», bellamente ilustrado con grabados de la época.
-Y queda claro que el Museo de los Sitios dependió siempre, como filial, del Museo del Ejército.
-Sí.
-¿Cómo es posible, entonces, que desapareciera, pasados los años?
-Ignoramos cómo sucedió.
En la memoria del XX curso de la Academia General Militar, correspondiente a los años 1948-1949, se cita esta relación de objetos que causaron alta en la histórica muestra: «Dos mesas-vitrina, portainstrumentos, óleo de Lorenzo Calvo de Rosas, cruz de la que pendió el Santísimo Cristo de los Sitios, escena representando un baturro, grabado francés del Sitio de Zaragoza, fusil de chispa, granada de artillería, acuarela representando uniformes de infantería de línea, otra de línea y dos más de húsar de María Luisa y caballería ligera, dos banquetas tapizadas, veinte granadas de la época, imagen de la Virgen del Pilar, medalla conmemorativa del centenario de Palafox, postales de los Sitios, dos floretes, cascos de granada y granada de artillería».
Asimismo, entre los documentos que yo tuve ocasión de examinar, destacaban los autógrafos respectivos del general Palafox, la Condesa de Bureta, el mariscal Saint Marc, el Barón de Warsage, Felipe Sanclemente, Manuela Sancho, Marquesa de Lazán, Pedro María Ric, Espoz y Mina, Doyle… La lista continuaba
-La obra del Museo -me hicieron notar- no es ajena a la labor de enseñanza de los caballeros cadetes.
-¿En qué medida?
– En tiempos, todas las clases visitaban estas instalaciones. No había mejor lección de heroísmo.
Sin embargo, llegó un momento en que el museo, desapareció, sin saber cómo ni por qué. Las piezas quedaron dispersas y parecía prácticamente imposible su reconstrucción. Había numerosos objetos procedentes de donaciones; otros estaban en depósito. No parecía probable que volvieran a dejar sus obras aquellos que se las llevaron.
El verdadero museo debió ser consecuencia del primer centenario de los Sitios, para tener, en cierto modo, garantizado su futuro. El de la Academia General Militar, dependiente del Museo del Ejército, acaparó muchas ilusiones iniciales.
-Se creó con fines educativos -comentaron los profesores de 1967- y debe permanecer aquí.
Unos y otros pensaban en recuperar aquella clase de heroísmo, que se había perdido sin razón aparente para ello. Los cuadros y grabados contribuían a crear el ambiente adecuado, como mejor marco a las piezas y objetos de la época. La Torre Nueva ocupaba un lugar de privilegio, para recordar que en ella se apostaba el vigía encargado de alertar, mediante el toque de campanas, de los ataques y bombardeos a cargo del ejército francés.
Efectivamente, el Museo de los Sitios daba la imagen de una gesta hasta en sus mínimos detalles. Sin embargo, no llegó a cumplir su misión más allá del centro castrense, los zaragozanos siguieron viviendo ajenos a la importancia y el significado de aquella realización. Posiblemente pensaban que el Museo de los Sitios debía estar mucho más cerca del pueblo, dentro de su propio corazón Y en eso no andaban descaminados.
Más bien al contrario.
Proyectaban instalarlo definitivamente en la Casa de Palafox.
Hubo un núcleo de profesores de la Academia que trabajó con entusiasmo para rehacer el Museo de los Sitios, con el proyecto de instalarlo en la Casa de Palafox. La iniciativa, entonces, se presentaba bastante difícil.
-Primero tendremos que recuperar las piezas y objetos dispersos -decían-; después, acordar con el Ministerio del Ejército su posible donación o entrega en depósito al Ayuntamiento de Zaragoza…
Así se planteó el tema para el futuro, sin saber a ciencia cierta por dónde empezar, porque había transcurrido demasiado tiempo de olvido y abandono. Incomprensiblemente, sucedió así.
Daba la impresión, a pesar de todo, de que la ciudad tampoco se mostraba muy interesada en contar con un museo como el de referencia, a pesar de su importancia histórica.
No obstante, en la Academia General Militar continuaron trabajando con entusiasmo para hacer realidad el empeño, convencidos como estaban de su trascendencia, además de constituir tan espléndida lección de heroísmo para los caballeros cadetes. Lástima que aquel interés no fuera compartido en sus momento por todos los zaragozanos, empezando por sus autoridades representativas.
Lamentablemente, los hechos así se vienen repitiendo con harta frecuencia. El pasado sólo sirve para ser cantado, sin pensar que es, también, el fundamento del presente.
EN EL TINTERO
Ciertamente, el Museo de los Sitios ha pasado por muchas fases, sin acabar de encontrar una solución definitiva junto con su destino apropiado. En realidad, tan sólo la Asociación “Los Sitios”, desde su constitución, se ha venido preocupando por el tema, así como por todo aquello relacionado con nuestra Guerra de la Independencia.
Se han dado pasos adelante, pero falta todavía recorrer mucho trayecto hasta llegar a la meta deseada, en el supuesto de que exista una meta posible. La verdad es que aquella época de referencia no encuentra hoy la réplica necesaria para que las nuevas generaciones tengan una idea más clara de nuestra historia, sin entrar ni salir en la discusión de los yerros o aciertos de antaño.
Cabe esperar, si acaso, que la proyectada exposición de 2008 sirva para reparar muchos fallos producidos. Ya en el primer centenario de los Sitios, en la exposición de 1908, se puso de relieve lo acertado de la medida, y el hecho marcó, indudablemente, el despegue urbanístico de la Zaragoza moderna. Aunque hubo algunos aragoneses, como Joaquín Costa, que no se mostraron de acuerdo con determinados alardes, tachando de «lamentable equivocación» a la Guerra de la Independencia. Pero ésta es otra cuestión que aquí no hace al caso.
En cuanto al Museo de los Sitios, hay que convenir en que su existencia tiene mucho de ilustrativa y enriquecedora para nuestra historia Por lo demás, todavía cabe recuperar material suficiente para engrandecerlo. No digamos ya con secciones como las referentes a biblioteca y documentación.
Aquí tan sólo me he propuesto dejar constancia, como cabe suponer, de que el museo en cuestión nació oficialmente en 1947 y que veinte años después había desaparecido en gran medida, por lo que un grupo de profesores de la Academia General Militar se proponía revitalizar el proyecto para proceder a su instalación en la casa-palacio de Palafox, donde a la sazón se ubicaba un colegio. Indudablemente, era el lugar más idóneo.
A pesar de todo lo expuesto, queda todavía mucho por conseguir. El esfuerzo merece la pena y es de esperar que se lleve a cabo por completo, no con más palabras sino con hechos.
Para ello, estoy seguro, no habrán de faltar colaboraciones desinteresadas de todo tipo, con los apoyos necesarios para salir adelante.
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