Muy de mañana tuvo el general París aviso de que había muchas tropas españolas en las inmediaciones de esta ciudad y que el general Mina había dormido en Alagón, pasado a Las Casetas y se encaminaba a Zaragoza con una muy gruesa columna de infantería, caballería y sus famosos lanceros por el camino de San Lamberto, al paso que por San Gregorio se dejaba ver una columna igual.
Antes de las ocho de esta mañana dio principio al fuego desde La Bernardona contra las tropas del coronel Colbert, cuyo fuego siguió sin interrupción hasta cerca de las ocho de la noche, así de cañón como de fusil, en el que mostraron las tropas al mando de sus dignos jefes los mariscales de campo don José Joaquín Durán, don Francisco Espoz y Mina, el brigadier don Julián Sánchez y el teniente coronel don Juan Antonio Tabuenca el mayor ardor, llegando hasta las mismas puertas de Zaragoza, batiendo a los decantados franceses de las bellas posiciones del Torrero y Casablanca, quedando dueños de casi todo el campo de la ciudad, sin temor a la gruesa artillería, pues llegaron a arrollarlos a tiro de cañón del castillo, desde donde disparaban con la mayor furia.
Tuvimos algunos heridos los españoles, pero fue mucho mayor el de ellos, que quedaron bien escarmentados de la acción que fue el preludio de nuestra libertad, ocupando los nuestros aquella noche todas las posiciones dichas, llegando a poner el comandante Tabuenca su tropa en Torrero y sus avanzadas en el molino de Cuéllar, y el general Durán la suya en la Casablanca con los demás oficiales y su tropa.
El general París salió a la acción y tuvo que retirarse al ver la furia tan terrible del fuego. Aquella misma noche tuvo consejo general en su palacio de todos los generales, franceses y españoles del convoy, intendentes y demás jefes, y en él determinaron la evacuación para el día siguiente. La noche se pasó quietamente sin dispararse un tiro por una ni otra parte.