Luis Antonio Pellicer Marco
Recogido del Boletín nº IV de I.C.B.A. “Alcañiz con el gobierno francés. 1808-1814”
Cortesía del autor.
LA “TIERRA BAJA” EN LA ÉPOCA FRANCESA
Desde los primeros momentos, al estallar la Guerra de la Independencia en Aragón, se vio de urgente necesidad aislar los prisioneros franceses que se capturaban en Zaragoza, de las posibles iras españolas. Es por ello que, desde la capital aragonesa, se vieron obligados a evacuar los presos que se hacinaban en la Aljafería, donde estaban recluidos y trasladarlos a otros puestos de retaguardia en lugar seguro, como es el caso del Castillo de Alcañiz.
El empleo masivo del fuerte alcañizano, viene a finales de Noviembre de 1808 con las primeras victorias en Zaragoza. Palafox, el 30 de ese mes, manda a Antonio Lacasa quien con 23 hombres del batallón Cerezo conduce hasta Alcañiz los prisioneros de la Aljafería y poco después, con el avance francés, se hubieron de trasladar a Tortosa:
El 26 de Diciembre de 1808, se organiza en Samper de Calanda un cordón defensivo para intentar defender y proteger la entrada a Zaragoza por esa parte y resguardar la entrada hacia el bajo Aragón, tierras abajo del Ebro.
El veterano coronel Pedro Elola formará alrededor de esta población el famoso “Cordón de Samper” que se extendería entre Vinaceite y La Zaida formando un refuerzo de voluntarios de retaguardia compuesto por cerca de 6000 hombres armados.
En Enero, el General Watier llega a Aragón con abundantes soldados e importantes efectos militares, con el fin de proveer víveres para los sitiadores de Zaragoza y antes de recuperarse los españoles, desde Fuentes de Ebro arremete contra el Cordón con 3000 infantes y 500 caballos, desbaratándolo ante la negativa de la población de La Zaida en suministrarlos.
Watier se dirige a la Puebla de Hijar en donde están retirados los de Vinaceite, todo el río Martín, mandado por Pedro Elola, sostuvo fuertes y vivísimos combates que duraron dos días, en donde quemaron el olivar, muriendo mucha gente.
Elola ante tal opresión y perseguido por el general francés, se tiene que retirar a Alcañiz, guarneciendo y armando la ciudad ante la inminente llegada de Watier.
El 19 de enero el Cordón queda destruido, las tropas españolas que subsisten tienen que replegarse a lugar seguro, dirigiéndose por el momento hacia Caspe y Mequinenza.
26 DE ENERO, EL SITIO DE ALCAÑIZ
El nuevo año trae consigo la capitulación de muchas poblaciones aragonesas. Zaragoza se rinde a los franceses; la entrada triunfante del Lannes, el día 4 de Marzo de 1809, hace destituir de su cargo al General Palafox. A lo largo de ese año, numerosas poblaciones se entregan también al todopoderoso Napoleón.
A finales de Enero de 1809, el ejército de Watier, que se haya instalado entre Hijar y La Puebla, decide continuar río abajo hasta llegar a Alcañiz con el fin de controlar los accesos del levante español
El francés seduce a los alcañizanos a tratar “asuntos de importancia” y manda hasta la población un emisario, el cual, es reducido a prisión por orden de la Junta Gubernativa local y dando como respuesta, la defensa de la población.
La guerra era inminente, la población quedó en estado de máxima alerta, las autoridades habían anunciado el estado de emergencia. La defensa de Alcañiz, con la apertura de zanjas y otros medios, debía de estar concluida, la junta de gobierno local lo acababa de aprobar:
“En este estado, se redoblaron las providencias de defensa, se convocaron a los habitantes de los Pueblos del Partido con sus armas, se comisionaron individuos para conducir Cañones de Mequinenza y para acopiar municiones y cuando apenas había reunidos en la Ciudad mil y quinientos paisanos, incluso doscientos de Albarracín (una compañía de voluntarios llamada “Serranos de Albarracín”) y cuatro o seis cajones de cartuchos de fusil, los más inútiles para escopeta, se presentó el General Watier con dos mil hombres de infantería y quinientos caballos, tres cañones y un obús en posición de atacar la ciudad”.
La defensa fue creada precipitadamente, poca gente y muy mal armada acudieron al toque de las campanas la mañana del 26 de Enero. Los 1.500 defensores, comandados algunos capitulares y dos oficiales retirados, apuraron sus fuerzas para intentar contener al enemigo, superior en hombres y efectivos:
“Como la ciudad estaba abierta en su mayor parte, salieron a recibirle a media legua 700 hombres con lanzas, escopetas y muy pocos fusiles, obligando a los defensores replegarse a la ciudad. Desde ésta se defendieron todo lo posible hasta que viéndose casi circunvalados y que el enemigo había penetrado por la parte abierta del matadero, les fue preciso huir y abandonar la ciudad. No obstante pasaron de 140 que sucumbieron al filo de la espada enemiga, personas de uno y otro sexo”.
Tres largas horas de ardiente fuego duró el asedio delante mismo de la población, fuertes peleas cuerpo a cuerpo se registraron por las calles alcañizanas al entrar los franceses, con actos heroicos por parte de algunos vecinos, defendiendo sus casas con sus vidas
Subió la infantería francesa, escoltados por la caballería de Watier, impetuosos por la calle Mayor, arrasando todo cuanto se les ponía delante, más de un centenar de vecinos quedaron muertos por las calles al arrollador paso francés. Durante la jornada se acertaron gestos heroicos pues, desde el balcón de una casa, Miguel Rufi con su escopeta de caza se defendió con fuego y sangre hasta su muerte. Desde la plaza Mayor, fueron dividiéndose los franceses, recorriendo las calles adyacentes Alejandre, Blasco y la del Carmen que fue foco de los asaltos y en donde en esta ultima otro héroe, Tomas Barreda, dejó su vida gritando desde su balcón y arcabuceando a todo francés que se le puso a tiro.
Aquella fatídica tarde del 26 de Enero de 1809, la tragedia hubo de cobrarse la paz y tranquilidad de los alcañizanos, los franceses ocuparon Alcañiz.
Después de este episodio bélico, escenas de sangre y desolación se estamparon por doquier, 400 hombres le costaron a los franceses y 140 defensores de Alcañiz que se convirtieron en aquella jornada en héroes; pero la crueldad estaba por llegar y en los días que precedieron a la ocupación, posicionados en el castillo alcañizano, les dio tiempo suficiente para despojar a la ciudad de todo su valor y en los dos meses de permanencia, les dio tiempo de saquear las casas, expoliar sus riquezas históricas, artísticas y religiosas que fueron usurpadas por la tenaz y obstinada resistencia de sus vecinos.
LA BATALLA DE ALCAÑIZ
En las inmediaciones de Alcañiz, casi a los pies de las puertas de la ciudad, entre suaves colinas y fértiles campos de cultivo, se desarrolló la mayor ofensiva española en el Bajo Aragón, ”La Batalla de Alcañiz”
Este enfrentamiento serviría para intentar frenar el avance francés por suelo aragonés y se convertiría en la mayor contienda de la historia alcañizana a cargo del ejército levantino del General Joaquín Blake, con tropas del su recién creado 2º Ejército de la Derecha, y con la ayuda del marqués de Lazan y su cuerpo de ejercito voluntariado aragonés, el día 23 de Mayo de 1809.Las personas que participaron la contienda fueron casi de 20.000 hombres entre los dos frentes que, esparcidos en varios ejes y en un campo de batalla hostil y abrupto, representaba un número de soldados considerablemente suficiente para que este enfrentamiento adquiriera tintes históricos importantes.
En el parte oficial de guerra que el general Blake escribió, relata los hechos de la salida de los franceses que ocupaban Alcañiz antes de la batalla:
“Con fecha de 21 del corriente mes de Mayo, la evacuación de Alcañiz por lo enemigos a sido un éxito y su retirada a Hijar, Puebla de Hijar, y Samper, en donde en este ultimo dejó un destacamento de consideración; el 21 envié a D. Casimiro Loy, teniente coronel de Húsares españoles con 800 caballos y 200 voluntarios de Valencia para un reconocimiento del enemigo, verificó, atacando Samper, retirándose a la Puebla de Hijar”.[1]
El mariscal Luis Gabriel Suchet, como General en Jefe del ejército francés en Aragón, se pone al mando del “III Cuerpo del Ejército”, que comandaba Junot en Zaragoza. El Mariscal, encuentra en sus filas una desastrosa situación de su tropa; de los 26.000 hombres que la componían, 13.123 están hospitalizados o en mal estado.
Suchet con 39 años, sin ser oficial de carrera, pero con excelente experiencia militar y mejor estratega, llevará incluso a devolver la confianza al III Cuerpo, a la que la llamó “maquina de guerra”.
Con este ejército, aun supo rehacer la muy buena organización en sus filas y posteriormente, una justa administración en el territorio que le tocó gobernar.
El Mariscal se entera en Zaragoza de las maniobras que se desarrollan en Alcañiz, la concentración de tropas venidas de Valencia y Murcia que amenazantes intentarán acercarse a la capital. Sin perder el tiempo y con toda la premura que le es posible, organiza su ejercito para enfrentarse cuanto antes con Blake.
Suchet da orden de formar para el enfrentamiento armado, la mayor parte de contingente de tropa de la IIª División Musnier, con el general Fabre a la cabeza y reforzar la Iª División del general Laval, expulsado de Alcañiz por Blake, donde se había hecho fuerte días antes y se encontraba en esos momentos en las alturas de Hijar para, desde allí, poder concentrar el mayor volumen posible de fuerzas francesas y ayudadas por la magistral caballería de Watier.
Dando noticias de ello y de que las tropas enemigas ascendían al número de 3.500 soldados que venían desde Zaragoza, completaban la ofensiva francesa en 10.000 infantes, 800 caballos y 12 piezas de artillería; con tales nuevas, se preparó en nuestra ciudad, lo que fue la “Gran Batalla de Alcañiz”.
Lo que sucedió aquel 23 de Mayo de 1809, lo relataba un periódico alcañizano en su edición especial de 1909, anunciando que tales acontecimientos fueron de unas proporciones enormes, presentando unos caracteres espectaculares y que dio como resultado una verdadera e importante batalla.
Se hace imprescindible por tanto, hacer una descripción lo más fiable posible del terreno en cuanto a la época para poder situar donde y como se desenvolvió la batalla:
“Asienta la ciudad en la orilla derecha del río Guadalope, sobre el declive de un cerro que corona el Castillo. Este río lame las faldas del cerro y el pie de las murallas que circundan la ciudad, la separa una serie de colinas que cubren la margen izquierda con un caudal suficiente como para servir de obstáculo sin el puente que lo atraviesa, a excepción de algún vado. Las colinas de Perdiguer y de las Horcas (Capuchinos) hacen, aún si cabe, defensa natural que obstaculiza la entrada a la población. Más lejos se encuentra la atalaya de Pueyos (lugar de la contienda, en donde está la ermita, patrona de Alcañiz) y surcada la vega por un caudal de riego, perdiéndose al Norte con una ancha Laguna hacia la Estanca. A las espaldas de Pueyos, se elevan otras colinas como el corral de la Mano y el cerro de Sta. Bárbara, otras más al norte están las peñas de Borrita (a unos 10 km. de la ciudad) en donde estaban desplegada la avanzadilla del ejército español, la llanura que resta atraviesan dos canales acuíferos con acequias y caminos de Zaragoza y Caspe”.[2]
La defensa española corrió a cargo del general Blake, el cual tenía situadas todas sus fuerzas por los promontorios más inmediatos de Alcañiz. El “Cerro de Pueyos”, centro neurálgico de la contienda, fue donde se registró el grueso de la batalla y donde estaba apostado el general Areizaga, con los tercios de Aragón:
“La vega de Alcañiz está rodeada de montañas a varias distancias de la posición que ocuparon las tropas, algunas accesibles con caballería, para impedir al enemigo el paso, se colocaron 2.000 hombres de los batallones de Daroca, reservas de Aragón, Tiradores de Murcia y el 2º de Voluntarios Aragoneses al mando del general de Campo Juan Carlos Areizaga”.
En las alturas de “Tiro de Cañón”, la más cercana a la línea de fuego, se colocó el teniente coronel Pedro Tejada con sus infantes compuesto por un batallón del regimiento ”Fernando VII”, 300 hombres del Batallón de Voluntarios de Valencia, dos compañías de granaderos del regimiento de América y otras dos de granaderos suizos de Traxler.
A la izquierda del cerro mencionado y más al Sur de esta zona, quedaban las fuerzas del general Pedro Roca, defendiendo la entrada a la ciudad por el centro de la vega alcañizana, con dos baterías apoyadas en el “Cerro Perdiguer” cerrando la retaguardia. Más avanzado y cubriendo el flanco, quedaba el coronel Martín González de Menchaca con la caballería y su columna, al abrigo de unos olivares.
En el flanco izquierdo de esta colina, en unos campos de olivos, quedó la caballería del brigadier Miguel Ibarrola:
“En los olivares de la izquierda se pusieron tropas ligeras de Vanguardia, la caballería compuesta por dos escuadrones del Regimiento de Santiago, otro de Húsares españoles y otro de Olivencia, los cuales pretendían evitar el enemigo por el frente entre el camino Zaragoza”.
Y en el centro del campo de batalla, junto a la entrada de la ciudad, estaba establecido Blake y su Segundo el maques de Lazán, apostados en el “Cerro de las Horcas”, contando también con dos baterías de artillería del brigadier Martín García Loigorri, lugar exacto en donde, con prodigios heroicos, salió a recibirle con valor a los franceses en los mismos pies de los cañones para ser derrotarlos impunemente allí mismo.
Aunque los franceses disponían de más jinetes y mucho más preparados en la guerra, la empresa fue en si muy atrevida, porque al estar éstos en aquellas desfavorecidas posiciones, se desprendió la osadía de sacar provecho de la empresa de Blake tanto militar, ya que podría dar ánimo y fuerza en las comarcas, como en el ámbito político. Nicolás Sancho, en su libro contaba de esta manera la batalla.
“El ataque fue terrible e impetuoso, salvo una pequeña reserva que con su caballería dejó Suchet como punto de apoyo, empleó todas sus fuerzas alentándolas con su presencia y la de los generales Fabre y Laval. Estaba en este punto el General en Jefe (Blake) con el grueso de la tropa y seis piezas de artillería; de nuevo intento subir (los franceses) a Pueyos atacando el centro también y tener el Guadalupe a su espalda; juzgó que no quedaba más recurso que vencer o sucumbir con ignominia”. “Pelearon valerosamente consiguiendo su gloria; dejando el campo cubierto de cadáveres y sobre todo por la acequia del estanque (la Estanca) próxima a la cruz de las Heras, en la que murieron dos compañías de Polacos (soldadosapoyados a Francia), los cuales audazmente se dirigían por ella, como a cubierto para poner a retaguardia a los nuestros”.[3]
A las seis de la mañana, Suchet se acerca con su ejército a Alcañiz, se hace visible la posición española, desde allí toma la iniciativa desplegando sus fuerzas en dos grandes ejes. La división Musnier, mandada por el general Fabre, dirige la incursión por centro de la vega alcañizana situándola en el punto denominado “Cerro del Hambre” con la intención de penetrar de frente y poder entrar en la ciudad.
El brigadier Laval dirigiría las fuerzas por el norte, en dirección a Pueyos, para atacar con dos columnas las posiciones españolas; una columna lo haría por la derecha situándose en el llamado “Cerro del Portel” y la otra lo haría por el flanco izquierdo con el propósito de envolver con las tropas la colina de Pueyos para neutralizarla.
El avance francés se hace muy enérgico en los primeros momentos; el ataque precedido de fuertes guerrillas, fue rechazado por Areizaga y su ejército que, ayudados por un obús al efecto, defendía la colina, replegándose los franceses por esta acción en orden y algunas bajas hasta la primera posición:
“De 900 a 1000 granaderos franceses que la componían, con arma en mano, paso de ataque y gritos horribles, llegaron hasta el pie de las alturas del puesto y la columna desapareció en pocos minutos”.[4]
Blake por su parte, avistado el poder enemigo, con el primer encontronazo y viendo el número y superioridad de las primeras ofensivas francesas, las tropas españolas se vieron forzadas a replegarse hacia Pueyos protegidos por las baterías del cerro que guarnece Pedro de Tejada en el cabezo de Tiro de Cañón:
El Mariscal francés, decidió dar un segundo asalto en dos ataques decisivos sobre los flancos españoles; Fabre a la cabeza con casi mil hombres del 1º regimiento de “Vístula” ataca al cerro Perdiger, en donde está Menchaca y debido a la resistencia a los pies de la colina, se tiene que replegar a sus anteriores posiciones. Laval, mientras tanto, hace la incursión por el cabezo de Tiro de Cañón, defendido por Roca hasta la colina de Pueyos en donde se realizaron fuertes combates.
Blake mandó salir al coronel Menchaca del flanco izquierdo para que impidiese el asalto de Pueyos a cargo del 2º brigada de Cazadores de Valencia y el 1º de voluntarios de Aragón que seguidos de la caballería llegaban hasta el caserío de “Tella”,muy próximo a la colina, descargando contra los franceses al descenso de Pueyos.
Blake, con esta maniobra, ordenó un segundo ataque con la caballería por la parte Norte, entre Zaragoza y Caspe, que guardaba Areizaga. En ese cambio de posición, se encontró con una descarga de la infantería francesa, situada en la falda del “Cerro el Portel” y obligó a defenderse, hiriendo al brigadier Ibarrola que la mandaba; no pudiendo hacer nada se replegó algo desordenada, pues la caballería Imperial les intentaba arremeter y no pudiendo resistir la carga se retiraron al abrigo de los infantes de Menchaca.
El mariscal Suchet, no perdiendo la esperanza de conseguir el triunfo con que inaugurar su mandato sobre Aragón, recapacitaría para una nueva y decisiva intervención por el centro en donde, abierta la línea, intentaría con una maniobra preparatoria, esperar agrupar a toda la fuerza española a la vista y poder atacarla así impunemente frente a el.
Una gruesa columna de 2.000 infantes, de tropas frescas que no habían intervenido aun en combate, compuestas por el 114º regimiento de “Línea” y de la 1ª de “Vístula”, guiada por el valiente general Fabre, arremetió contra los españoles mientras los demás cuerpos franceses controlaban a jaque, en fuego oblicuo, las restantes posiciones de las alas españolas del frente:
“Arma al brazo, con gallardo continente y resuelto paso, avanzaron los Imperiales por el llano, sin alterar un instante su correcta formación, a pesar del fuego de la artillería e infantería españolas que hacían más vivo y certero a medida que se iban aproximando; más nada contiene la furia francesa y arrolladas las guerrillas caían los enemigos sobre el cerro de las Horcas, manifestando su confianza en la victoria por hurras y entusiasmo que les animaba, cuando a pocos pasos de las piezas, vacila la columna, se detiene y entrega momentos después a la fuga más desordenada. El fuego vivísimo del los infantes de Saboya, América y Valencia, y sobre todo la metralla de la artillería española, brillantemente dirigida por el brigadier García Loigorri y servida con una firmeza, serenidad y sangre fría imponderables, habían barrido materialmente las primeras fracciones de la columna y desbaratando las demás, dando victoria a las nuestras” .[5]
El episodio final corrió cargo de un batallón del 2º regimiento de Valencia, descargando la artillería cuando tan solo se hallo el enemigo en las mismas bocas de los cañones de Loigorri, dejando desecha la columna francesa que intentaba romper la línea y entrar de este modo a Alcañiz para quitar toda esperanza de retirada; pero la resistencia fue tal que contando casi con la victoria, los franceses tuvieron que retirarse a sus posiciones en desorden y dejando el suelo sembrado de cadáveres.
Siete horas de ardiente fuego duró la contienda, quedando los ejércitos divididos y a la vista. Suchet, derrotado, fue reuniendo las tropas que aún le quedaron en las alturas que ocupaban. Mientras tanto los españoles, maltrechos también por la gran ofensiva, no se atrevieron a seguirles; al caer la noche, el ejército francés quedaba reunido y se retiró hacia sus posiciones estratégicas de Samper.
Las pérdidas humanas fueron considerables:
“Recorrido al amanecer, el campo de batalla, se encontraron 500 cadáveres enemigos, principalmente en las acequias de riego; según las gentes, han abandonado en su huida y los heridos que han hecho transportar, se puede calcular la perdida de 2.000 hombres” .[6]
Los españoles, sin embargo, perdieron 300 soldados entre muertos y heridos.[7]
Nicolas Sancho, cifra el número de 1.000 muertos y 40 prisioneros:
”Quedó el campo cubierto de cadáveres y sobre todo del estanque próximo a la Cruz de las Eras en el que murieron dos compañías de polacos” (soldados que apoyaban a los franceses).
De estos sucesos se da cuenta de cierta crítica hacia Blake, con fundada prudencia, de su indecisión por no perseguir en su retirada las fuerzas francesas y así poder aniquilarles definitivamente, proclamándose un victoria triunfal; tal vez debido a la situación crítica española, inferior de soldados y la poca caballería preparada que poseía, para ir en pos de una persecución del enemigo. Esta justificación la expresa el propio general en el informe de guerra que envió posteriormente al monarca Felipe VII.
Sin embargo la batalla se ganó, los franceses se replegaron a lugar seguro en donde tenían sus antiguas posiciones, trasladándose una semana después las tropas, bastante desmoralizadas a Zaragoza sin tan siquiera dar noticia de los sucesos:
El ejército de Blake, se estableció en Alcañiz durante seis días hasta restablecer la normalidad y organizar su ejército, marchando a Caspe el 30 de Mayo en donde, con un desfile militar, hizo celebrar su victoria.
El brigadier Loigorri, obtuvo a primero de Junio siguiente, el empleo de mariscal de campo y posteriormente la cruz laureada de San Fernando que brilló en el uniforme del cuerpo.
Fernando VII, por Real Orden del 14 de mayo de 1815, premia al Ejército de Aragón con una condecoración oficial por la batalla presentada al mando de D. Joaquín Blake el 23 de mayo de 1809, en la que derrotaron a las fuerzas francesas de los generales Laval y Suchet en Alcañiz. La medalla, consta de aspa de cuatro picos esmaltados en rojo y separados por llamas de color fuego, surge de un centro ovalado que presenta las siglas «F. VII» sobre campo blanco, con una orla con la inscripción «Al-ca-ñiz». En la parte superior una corona de laurel y la anilla que la sujeta a la cinta también de color rojo
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[1] Archivo Histórico Municipal. Periódico” ALCAÑIZ 1909”. En el “Conmemorativo a la fecha del 23 de Mayo” Sobre una publicación de la época con título “Acontecimientos ocurridos en Aragón en la guerra con Francia”, posiblemente escrito por un tal Schépeler decía:“Acantonados los franceses en Hixar, La Puebla y Samper, esperaban los refuerzos de Zaragoza; y los españoles de Valencia. Entretanto Blake destacó al regimiento de caballería de Santiago, para que reconociese a Samper, que fue evacuado y volcados los ranchos. No teniendo otro objeto, pidió raciones para regresar a Alcañiz; y habiendo vuelto los franceses a Samper, arcabucearon a su Alcalde por las raciones que habían dado”.
[2] A.H.M. Periódico “Alcañiz”(23/4/1909). nº 2. pag.1-3.
[3] SANCHO MORENO, Nicolas. “Descripción Histórica de la Ciudad de Alcañiz”.
[4] A.H.M. Periódico “Alcañiz”(23/3/1909). pag. 1-3. Sobre documento de Blake.
[5] SORANDO MUZAS, Luis. “La batalla de Alcañiz del 23 de Mayo de 1809”.
[6] Sobre el documento del archivo del nieto de Blake.
[7] Joaquin Blake, hijo del general en jefe, calcularon 2000 las pérdidas francesas; Toreno da la de 800; Schépeler dice que los españoles encontraron más de 500 muertos. Tomado del libro de Domingo Gascón.