Artículo realizado por Guillermo Carranza e Iván Heredia, autores del libro:
Crónicas Malleneras del notario Don Vicente Pérez Petinto
I Premio en el XXV concurso de investigación sobre Borja y su comarca, (2002).
1808. La guerra contra el francés: Violencia y represión en Mallén
Generalmente, cuando se estudia la historia de la llamada “Guerra de la Independencia” en Aragón, se hace especial hincapié en el relato de los diferentes “sitios” que sufrió Zaragoza, y los heroicos comportamientos que protagonizaron sus ciudadanos hasta que definitivamente la ciudad fue conquistada. Pues bien, en este sucinto trabajo queremos dejar constancia de que el llamado Primer Sitio de Zaragoza, no fue el primer acto bélico que se produjo en tierras aragonesas, sino que hubo otras localidades que anteriormente ya habían sido sitiadas y atacadas por las tropas francesas antes de llegar a la capital aragonesa. En esa guerra Mallén fue la primera localidad aragonesa que sufrió el acoso del ejército del general Lefebvre, el primer pueblo de Aragón en sufrir la extrema violencia practicada por las tropas francesas.
El sitio de Mallén
El 7 de junio de 1808, el general del ejercito francés Lefebvre salió de Pamplona con unos cuatro mil hombres en dirección a Zaragoza. Pero antes de llegar a su destino los franceses tuvieron que enfrentarse a diversos obstáculos.
El primer problema se les presentó en Tudela, donde unos días antes sus habitantes se habían alzado en armas instados por las promesas del general Palafox, quien se había comprometido a facilitarles armamento para luchar contra el ejército invasor. Pero los días pasaban y las armas no aparecían. Los nervios se adueñaron de algunos sectores sociales de la localidad que comenzaron a pensar en huir antes de la llegada de los franceses, confabulaciones que ocasionaron las detenciones de algunos personajes considerados tibios por los más patriotas. La tensión se ralentizó cuando el 6 de junio el general Palafox envió a su hermano, el marqués de Lazán, al mando de un tercio de paisanos, cuatro cañones, un gran número de fusiles y municiones.
Una vez en Tudela, a las tropas aragonesas se incorporaron algunas huestes de José Obispo, llegando a conformar un destacamento de unos cinco mil hombres en total, cuyos combatientes eran, en su mayor parte, campesinos inexpertos, mal armados, mal vestidos y sin instrucción.
El día 8 de junio y tras un breve enfrentamiento, los aragoneses se retiraron. El marqués de Lazán pretendía establecer su cuartel general en Mallén, pero la llegada de un emisario francés le hizo reconsiderar su decisión y ordenó que el emplazamiento se instalara en Alagón, desde donde coordinaría a sus tropas. Después, el hermano de Palafox se dirigió hacia la Villa de Mallén, llegando a la misma el 11 de junio. Parte de las tropas marcharon hacia Borja a las órdenes de su hermano Francisco y, posteriormente, Lazán envió un destacamento a Tarazona por si había que atacar la retaguardia del enemigo. Mientras tanto se recibió pólvora, 50.000 cartuchos y con ellos se municionaron los 3 ó 4.000 hombres que le quedaban al marqués tras un primer choque bélico.
En la tarde del 12 de junio las tropas francesas llegaron a las lindes de la Villa de Mallén, siguiendo el camino principal que atravesaba el corredor del Ebro en dirección Zaragoza. Como dice H. Lafoz, “la posición de esta villa, en una colina accesible a la caballería y a la artillería, no era nada ventajosa”, factor que llegó a facilitar el ataque enemigo. A pesar de todo, las tropas aragonesas, sitas entre Mallén y Tudela, salieron al encuentro de los franceses. Pero la tarde caía y los franceses, precavidos, optaron por fijarse en su campo. El combate se postergaba así hasta el día siguiente.
Al amanecer del día 13, la presión francesa obligó a las tropas aragonesas a replegarse desde sus posiciones en la ribera del río La Huecha y el cerro de El Convento, hacia la población. Mallén había sido sitiado por las tropas galas. Mientras el ejército de Lefebvre se disponía para iniciar una ofensiva sobre el pueblo, las tropas dirigidas por el marqués de Lazán se prepararon a conciencia para defender la plaza. Los franceses atacaron por el frente, pero los escasos recursos, tanto humanos como materiales de los que disponían las fuerzas aragonesas, unidos a la inexperiencia en la lucha, hicieron que Mallén fuera tomada sin muchos problemas por las huestes de Lefebvre. Entre tanto la plaza de la iglesia parroquial se había convertido en un improvisado hospital, al acoger a los heridos que entraban del frente de batalla.
En un último intento por evitar la caída de Mallén, Lazán pretendió mantener el orden y procuró que sus hombres continuasen firmes en sus posiciones. El resultado de dicho esfuerzo fue fútil, ya que los fusileros acabaron abandonando el campo y Lazán a duras penas pudo llegar al río Ebro para huir en un barquichuelo. Muchos de los defensores fueron abatidos a tiros por los caminos cercanos a la población. Mallén había sido conquistada por el ejército francés.
Efectos de la derrota. La represión de los vencedores
Después de la escaramuza bélica y una vez aplacada la resistencia de las tropas aragonesas, los franceses entraron en el pueblo. El general Lefebvre dejó en el castillo mallenero que pertenecía a la encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén, unos cien hombres de infantería y doce de caballería. Cuando quedó asegurado el dominio francés en la villa, Lefebvre continuó su viaje hacia la capital de Aragón no sin antes pasar por Gallur y saquearlo; el día 14 de junio llegó a Alagón, lugar elegido por Palafox para parar los pies a los franceses. Las fuerzas aragonesas fracasaron en su intento y se replegaron hacia la ciudad. Al día siguiente, 15 de junio, dio comienzo el Primer Sitio de Zaragoza.
Mientras tanto, las tropas instaladas en Mallén se dedicaron a imponer su orden, una férrea disciplina, ejerciendo una brutal represión que fue más allá del saqueo. En un principio las huestes galas fueron casa por casa requisando muebles, ropas, joyas y todo tipo de objeto valioso o útil para su estancia en la villa, o para uso de su ejército. Un ejemplo de estas actuaciones lo tenemos en el expolio del domicilio del notario Vicente Pérez Petinto, ausente en aquellas fechas de la villa a igual que otros muchos vecinos, que huyeron pocos días antes, intuyendo la inminencia de un ataque francés. Por otro lado, los invasores obligaron al concejo y a los ciudadanos a proporcionarles alimentos para el sustento del ejército. Durante el tiempo que duró la guerra, la administración francesa organizó en Mallén un punto de recogida de provisiones que incluían los pueblos contribuyentes y auxiliares a esta Plaza como punto militar de Gallur, Novillas, Bureta, Alberite, Magallón, Agón, Bisimbre, Fréscano y Tauste.
Los saqueos y la obligación de dar alimentos a la guarnición gala produjeron un profundo malestar social. Por miedo a posibles actos rebeldes de los malleneros, los franceses ejercieron una violenta represión en la localidad llegando a efectuar una serie de fusilamientos, además de llegar a violar la pureza de las mugeres y de encarcelar en la cárcel municipal a numerosas personas pudientes y miembros del ayuntamiento. Esta política de detenciones, ejecuciones y violaciones las podemos considerar como castigos ejemplares que cumplieron en nuestra opinión dos funciones básicas. En primer lugar, intimidar a la población emitiéndoles el mensaje de que si no se rebelaban y cumplían lo dispuesto por la nueva autoridad no tenían nada que temer por su vida. Es decir, los franceses atemorizaron a la población para garantizar en un principio el orden. Y, en segundo lugar, los fusilamientos sirvieron para deshacerse de elementos disidentes que pudieran alterar su orden. Algunos de los malleneros que habían luchado con Lazán fueron pasados a fusil, aquellos que alzaron la voz contra el francés fueron asesinados. El saldo de la guerra fue muy negativo para esta localidad. Según relata F. Córdoba en su “Manlia y Mallén”, en esta localidad hubo 51 muertos a causa de la guerra y posguerra, 21 de los cuales fueron fusilados por el ejercito francés.
Otra manera de garantizar su orden y su poder, lo consiguieron prohibiendo la realización de los oficios eclesiásticos, mientras usaban la iglesia como caballeriza. Este acto se puede tildar de antirreligioso, recordemos que Francia desde su revolución en 1789 se constituyó como un país laico. Pero, más allá de estas consideraciones, también hay que pensar que el cierre del templo religioso obedecía a una cuestión de seguridad, ya que se impedía de esta manera la reunión de los malleneros y, por lo tanto, cualquier posible alteración social, cualquier acto de rebelión de la comunidad.
En este régimen de miedo, represión y de sometimiento a las nuevas autoridades extranjeras vivió la mayoría de la población mallenera, exceptuando aquellos afrancesados que durante los primeros días de junio de 1808, y como evidencia el testimonio de Miguel Sola recogido por H. Lafoz, deseaban la llegada del orden francés; en un escrito desde Mallén y con fecha del 3 de junio denunciaba a siete individuos del mayor carácter del pueblo, quienes a través de sus conservaciones y expresiones que manifestaron en público templando a todo el pueblo para coger las armas contra los franceses. Estos personajes afirmaron que estarían muy bien con el código de Napoleón y se reunían todos los días en unos bancos que hay en la plaza del pueblo para hablar sobre el particular. Decían también que era tontada el que en Zaragoza se levantasen y en otras capitales, que ellos se estarían quietos y a quien obedecerían sería al Gran Duque de Ver, y mil espresiones contra España y contra la Patria. El informe acababa manifestando una gran preocupación porque estos ímpetus tienen mucho partido en el pueblo, como que son los principales de él.
Como se observa, este grupo de afrancesados pudo ser vital, por un lado, para atemperar los ánimos de lucha del pueblo a través de su propaganda, que además de criticar profundamente el orden corrupto de la monarquía española, dibujaba un nuevo orden de libertades con la llegada del francés y sus revolucionarios códigos. Por otro lado, los afrancesados de Mallén pudieron ser el elemento clave para el ejercicio, por parte de las tropas francesas, de una represión eficaz y ejemplar que borrase del mapa a una serie de personas que pudieran ser elementos de resistencia para la ocupación francesa.
En Mallén se libró la primera batalla en tierras aragonesas durante la guerra contra el francés. La pérdida de esta plaza por parte de las tropas aragonesas abrió el paso al ejército francés para la conquista de Zaragoza.
La estancia de los franceses en Mallén perduró durante toda la contienda, hasta que el 23 de agosto de 1813 las tropas de Mina lograron desalojar el castillo de sus defensores galos, tras varios días de acoso. Tal fue la crueldad sufrida por la población mallenera durante toda la guerra, que al día siguiente de su liberación decidieron demoler el castillo, piedra a piedra, para evitar la ocupación de cualquier otro ejército.
Iván Heredia Urzáiz
Guillermo Carranza Alcalde
Para saber más:
LAFOZ, Herminio, La guerra de la Independencia en Aragón. Del motín de Aranjuez a la capitulación de Zaragoza. IFC, Zaragoza.1996.
LAFOZ, Herminio, Los Sitios: Zaragoza en la Guerra de la Independencia (1808-1809), Edt. CAI. Col. CAI 100, Zaragoza.
CARRANZA ALCALDE, Guillermo: Historia de Mallén. Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 1988.
HEREDIA URZÁIZ, Iván, CARRANZA ALCALDE, Guillermo, Crónicas malleneras del notario don Vicente Pérez Petinto, Mallén, 1764-1814, C.E.S.B.O.R. Borja, 2003.
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