JOSÉ CAMÓN AZNAR
Artículo publicado en Herado de Aragón el 11 de octubre de 1953.
Recopilado por Juan Domínguez Lasierra en Heraldo Domingo el 17 de agosto de 2003.
Palafox invitó a Goya a trasladarse a Zaragoza y pintar el heroísmo de sus habitantes.
El pintor, al estampar los horrores, los condenaba ya para todos los futuros.
Uno de los aspectos de la obra de Goya que más puede interesar a Aragón es el de la serie de grabados publicados con el título «Los Desastres de la Guerra». Unos a otros se repiten todos los que desde Beruete se han ocupado de estas láminas. Y aparte de la evidencia de la tragedia de la guerra tan drásticamente desvelada por Goya, quedan todavía muchos puntos por aclarar en la interpretación de estos geniales dibujos, donde la capacidad criminosa del hombre se lleva a todos los extremos. Se ha repetido que el motivo inicial de estas creaciones fue su visita a Zaragoza. ¿Pero y la localización de las láminas?.
Este problema no ha sido demasiado insistido al tratar de esta serie. Y sin embargo el lugar en que Goya sitúa estos episodios es fácil deducirlo de las fechas y escenografía de estos grabados. En primer lugar hay que afirmar que Goya no se sitúa como espectador desapasionado, constatando horrores y martirios, sino con ira de patriota, eternizando con su genio los atropellos y violencias de la soldadesca napoleónica.
No hay en estos dibujos ninguna veleidad de transigencia con el invasor. La publicación por el señor Sambricio del expediente de purificación de Goya, prueba que éste estuvo desafecto a la causa napoleónica a través de todo su dominio.
Palafox invitó a Goya a trasladarse a Zaragoza y pintar el heroísmo de sus habitantes. Y Goya debió de llegar a nuestra ciudad en octubre de 1808. Y aquí estuvo entre el primero y segundo Sitio. Al comenzar éste se marchó de Zaragoza y se fue a Fuendetodos y otros lugares de Aragón.
Era un enigma la desatención de Goya por este episodio de Zaragoza, el más sublime de la guerra napoleónica y en el que forzosamente por sangre y encargo tenía que estar interesado. Y en la serie de “Los Desastres de la Guerra» tenemos su ilustración, su reflejo en unos dibujos que han sabido recoger lo más trágico y miserable de sus luchas. Hay en la inspiración de estos trabajos una rabia heroica que sólo esta ciudad pudo inspirar.
Es el de esta serie un ambiente demasiado directo y unas crueldades demasiado copiosas para ser fruto del capricho. Goya recorrió las tierras aragonesas empapadas en sangre y en visiones de muerte. Y su lápiz no hizo más que repetir los espectáculos macabros que tenía ante su vista y las sugerencias directas que recogió en este viaje. Sólo en Zaragoza pudo contemplar los efectos de obuses que al caer derrumbaban los pisos de una casa precipitando a sus habitantes como en la lámina 30 «Estragos de la Guerra».
Sólo aquí existieron escenas como la del núm. 24, con los soldados heridos aprovechados para nuevas acciones de guerra. Y es muy posible que el núm. 28 sea una ilustración de los invasores arrastrados por las calles de Zaragoza. La localización es precisa en el núm. 7, en el que se reproduce a Agustina de Aragón, al disparar el único cañón que quedaba útil en la Puerta del Portillo, alegorizando genialmente este episodio. Y muy singularmente en la estampa 44, con la declaración paladina de «Yo lo vi».
Es el éxodo de un pueblo a la llegada del invasor. Pues bien, este pueblo es Daroca, perfectamente caracterizado por la línea de murallas y fortificaciones que aun hoy se encuentra de una manera semejante y adonde seguramente iría Goya, pues tenía allí, en estos años, parientes cercanos y de su mismo apellido. Había uno de esta época que se llamaba Francisco Goya. Quizá fuesen primos hermanos, pues el abuelo de Goya procedía de Fuentes de Giloca, pueblo cercano a Daroca. En esta lámina se puede perfectamente distinguir a un hombre con calzón corto y traje popular aragonés. Y aun se puede aducir, como prueba del recorrido de Goya por las tierras de Aragón, los dos cuadritos con las escenas de la fabricación de pólvora y pertrechos en la sierra de Tardienta.
Otro asunto del que no podemos esbozar ahora sino su planteamiento, es el de la adscripción de las láminas de esta serie que descubren escenas de hambrientos. Desde que Beruete adujo un texto de Mesonero Romanos en «Memorias de un setentón», en el que se describen las escenas del año del hambre en Madrid en 1811-1812, ya todos repiten la misma alegación y consideran a estas láminas inspiradas en los padecimientos del pueblo de Madrid.
A ello se oponen fuertes reparos. El primero de ellos la inconsecuencia de que al descubrir Goya los horrores de la guerra en Aragón descuidara de anotar los terribles efectos del hambre. Esta fue tan asoladora que fueron sus padecimientos el factor principal de la rendición. Y otra razón técnica. Goya prepara con estos dibujos un álbum con una numeración correlativa, distinta de la actual. Después varió esta ordenación borrando a veces los números primitivos.
Y en esa primera numeración los grabados referentes al hambre, aunque en su mayoría estaban reunidos al final, había bastantes mezclados con otros episodios y aun algunos colocados en los comienzos de la serie.
Y los dos grabados firmados y fechados en 1810 aparecen detrás de otros con protagonistas famélicos. Es difícil, pues, que se refieran a acontecimientos madrileños posteriores a ese año. Además, a pesar de que no hablan de ello los que han estudiado esta serie, es evidente que estas láminas no describen sólo los dramas del hambre, sino también reflejan las víctimas de la peste. Esta peste hizo estragos durante los Sitios de Zaragoza, llenando de cadáveres los carros y amontonando las víctimas, tal como lo dibuja Goya.
En resumen, hay que decir que esta serie de “Los Desastres de la Guerra» describe gráficamente la invasión napoleónica en Aragón con sus tragedias y sus heroísmos y es uno de los testimonios más claros del patriotismo de Goya que, al estampar esos horrores, los condenaba ya para todos los futuros.
Más información y todos los grabados en la web de la Biblioteca Nacional