ASOCIACIÓN CULTURAL LOS SITIOS DE ZARAGOZA

Santiago Gonzalo y Francisco Escribano

Artículo publicado en la revista CREA Magazine, número 12 (octubre de 2006)

Los orígenes

Desde la subida al trono en 1788, Carlos IV mantuvo una actitud oscilante en sus relaciones con Francia. En 1793, en tímida colaboración con los intentos de restauración borbónica, inició contra la República Francesa la llamada Guerra de la Convención o del Rosellón. Tras una desafortunada campaña, la paz de Basilea (1795) y el posterior Tratado de San Ildefonso (1800), firmado ya con Napoleón, obligaron a España a colaborar con los esfuerzos de guerra del país vecino. Por esa razón, nuestra escuadra luchó junto a la francesa en Trafalgar (1805).

En 1806 Carlos IV, cada vez menos entusiasta con la expeditiva política hegemónica de Bonaparte, intentó romper la alianza. Napoleón lo resolvió forzando el Tratado de Fontainebleau de cooperación militar, que le permitió alejar a nuestro ejército hasta Dinamarca y sustituirlo por una fuerza de “protección” de 130.000 soldados franceses. El primer contingente, veinticinco mil hombres al mando de Junot, cruzó el Bidasoa el 18 de octubre de 1807, para invadir Portugal.

Con la familia real prisionera en Bayona en abril de 1808 y Murat dueño de Madrid (nombrado Teniente General del Reino por el propio Carlos IV, y por consiguiente al mando absoluto del ejército), la brutal represión del levantamiento del 2 de mayo dejó a España inerme en manos de José I, instaurándose así la dinastía Bonaparte.

Zaragoza resiste: comienza el Primer Sitio

Para asegurar sus comunicaciones, el ejército francés necesitaba dominar el importante enclave que suponía Zaragoza. Y allí se dirigió el general Lefebvre-Desnoüettes a primeros de junio de 1808.

En Zaragoza mientras tanto habían sucedido importantes acontecimientos. Las noticias de los sucesos de Madrid habían creado en los ciudadanos una firme convicción de resistencia. El 24 de mayo estalló la sublevación popular que depuso al Capitán General Guillelmi, obligándole a entregar el arsenal de la Aljafería, 25.000 fusiles y 65 piezas de artillería. El brigadier José de Palafox, de la zaragozana casa de Lazán, que en aquel momento se hallaba en La Alfranca (localidad próxima a la capital) comisionado desde Bayona precisamente para sublevar Aragón, fue aclamado como Capitán General y posteriormente legitimado por el órgano máximo de la ciudad, el Real Acuerdo.

El Palacio de los Condes de Morata o de los Luna, conocido popularmente como “la Audiencia”
y actualmente sede del Tribunal Superior de Justicia de Aragón. En 1808 era la Capitanía General.

Palafox inició de inmediato los preparativos para la defensa. Se encuadró a los hombres en Tercios, y mientras se fortificaba la ciudad se los instruyó de forma tan apresurada como entusiasta. Con tan improvisada tropa salió al encuentro del ejército francés. El primer choque sobrevino en Tudela el 8 de junio, siendo desbordados los españoles por la experimentada caballería francesa. La derrota se repitió sucesivamente en Mallén el 13 de junio y en Alagón el 14. Fracasado este último intento de detener el avance del enemigo, Palafox se encerró en la ciudad con el resto de su castigada tropa, a la espera del milagro.

El día 15 de junio, Lefebvre llegó ante Zaragoza. Seguro de su rápida victoria, inició un ataque de distracción por el Portillo, para concentrar el verdadero asalto en las Puertas del Carmen y de Santa Engracia (actual Plaza de Aragón). Pero la respuesta de los defensores le sorprendió totalmente. La acción se conoce como “Batalla de las Eras”, y tras todo un día de lucha el ejército francés tuvo que retirarse a los altos de Casablanca con un elevadísimo número de bajas y sin haber podido perforar la defensa.

Fallada la viva fuerza, Lefebvre decidió rendir Zaragoza por asedio. Una vez llegado de Pamplona el imprescindible refuerzo de hombres y material, sometió a la ciudad a un prolongado e intenso bombardeo, e intentó de nuevo el asalto el día 2 de julio con resultado igualmente infructuoso. En tan heroica jornada destacó la hazaña de Agustina Zaragoza y Doménech, Agustina de Aragón, que tomando la mecha de la mano de un artillero caído junto a su cañón, lo disparó sobre el tropel de infantes que ya penetraba por el Portillo, permitiendo que fuese taponada la brecha.

Ante el adverso resultado, los franceses reanudaron el cruel bombardeo, que de forma ininterrumpida fue desmontando las defensas de una Zaragoza cada vez más debilitada. El día 4 de agosto se inició por diferentes puntos el asalto definitivo, que a pesar de la encarnizada resistencia, esta vez sí fue progresando. Cuando ya todo parecía perdido, un supremo esfuerzo de los defensores detuvo al invasor. El punto máximo de penetración fue el ahora popular “Tubo”, en el corazón de la ciudad, donde la calle “4 de agosto” recuerda tales hechos. Rechazados los franceses de nuevo hasta el otro lado del Coso, no volverían a cruzarlo.

Porque mientras tanto, al haber sido derrotado Dupont en Bailén (el 22 de julio), la amenaza que suponía para Madrid el victorioso Ejército de Andalucía decidió a José Bonaparte a evacuar la capital y replegarse tras el Ebro. Como consecuencia, y para proteger su flanco izquierdo, ordenó levantar el asedio de Zaragoza y agrupar fuerzas en Tudela. El día 13 de agosto la ciudad amaneció libre de invasores.

Sin embargo, a pesar del comprensible júbilo desatado, a nadie engañó la retirada. Todos sabían que los franceses iban a volver. En diciembre de 1808 la ciudad de Zaragoza sería sometida a un segundo asedio, que resultaría definitivo.

Anverso y reverso de la Cruz de Distinción del Primer Sitio de Zaragoza (creada por reales órdenes de 30 de agosto y 12 de septiembre de 1814, y 25 de marzo de 1817). El ejemplar que se muestra está transformado, pues en lugar de la corona real debía llevar una “olímpica” (hojas de laurel) y en el reverso la inscripción era: “EL REY A LOS DEFENSORES DE ZARAGOZA”.

Más información en:  Las condecoraciones de Los Sitios

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