Programa nº 9
Emitido el 22 de noviembre de 2007
Interviene: Luis Sorando
LA 2ª BATALLA DE TUDELA
Batalla de Tudela, el reverso de Bailén
Artículo publicado en el Diario de Navarra el 23 de noviembre de 2007
GERMÁN ULZURRUN
El noviembre aciago de 1808
Noviembre de 1808 fue un mes aciago para las armas españolas tras las severas derrotas ante los franceses en las batallas de Burgos (Gamonal), Espinosa de los Monteros, Tudela y Somosierra.
Napoleón había decidido ocuparse de acabar con la resistencia española de una vez y afianzar en el trono de manera definitiva a su hermano José. Para ello preparó una gran ofensiva que borrara la humillación sufrida el 19 de julio en los campos de Bailén (Jaén), en los que el general Castaños obtuvo la capitulación de Dupont.
Pierre-Antoine Dupont al frente de 22.000 hombres tenía órdenes de enlazar con la escuadra francesa fondeada en Cádiz. De camino se enteró de la revuelta madrileña del dos de mayo, y poco después de que el almirante inglés Collingwood había rendido la escuadra francesa. Errabundos por Andalucía los hombres de Dupont terminaron cansados, sobrecargados de botín y lejos de donde pudieran recibir refuerzos hasta caer en la ratonera de Bailén.
Al saberlo el nuevo rey José I, hermano de Napoleón, abandona precipitadamente Madrid hacia Burgos, donde se siente inseguro y prefiere retirarse hasta Miranda de Ebro. Los franceses levantan el I Sitio de Zaragoza y el Mariscal Bon Adrian Moncey toma sólidas posiciones en Navarra. Pamplona es su Cuartel General y la línea defensiva principal sigue el curso del Arga, con Milagro como posición avanzada.
El abandono de Tudela, con su puente sobre el Ebro y el Canal Imperial que permite el transporte hacia Zaragoza, irritarán a Napoleón que decidirá colocar al mando en esta zona de operaciones de la futura ofensiva al mariscal Jean Lannes, más joven y expeditivo.
El 3 de noviembre Napoleón llega a Bayona a la cabeza de 200.000 infantes y 50.000 caballos, divididos en 5 cuerpos de ejército. El emperador se dirige por Vitoria hacia Burgos.
Los españoles, en desacuerdo
La constitución de una Junta Suprema Central de la Regencia, con disensiones y rivalidades en el generalato español desde el primer momento, delegó en Castaños la coordinación de las operaciones. Se quiso organizar un gran ejército de medio millón de hombres y sólo se consiguió movilizar poco más de la quinta parte. Su logística fue un desastre y carecían de lo elemental. El avance español fue muy lento y los franceses se pudieron reorganizar.
A los navarros les tocaba oír, ver y callar. Con los ocupantes sólidamente instalados desde el mes de febrero y siendo ruta de paso obligada en el eje París-Madrid no quedaba mucho margen para la discrepancia. Habían observado impotentes cómo los franceses se apoderaban en febrero de la Ciudadela sin disparar un tiro con la añagaza de la «batalla de las bolas de nieve». El marqués de Vallesantoro, como virrey, y la Diputación habían procurado evitar cualquier altercado que perturbase el orden y cuestionara el respeto y la integridad de la propiedad privada.
La Diputación se da a la fuga
La victoria de Bailén supuso el redescubrimiento del patriotismo por parte de los diputados navarros, que se dieron a la fuga en busca de las líneas del general Castaños, asentado en el eje Logroño-Tudela.
El intento de la Diputación de crear 4 batallones con 1.200 voluntarios cada uno fue vano. Sí pudo obtener 250.764 reales es forma de préstamos y 72.366 como donativos, de los que casi dos tercios de la aportación correspondían a 9 vecinos de la Ribera. Al final el esfuerzo movilizador navarro en Tudela, al margen del dinero, se redujo a 11 combatientes y 6 capellanes.
Movimientos previos de tropas
Castaños disponía de 26.000 hombres, de los que 3.000 eran de caballería, e inicialmente los distribuyó desde Logroño a Tudela en la orilla derecha del Ebro. Por encima de la otra margen del río operaba Palafox con 15.000 soldados que pusieron en fuga a tropas adversarias desde Nardués-Aldunate, en las estribaciones de Loiti, hasta Monreal.
El francés Moncey conforme preparaba la ofensiva trasladó su Cuartel General a Tafalla. De forma progresiva los franceses bajaron hacia Logroño. En su camino limpiaron un puesto avanzado español establecido en Lerín, con un asedio que duró del 25 al 27 de octubre. La posición, defendida por los Tiradores de Cádiz, mandados por Juan de la Cruz Mourgeon, aguantó hasta agotar las municiones y en su capitulación recibieron honores militares.
Desde la cercana Lodosa Pedro Grimarest no supo apoyar eficazmente a los Tiradores de Cádiz y al saber que Juan de Pignatelli evacuaba Logroño se planteó replegarse en dirección a Calahorra.
La rendición de Pignatelli cuando 700 de sus hombres defendían adecuadamente el puente de Logroño y la situación no era especialmente crítica indignó a Castaños, que disolvió la División.
Con el VI Cuerpo del Ejército francés, mandado por Ney, asentado en Logroño, Castaños no tiene más remedio que acortar su línea defensiva en la que Tudela ocupará siempre la posición derecha.
Ney, camino de la retaguardia
Mientras, Bonaparte no perdía el tiempo. Ordena que Lannes pase a comandar el III Cuerpo, que llegue a Lodosa el día 21 para preparar las tropas y salir el 23 hacia Tudela. Jean Lannes, duque de Montebello, , cumpliría las órdenes con adelanto sobre el calendario previsto.
El mariscal Ney, por su parte, había abandonado Logroño, donde Castaños supone equivocadamente que permanece, y por Valdezcaray se incorpora al grueso del Ejército que marcha sobre Madrid. Sin embargo, en Aranda de Duero recibe la orden de dirigirse a través de Burgo de Osma hacia Soria y buscar la retaguardia del Ejército del Centro.
A Castaños le descubre la jugada el obispo de Osma. Antes de refugiarse entre los pinares sorianos consigue hacer llegar al general español una carta avisándole del movimiento francés. Castaños procede a girar su línea del frente y hace rotar a sus unidades del eje Calahorra-Tudela al de Tarazona-Tudela para recibirles de frente.
Disensiones en el mando
La reunión preparatoria de la batalla tiene lugar la tarde del 22 en el palacio del marqués de San Adrián. Asisten Castaños, los dos hermanos Palafox, Coupigny y el coronel inglés Thomas Graham en calidad de observador, con la ausencia del conde de Montijo. El general José Palafox pretendía libertad de maniobra, no unir su suerte a la del Ejército del Centro y replegarse sobre Zaragoza para defender desde allí Aragón. Castaños sostenía que ambos Ejércitos deberían trabajar conjuntados y que en caso de repliegue habría de ser hacia el sur, a zonas costeras que permitieran recibir ayudas por mar de América e Inglaterra.
En medio de la discusión llegan informes de la aproximación francesa. Están en la línea del río Alhama y han ocupado Alfaro, Corella y Cintruénigo. Urge cerrar la línea de defensa y finalmente Palafox cede, no sin antes desligarse de cualquier responsabilidad de lo que pudiera ocurrir. A media noche en El Bocal monta en un lanchón que por el Canal Imperial le traslada a Zaragoza. Castaños ha de cerrar a toda prisa una línea y decide hacerlo sobre el curso del río Queiles.
Comienza la batalla
Tras concentrar las tropas en Lodosa, pasar revista y asumir el mando supremo, Lannes no pierde un minuto. Antes de la cuatro de la mañana del día 23 los franceses salen de Alfaro. El mariscal francés pretende evitar que los españoles lleguen a volar el puente de Tudela, vital para las comunicaciones, el futuro asedio de Zaragoza y el tránsito a Madrid. De amanecida una avanzada francesa de infantería ocupa la cima del cerro de Santa Bárbara. Además se ha rechazado con fuego de fusilería una patrulla de dragones a caballo que querían entrar por la calle de los Pelaires.
Castaños ha de tomar disposiciones sobre la marcha. La primera que los hombres más a mano, que eran los de la V División, mandada por Roca, sean lanzados en masa y reconquisten Santa Bárbara, donde ahora se levanta el monumento al Sagrado Corazón. Los tiros y el barullo ponen en aviso al ejército de Aragón, acampado al otro lado del río, de que empieza el combate antes de lo previsto. Apresuradamente cruzan el puente sobre el Ebro y se sitúan al sur de la ciudad, en el extrarradio.
El gran hueco del centro
En su panorámica Lannes ha reparado en las alturas de Santa Quiteria, Cabezo Malla -donde hoy se levanta el Hospital Reina Sofía- y San Juan de Calchetas. La caballería de Lefebvre-Desnouettes conocía el terreno por haber luchado allí en junio. Al comenzar el ataque no dio tiempo siquiera a que llegase el otro gran contingente del IV Cuerpo, procedente de Corella, ni estaba dispuesto a esperar a Ney, que se había entretenido 48 horas en Soria capital.
A Maurice-Mathieu le ordena que insista sobre Santa Bárbara hasta su conquista. La caballería de Colbert se dispone a maniobrar sobre Cascante y Urzante, para tener en jaque a la División del andaluz Manuel Lapeña. Y ordena que se penetre por Murchante para ocupar las alturas entre Cascante y Tudela.
Cuando Castaños observa la maniobra francesa trata de contenerla con dos acciones. En la primera pide a Felipe Saint-March, lugarteniente de Palafox, que se apodere de Santa Quiteria, como hizo, y que Juan O Neille ocupe Cabezo Malla. En segundo término comunica a Lapeña que debe moverse desde Cascante hacia Tudela, y que Grimarest apoye desde Tarazona hacia Cascante.
La posición de Lapeña en Cascante era sólida para la defensa, ya que tenía emplazadas 18 piezas de artillería. Pero con la caballería francesa en frente temía ser atacado de flanco si se desplazaba, con lo que se limitó a enviar dos batallones hacia Urzante.
Mientras, en Tarazona, Grimarest oye el tronar de los cañones pero sigue a la espera de la llegada de Ney y allí permanecerá hasta bien entrada la tarde.
La línea española estaba sin cerrar en el centro y esa deficiencia terminaría por pagarse muy cara.
Astucia cuando falla la fuerza
Cuando Lannes constata que no puede dominar las alturas en torno a Tudela busca en el recurso de la astucia lo que no encuentra en la fuerza. Así que fija el objetivo de impedir que Lapeña se aproxime al centro y trata de encaramarse a Santa Bárbara como sea. Lo conseguirá por un lugar que los españoles consideran inaccesible. Desde el barranco de el Cristo unos pocos hombres se deslizan por donde ahora discurre el ferrocarril Zaragoza-Pamplona, llegan a la acequia del molino de la Mejana, que circunda la ladera. Trepan con agilidad la escarpadura y sorprenden a los soldados levantinos de Roca, que temen verse rodeados y de los que se apodera el pánico. Eran las dos y media de la tarde y los soldados españoles comienzan a huir por la calles de Tudela.
Los franceses aprovechan la sorpresa y toman con rapidez la ciudad y el puente intacto.
Ahora todo ha cambiado. Y para colmo de males la caballería de Lefebvre ataca decididamente Santa Quiteria. La derecha del ejército español, temiendo verse envuelta, se deshace.
O»Neille y Saint-March tratan de replegarse lo más ordenadamente posible camino de Zaragoza.
Castaños decide, por su parte, que el ejército del Centro se retire hacia Borja y luego Calatayud. Cree que aún tiene una última oportunidad de marchar hacia Sigüenza para ayudar en la defensa de la capital. De camino sabrá que la resistencia de Benito San Juan en Somosierra ha sido rota por Napoleón. Por ello conducirá a sus hombres camino de Cuenca.
Mal que bien, Castaños consigue sacar con vida y fuera del frente de combate al 85% de los efectivos que enfrentaba a Lannes. La bajas españolas en Tudela se sitúan entre 3.000 y 3.300 (el 20% muertos y el 80% heridos) y unos 1.300 prisioneros. Por parte francesa se registraron 44 muertos y 513 heridos.