La muerte del General Lacoste supuso una verdadera conmoción en las filas francesas, por tratarse de un acreditado jefe de Ingenieros, apreciado por sus tropas y amigo personal del Emperador. La muerte de ninguno de los varios miles de caidos franceses muertos durante los Sitios tuvo, ni remotamente, la repercusión de éste, hasta el punto de que Napoleón expresó públicamente su dolor por tal pérdida y que su nombre fue grabado en el arco de triunfo de París; su busto en mármol pasó a figurar en la galería de los héroes, en el Palacio de Versalles.
General, Coronel de Ingenieros y Ayuda de Campo del Emperador Napoleón, participó en los asaltos de El Cairo, San Juan de Acre (imperio otomano) y Gaeta en Italia; se distinguió en Friedland, donde fue herido, y en el Sitio de Dantzing (III-V-1807). Conde del Imperio desde junio de 1808, participó en los dos Sitios de Zaragoza, hasta su muerte.
Lejeune
Avant de quitter Valladolid, le Prince Berthier me conduisit chez l’Empereur, qui me faisait demander pour me remettre un duplicata de l’ordre qu’il avait envoyé au maréchal Lannes. Il lui donnait le commandement en chef du siège de Saragosse, et il me chargeait d’inviter le maréchal à presser cette opération de tout son pouvoir; il me donnait en même temps la mission d’y contribuer comme officier du génie, en me plaçant à ce sujet sous les ordres de son aide de camp, le général Lacoste, commandant le génie du siège.
Brand 23-I
That same evening at a particularly exposed point – I was now a connoisseur of trenches – I came across Lacoste, the General of Engineers, in deep conversation with a man in an unadorned green coat and not wearing a sword. The two of them were studying the city through their telescopes without paying the slightest attention to the bullets and roundshot that were raining all around. The man with Lacoste was none other than the marshal himself. He eventually seemed to realise the danger they had placed themselves in and said out loud, ‘They’ve seen us, come on’.
Lejeune 1-II
Menos feliz que Sangenís, Lacoste, abandonado de la fortuna, que le había protegido en los asaltos del Cairo, de San Juan de Acre (imperio otomano) y en los de Gaeta, en Italia, debía caer en tierra extranjera, lejos de su padre y de su esposa adorada, sin otro consuelo que el honor de morir por su patria en suelo extraño…….Descendiendo conmigo de nuestro campo del monte Torrero, el 1º de febrero, hacia el mediodía, su alma grande se expansionaba, hablándome de su joven esposa a la que adoraba y de la cual el deber le había separado, hacía un año, a los cinco días de contraido su matrimonio. Deseaba vivamente, me decía, abandonar la corte imperial, para entregarse a las dulzuras de una vida tranquila, embellecida por los encantos de su compañera, por la presencia de su padre querido y por los hijos que esperaba de aquella dulce unión ; y hablando así de un porvenir risueño, del que me hacía tan deliciosa pintura, llegamos a las baterías …..recorrimos al principio todas aquellas ruinas sangrientas recientemente conquistadas por Haxo, y desde allí nos fuimos a encontrar a Prost en el ataque del centro.
Lacoste, por un sentimiento lleno de humanidad, lamentaba la suerte de los desgraciados enemigos que morirían en la explosión que se había preparado, y para intentar que se alejasen los españoles ocupados de la defensa de esas casas que iban a rebentar, hizo emplazar varios morteros tras un muro muy cercano a esas casas, e hizo lanzarles algunas bombas. En ese momento una bala atravesó el bulto de lana que nos escondía, rozándole la frente y llevándose un rizo de sus rubios cabellos Riéndose de este incidente, y recordando la conversación que habíamos tenido bajando del monte Torrero me dijo « Encore si ces cheveux étaient pour elle ! », y nos separamos para presentarnos cada uno en nuestro puesto.
Me había ordenado que no diese fuego a mis hornillos hasta dos minutos después de haber oido la explosión delos suyos, la cual debía tener lugar dentro de un cuarto de hora de nuestros relojes, que tuvimos cuidado de poner acordes. Mis disposiciones estaban tomadas, toda mi gente escuchaba, y habían pasado cerca de 40 minutos sin que hubiera oido nada. Mandé averiguar la causa de esa tardanza y volvieron apresuradamente a decirme que todo se había llevado a cabo de diez o doce casas voló por el aire y oimos un ruido sordo y ahogado. Cuando la pólvora se disipó lo bastante para que pudieramos distinguir los objetos y reconocerlos, lanzó Prost los soldados polacos al ataque. Lacoste y Valazé llegaron en aquel momento para presenciar la acción. Subimos a la ventana de una casa vecina con el fín de poder dominar los escombros. Los gritos de ¡ hurra ! ¡hurra !, que dirigíamos a los polacos para que siguieran adelante, atrajeron la atención de los españoles, y por unos pequeños agujeros casi invisibles nos enfilaron dos balazos que hirieron en la frente al General Lacoste y al capitán Lalobe que nos había seguido. Este último murió en el acto, y Lacoste no sobrevivió más que algunas horas.
Esta desgracia afligió a todo el ejército, el cual lo idolatraba ; el mariscal Lannes, compartiendo el duelo general, anunció al Emperador la pérdida que habiamos sufrido de aquel docto ingeniero, cuyo talento fecundo en iniciativas y cuyo espíritu jovial y sereno aún en medio de los más grandes peligros, aseguraba el logro de cuantas empresas acometía.
Józef Mrozinski
En el ataque central se volaron, gracias a las minas, unas casas cercanas a Santa Engracia. El capitán Zukowski, con los granaderos, y el capitán Milberg, con la infantería ligera del primer regimiento, entraron enseguida. Los españoles ocupaban los edificios contiguos a las ruinas y ya tenían en ellos preparadas las aspilleras, desde las cuales iniciaron un intenso fuego. La compañía de infantería ligera no encontró la brecha en el lugar que tenía indicado y tuvo que retirarse corriendo bajo el fuego y tomar otra dirección en su ataque. El sargento Kowalczuk vió durante la retirada que el oficial que le seguía se había quedado erntre los escombros y que los españoles desde detrás de las paredes abiertas por las minas saltaban hacia el. El sargento dió la vuelta y, arma en mano bajo la granizada de balas, esperó hasta que el oficial salió de los escombros. Tras un largo combate fueron tomadas dos casas en ruinas.
Ese día nuestro ejército sufrió su pérdida más dolorosa. El general de ingenieros Lacoste, que participaba en este ataque fue alcanzado por una bala y pereció. El coronel Rogniat le sucedió en el mando.
Belmas
A la derecha de la calle Santa Engracia, habían tomado, sin mucho esfuerzo, desde la mañana, dos casas en la pequeña calle que le era paralela y que desembocaba frente al convento de las hijas de Jerusalén. Colocaron en una de estas casas doscientas libras de pólvora para poder extenderse a derecha e izquierda tras la explosión, que derribaron las casas vecinas. Dos compañías del primer regimiento del Vístula avanzaron entre los escombros y se adueñaron de la isleta entera hasta la calle que se encontraba en la prolongación de las de las Municiones. El general Lacoste, que había subido a una ventana frente al lugar de ataque para arengar a los Polacos, fue alcanzado por una bala en la cabeza, por lo que murió algunas horas más tarde. Su pérdida fue muy sentida por todo el ejército. Su lealtad, su franqueza y su fuerte espíritu le hicieron gustar tanto de su actividad, su brillante valor y su capacidad militar por lo que era admirado. En esta jornada que, a los franceses costó tan cara, perdieron además, seis hombres, entre ellos un oficial adjunto del estado mayor y, quince hombres resultaron heridos, entre los que se hallaba un gastador.
Diario del sitio
1-II.-Ataque de Centro
Por la mañana tomamos, sin encontrar resistencia, dos casas hacia la derecha, pero temimos una trampa tendida por el enemigo y colocamos 200 libras de pólvora para derrotarlos y ganar más fácilmente el resto de la Isleta.
A la izquierda extendimos el ramal comenzado la víspera 33 pies.
A mediodía prendimos fuego a derecha e izquierda, a izquierda, entre la 2ª y la 3ª paralela hasta la muralla, se derribó encima de muchos enemigos; el incendio ocasionado por la explosión nos impidió cruzar los escombros por lo que nos quedamos en nuestra posición.
A la derecha, 4 casas quedaron derribadas, y nos adueñamos del resto de la Isleta por medio del asalto.
Es allí, donde se vivió el dolor de ver al General Lacoste, recibir una herida mortal cuando ordenaba las últimas disposiciones del asalto; algunas horas más tarde lo perdimos para siempre.
En este día, que tan caro nos costó, perdimos a algunos granaderos y voltigeurs polacos que quedaron fuera de combate así como dos gastadores que resultaron heridos.
Brand
El 1 de febrero, la noticia de la muerte del general de ingenieros Lacoste produjo una consternación general, incluso entre los simples soldados. Era este un hombre de un gran mérito y de una amabilidad singular, sabiendo a la vez hacerse obedecer y amar. Su sucesor fue el coronel Rogniat , el que tan vivamente atacó a Napoleón después de su caida. Este oficial, aunque inteligente, no estaba ni con mucho, tan bien visto de los soldados como Lacoste. ….
Rogniat (sucesor de Lacoste)
En el centro se hicieron volar dos hornillos, uno a la derecha y otro a la izquierda de Santa Engracia, y los polacos se adueñaron de varias casas a continuación de esta doble explosión. Este día fue un día de duelo para todo el Ejército: el bravo e intrépido general Lacoste recibió un golpe mortal marchando a la cabeza de las tropas para tomar unas casas abiertas por una mina. Su lealtad, su franqueza y su hermosa alma le hacían querido, así como su actividad, su valor brillante y sus conocimientos militares le hacían ser admirado. Su pérdida dejó largo pesar en el corazón de sus amigos.
Belmas
Carta del príncipe Berthier, mayor general, al mariscal Lannes, duque de Montebello.
París, 10 de febrero de 1809.
Señor duque de Montebello, el Emperador ha recibido vuestras cartas del día 30. Lamentamos muy sinceramente al bravo y excelente general Lacoste: es una verdadera pérdida. S.M. aprueba la idea de marchar lentamente y con método hacia Zaragoza, empleando bombas, el cañón, y sobre todo, la mina, que produce un efecto terrible sobre los sitiados y conserva a las tropas de sitio.
INSCRIPCIÓN ARCO DE TRIUNFO, EN PARIS:
38 LACOSTE: André Bruno de FRÉVOL de LACOSTE,
général de brigade, tué au siège de Saragosse
(Pradelles 14.6.1775 – Saragosse 2.2.1809)
Cuadro en el que aparece Lacoste:
Episode du siège de Saragosse: assaut du monastère de San Engracia, le 8 février 1809
Depuis 1808, l’Espagne était livrée à une guerre complexe et cruelle entre les occupants français et les révoltés animés d’un fort sentiment dynastique (attachement aux Bourbons), national (haine contre l’occupant) et religieux (Napoléon était volontiers perçu comme un ennemi du catholicisme). Après une victoire assez facile sur les troupes régulières espagnoles, les Français se trouvèrent en présence d’un corps expéditionnaire anglais, et surtout de guérilleros qui les contraignaient à maintenir des troupes d’occupation nombreuses. Après un premier échec, l’armée française investit Saragosse qui fut conquise maison par maison. Lejeune dépeint dans L’Assaut du monastère de San Engracia l’acharnement de la lutte et les motivations du peuple espagnol. La guerre d’Espagne fut en effet la première des guerres nationales ; les estampes de Goya en reflètent le caractère acharné et les horreurs.
Les souvenirs des guerres napoléoniennes sous la Restauration demeurent parmi les plus fortes sources d’inspiration du romantisme. Lejeune, officier autant que peintre, nous livre ici une peinture à la fois autobiographique et historique. La nostalgie de la grande épopée impériale, associée à une analyse critique des sauvageries de l’Empire, fait de cette pièce un document exceptionnel tant pour la compréhension de la guerre d’Espagne que pour celle de la Restauration. L’atrocité du siège de Saragosse devint légendaire en même temps que s’affirmaient, à l’époque romantique, le goût et l’admiration pour une Espagne pittoresque que les artistes commençaient à découvrir. Plus qu’une simple remémoration du siège de Saragosse, cette composition de Lejeune semble un ex-voto expiatoire pour un épisode dépourvu de la noblesse de tant d’autres hauts faits des guerres napoléoniennes.
Comme le rapporte le texte du livret du Salon de 1827 (n° 674): “Les Aragonais, réfugiés dans cette ville, les femmes, les soldats dirigés par Palafox, la défendent avec un courage héroïque ; dans chaque maison ils combattent de chambre en chambre et jusque sur les toits; des coups de fusil partent encore du haut de la tour de San Engracia ruinée par notre artillerie qui vient de renverser une partie du cloître de cette église pour nous ouvrir un passage. En pénétrant par cette brèche, l’auteur, qui avait été blessé une heure auparavant à l’assaut du couvent de Saint-Augustin, reçoit une seconde blessure et tombe au pied du général Lacoste, et du colonel Valazé qui l’aide à se relever. La statue est celle de la vierge Maria Mercedés qui prie le Seigneur de pardonner aux meurtriers de son fils ”. Lejeune a offert la place d’honneur de sa composition aux combattants aragonais, mais sans doute est-ce l’inscription latine Miserere domine…, lisible sur le socle de la statue, qui confère au tableau tout son sens.
Información recopilada por Luis Sorando