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María
Josefa Rosa entra a formar parte de la familia cristiana
el 7 de Noviembre en Villafranca del Penedés (Barcelona)
para crecer en ella con una fe sencilla u fuerte. Dios la
quiso preparar desde su infancia y su vida estuvo llena de contrariedades, cambios de domicilio, muerte temprana de sus seres
queridos.
Aunque no fuese lo normal sus padres deciden llevarla
al colegio de la enseñanza en Barcelona motivados por
la agudeza y precocidad de su ingenio, principalmente por
su piedad.
Dios quiso cruzar los caminos de María Rafols y el
sacerdote Juan Bonal, estaban reparados para hacer un
proyecto de caridad para dotar a los hospitales de gente
con vocación que quisieran dedicar su vida a los
enfermos, dementes, niños expósitos, etc…
UNA
EMPRESA ARRIESGADA
El
Padre Juan Bonal prepara una expedición a Zaragoza
formada por doce jóvenes mujeres y otros tantos
varones. Al frente del grupo femenino, y con sólo 23
años, está María Rafols. Llegan el 28 de diciembre de
1804 en una noche lluviosa después de recorrer 300
kilómetros en carro y dejando toda su gente y vida
atrás, su objetivo era servir con caridad y fervor a
Jesucristo en sus imágenes dolientes ayudados en todo
momento por la virgen del Pilar. Aquel gran Hospital,
Casa de los enfermos de la ciudad y del mundo, será
donde María Rafols hará crecer una Congregación que
sólo después de su muerte lograría su expansión.
LOS SITIOS
DE ZARAGOZA
Durante
los dos sitios por los franceses serían la madre Rafols
y las Hermanas llamadas Hermanas de la Caridad, las que
ayudarían a todos los enfermos y pobres. El 3 de Agosto
de 1808, el Hospital queda en ruinas por un bombardeo.
María Rafols será con su tranquilidad, trabajo y
humildad quien iría a pedir de puerta en puerta el
sustento para socorrerlos. Iban en busca de aquellos
dementes incluso al mismo campo francés, arriesgando su
vida en medio de balas. Después de tres sucesivos
traslados en menos de cuatro meses el Hospital de
Nuestra Señora de Gracia queda instalado a finales
de 1808 en el llamado Hospital de Convalecientes.
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Llegará
el segundo sitio mas duro, donde la madre Rafols luchaba
con mas amor por ayudar a sus enfermos. Los alimentos
faltan para todos y no hay a quien pedir limosna. La
madre se arriesgará y presentará al general Lannes
para pedir alimentos y curar a los heridos. El arranque
de Sor María y la delicadeza con que logró despertar
la sensibilidad del caudillo francés salvaron muchas
vidas.
La madre Rafols y los pocos supervivientes de
aquella catástrofe seguirán trabajando después de la
guerra entre penurias y ruinas. Su misión, alimentar a
los prisioneros y enfermos, procurar limosna con alguna
reclamación por parte de la administración del
gobierno intruso de la Caridad y del Hospital.
Zaragoza
concede el título más bello a la madre María Rafols:
Heroína de la Caridad.
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