Onda Cero Zaragoza, 3ª época, programa nº 25
Emitido el 13 de abril de 2007
Interviene Paco Escribano
El museo (radiofónico) de Los Sitios
SALA DEL EBRO
Es habitual oir que Zaragoza vive de espaldas a sus ríos, y de hecho tradicionalmente ha sido así. Este fenómeno también se da en los relatos de Los Sitios, que suelen obviar los hechos que tuvieron como escenario, o incluso como “personaje”, al Ebro o al resto de los cursos de agua que circundan la capital aragonesa (los ríos Gállego, Huerva y Jalón y el Canal Imperial). En este museo no queremos caer en ese olvido, dado el importante papel que desempeñaron en los combates, como obstáculo defensivo y como vía de comunicación logística.
En diversos paneles se explicaría cómo eran esos cursos en 1808, con especial énfasis en el Ebro. Se trataría de comprender cuál era su régimen (muy diferente del actual, tan regulado por los embalses pirenaicos), el aprovechamiento económico que se obtenía de él (como la muy preciada pesca de anguilas o la extracción de sal), su limitado valor como vía de comunicación navegable y las dificultades que planteaba su cruce, pues sólo había puentes en Tudela y Zaragoza, debiendo franquearse en el resto de su curso a través de vados o barcas. En varias vitrinas se presentarían maquetas de las embarcaciones empleadas, utensilios de pescadores y barqueros, documentos sobre la explotación económica, etc.
Otro panel estaría dedicado al Canal Imperial de Aragón, importante obra de ingeniería entonces recién inaugurada y que se convirtió en una vía fundamental para la logística de los franceses, que crearon su base del Segundo Sitio en Alagón, hasta donde llegaban por barcas las municiones y abastecimientos necesarios para mantener el asedio.
En un gran mapa de la cuenca del Ebro se representarían los puntos en los que hubo combates por el control de puntos de paso (puente de Tudela, vados de Utebo, Sobradiel y Santa Isabel), operaciones de paso de los franceses (como los puentes montados en Ranillas, el Huerva y Vadorrey), los cruces en barcas de Lefebvre el 8 de junio en Tudela, de la Division Gazan en Tauste el 15 de diciembre y el de Mortier en Utebo el 23 de enero) y los combates terrestres asociados al Canal como obstáculo (Mallén, Alagón y los puentes del entorno de Zaragoza –La Muela, Casablanca y Torrero-). También tendrían que estar representados los combates “navales” protagonizados por las cañoneras españolas.
La clave del éxito francés en el Segundo Sitio fue el cierre efectivo del bloqueo en ambas márgenes del Ebro, a diferencia de lo ocurrido en el Primero, cuando la escasez de fuerzas sitiadoras en la orilla izquierda permitió la llegada de refuerzos y abastecimientos a los defensores a través del Puente de Piedra. Tal deficiencia fue corregida en diciembre con una mayor acumulación de tropas y con el establecimiento de un puente en el vado de Ranillas y otro en Vadorrey, que permitieron la comunicación entre ambas márgenes. A pesar de que una crecida del río, el 30 de diciembre, arrastró los pontones inicialmente montados, los franceses lo reconstruyeron inmediatamente. Con un diorama podríamos apreciar el trazado del río al cruzar la ciudad, incluso con agua corriente, el Puente de Piedra y el puente francés de Ranillas, en el que podría apreciar el sistema de construcción de los Ingenieros y las fortificaciones que llevaba asociado.
Pero la acción más espectacular de los franceses en el Ebro tuvo lugar aguas arriba de la capital. Fue el paso del mariscal Mortier con la División Suchet en Utebo el 23 de enero de 1809. Ante el peligro que suponían los soldados españoles que se estaban concentrando entre Zuera y la Sierra de Alcubierre, el mariscal Lannes decidió asegurarse la retaguardia antes de lanzar el definitivo asalto a la ciudad. Para ello tuvieron que cruzar nada menos que 8.000 hombres en apenas unas horas a la altura de Utebo, empleando para ello 18 barcas. Una vez consumado el paso, se dirigieron directamente a Perdiguera y Leciñena, derrotando a Perena en el Santuario de Nuestra Señora de Magallón y enviando destacamentos hacia Zuera, Huesca, Sariñena y Mina. El paso del río podría representarse con una recreación informática trididimensional en la que se apreciara la dificultad de tal acción por los acantilados que presenta la margen izquierda en ese punto.
Para contrarrestar la superioridad francesa en tierra, los españoles armaron con cañones dos barcas de transporte de sal (con 20 tripulantes y hasta tres piezas), con las que se realizaron varias acciones como el ataque el 10 de enero a la batería francesa nº 14 (en la desembocadura del Huerva) o el golpe de mano el 15 de enero en el Soto de Mezquita. Estaba previsto un ataque al puente de Ranillas el 30 de enero, pero no pudo llevarse a cabo por una nueva crecida del río. Para ilustrar estas acciones, lo ideal sería contar con una barca como el llaut “El cardenal”, que hace unos años se expuso en la Plaza del Pilar y ahora se pudre a la intemperie en el Monasterio de Rueda, convenientemente artillado.
También habría espacio para los oficiales de la Armada como Mor de Fuentes o Primo de Rivera, que participaron en la defensa, tanto dirigiendo la observación desde la Torre Nueva (para la que eran indispensables sus preciosos y escasísimos catalejos) como mandando baterías.
Exposición “Territorium”
(Ayuntamiento de Monzón)
(Museo de la Torre del Oro, Sevilla)
Y para hacernos una día de cómo era el Ebro en las proximidades de Zaragoza, podríamos ver un cortometraje basado en la curiosa aventura narrada por el francés DAUDEVARD DE FERUSSAC en su Diario histórico de Los Sitios de Zaragoza:
[El 31de diciembre] La única cosa que nos faltaba era sal, y mal podíamos habérnosla procurado, si la naturaleza no hubiera colocado sus abundantes almacenes muy cerca de Zaragoza. Una colina entera de sal gema se levanta en la ribera derecha [izquierda] del Ebro, frente al pueblo de Utebo. En mi calidad de naturalista, el coronel me ha enviado a buscar los pozos practicados para extraerla. Este viajecito, que fue muy penoso, duró veinticuatro horas; por de pronto, no tenía noticia alguna del sitio en que los pozos están. Viendo que no había carretera ni aún sendero practicable en el borde del Ebro, tomamos por las alturas; pronto nos perdimos en las montañas áridas, calcinadas, grisáceas, cubiertas de eflorescencias yesosas, donde las cabañas sin pastores y los corrales sin ganados no nos ofrecían indicio alguno sobre nuestro camino [actual Campo de Maniobras de San Gregorio]. Además de esto, el temor de ser atacados por los bandidos nos atormentaba. Resolvimos descender de nuevo hacia el Ebro, lo que hicimos a riesgo de rompernos la cabeza; porque estas montañas, bastante altas, están cortadas a pico por la parte del río. Anduvimos desde las seis y estábamos ya un poco desalentados […] resolví desafiar a mi vez el puñal de los españoles y arrostrar el peligro de los precipicios. Una hora después de esta valiente resolución, descubríamos una casita aislada y un gran agujero en el costado de la montaña: era el objeto de nuestro viaje.
La gruta de entrada, muy pequeña, daba paso a una larga galería que no pudimos recorrer por falta de antorchas. Esta mina parecía estar en explotación desde muy antiguo, lo que me recordó el nombre de Salduba que tenía el lugar sobre el que se levantó Cesarea Augusta. El transporte de sal se hace, a no dudar, por el Ebro, pues se ve frente a la casa una pequeña playa, y por otra parte, no se llega por tierra a los pozos, sin vencer grandes dificultades [..] No pudimos volver al campamento hasta el día siguiente, algo tarde; ya se nos creía, por lo menos, apuñalados, y nuestra llegada causó gran alegría a todo el regimiento; hacía tres días que nuestros soldados no habían podido echar sal en la sopa y era esta para ellos la privación más enojosa.
Nuestro XXI Premio lleva por título “El Ebro en los Sitios de Zaragoza”. Puede leerlo completo en DESCARGA DEL XXI PREMIO
Y se ha localizado la ubicación de los puentes franceses y algunas fortificaciones del Canal.
Puede leer los artículos en «LOCALIZADOS LOS PUENTES FRANCESES»
Se observa el destrozo en la primera arcada.