Nuestros pueblos esconden rincones que han sido testigos vivos del pasado pero muchas veces resultan desconocidos para los que en ellos habitamos. Desde la Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza” proponíamos el pasado octubre un paseo por calles y plazuelas del barrio de la Magdalena de Zaragoza, convertidas hace doscientos años en escenario de cruentos combates. Este mes ofrecemos la posibilidad de conocer un poco más de nuestra Historia desplazándonos hasta Alagón. Municipio situado a sólo 24 kilómetros de la capital, en la confluencia de los ríos Ebro y Jalón, en aquellos meses de 1808 y 1809 fue sucesivamente campo de batalla, puesto de mando francés, centro logístico, hospital y, por último, cementerio de un considerable número de franceses e hispanos. Al mismo tiempo aprovecharemos para conocer un poco más este pueblo de casi 6.000 habitantes y en el que se aprecia un dinamismo económico relevante, en parte debido a la actividad de General Motors.
El viajero que vaya a Alagón desde Zaragoza por la Autovía de Logroño podrá imaginar la nube de polvo que levantaban los casi siete mil hombres reclutados y encuadrados precipitadamente por Palafox, y con los que pretendía establecer una última línea antes de que los franceses llegaran a la capital. Era la madrugada y la mañana del 14 de Junio de 1808. Parece increíble que esos hombres, la mayor parte de los cuales apenas había manejado un arma, pudiesen estar decididos a enfrentarse con unas tropas cuyo número ignoraban, pero que sabían eran disciplinadas y temidas en toda Europa. Abandonamos la autovía a la altura del km. 263 para entrar al pueblo. Los campos que dejamos a la izquierda fueron escenario de la batalla, ya que las tropas francesas llegaban por el Puente de Pamplona, situado junto a la Gasolinera de Miravegas. Mientras fijaban a los españoles desde este puente, los franceses envolvían por dos direcciones: una por el camino de Cabañas y otra por el de Grisén hacia el puente sobre el Jalón, quedando el pueblo cerrado en una tenaza. Este despliegue y el rumor de que Palafox había sido herido provocaron la confusión entre los defensores, aprovechada por los franceses para ocupar el pueblo. Fue saqueado y el general Lefebvre les dijo a los prisioneros capturados “que habría de entrar en Zaragoza a pesar de los 30.000 idiotas que querían oponerse a los esfuerzos de sus tropas aguerridas”. Aquella noche Lefebvre durmió en esta localidad, pensando que al día siguiente entraría en Zaragoza, para celebrar allí el Corpus el día 16.
En la glorieta de entrada al pueblo tomamos la carretera a Remolinos y a 600 metros encontramos la Avenida de la Portalada, frente al Instituto y Colegio de Nuestra Señora del Castillo. Éste es dirigido por religiosas de la Congregación de Hermanas de Santa Ana, cuya fundadora fue la Madre María Ráfols, reconocida como Heroína de los Sitios por su espíritu de sacrificio, servicio y entrega. Aquí se libró un duro enfrentamiento con uno de los brazos del ejército francés que llegaba por el camino de Cabañas. Recorremos este lugar, que se convirtió en cementerio para numerosos franceses, y pronto llegamos a la Iglesia de San Juan. Antiguo convento de los Agustinos Descalzos fue abandonado tras la Desamortización, hasta que en 1875 se hicieron cargo de ella los misioneros del Corazón de María. Durante Los Sitios fue empleado por los franceses como hospital. Según cuentan las crónicas, las condiciones higiénicas eran pésimas, lo que unido a las heridas de los enfermos y la epidemia de tifus que se desató en la región después de la Batalla de Tudela, hizo que el número diario de muertos fuera muy elevado. Se dice que los enfermos que fallecían eran arrojados desnudos por las ventanas, cayendo uno sobre otro “como si fueran sacos de grano”.
Enfrente de la iglesia se encuentran unas escaleras que nos llevan a la Ermita del Castillo. Situada en la parte más alta de la población, es fácil imaginar que los defensores emplearían esta plaza para dirigir la defensa. Es un lugar cargado de historia y leyendas en torno a sus pasadizos subterráneos. A su alrededor se ubicó el más antiguo asentamiento humano conocido, la ciudad ibérica de “Alaun”. En ella se acuñó moneda con inscripciones en alfabeto ibero y se sabe que mantuvo conflictos con “Salduie” por problemas de riego, resueltos por la sentencia del famoso Bronce de Contrebia Belaisca, guardado en el museo de Zaragoza. En la ermita se guarda la imagen de tradición románica de la Virgen del Castillo (fechada hacia el 1300), patrona de la localidad, cuya festividad se celebra el 8 de Septiembre.
Desde esta plaza se aprecia la inclinación de la magnífica torre mudéjar de la Iglesia Parroquial de San Pedro. Nos acercamos a ella y alzamos levemente la mirada. Admiramos su bien conservado estilo mudéjar aragonés del siglo XIV, con bellísimas tracerías y un campanario que posiblemente sea el antiguo alminar de la Mezquita. Además, esta torre fue un testigo vivo de la Batalla de Alagón pues su elevación le permitió a Palafox dominar desde allí todo el campo y así poder ubicar a sus soldados. Esto fue observado por el enemigo que disparó, posiblemente desde el Puente del Jalón, un proyectil cuyo impacto puede apreciarse hoy en día.
Desde aquí bajaremos hasta la Plaza de la Alhóndiga. Todavía hay en ella un extraño rumor de mercaderes, gentes y culturas que nos hablan de siglos pasados. Entramos en la Plaza de San Antonio, poco a poco el entorno mudéjar va quedando atrás. Ahora se nos ofrece uno de los conjuntos histórico – artísticos más importantes que hay en Alagón: La Iglesia de San Antonio y el antiguo Colegio de la Compañía de Jesús rehabilitado para Casa de Cultura. Fue utilizado como Hospital y Cuartel General de los franceses después de que, el 30 de noviembre, una avanzada del tercer Cuerpo de Ejército, al mando del mariscal Moncey, se asomara por Casablanca, Torrero y San Lamberto, y decidieran replegarse hasta Alagón, que quedó convertida en base de operaciones del ejército francés. Su cercanía a Zaragoza, sus buenas comunicaciones y el hecho de poder disponer de un canal navegable por el que podían transportar tropas, armamento y alimentos fueron factores más que suficientes para preparar desde aquí el segundo asedio a Zaragoza.
Hasta aquí hemos recuperado la Historia. Ahora les invitamos a que paseen por sus calles y se acojan a la hospitalidad de sus gentes. Hay que caminar por las calles que están detrás de la Iglesia de San Antonio para conocer el barrio judío; recorrer la calle de las Damas con sus hermosas casonas y alguna advertencia delatora de la procedencia de su nombre (“Mira pecador cual vives, porque de la misma suerte que es la vida, así es la muerte”); ir por la calle de la Jota aragonesa y admirar las fachadas y aleros de antiguos palacios renacentistas; aprovechar para degustar las típicas “tortillas de Alagón”. Y para terminar les aconsejamos que se desplacen al paraje de El Caracol, un entorno dieciochesco enmarcado por las Murallas del Canal Imperial, la amena chopera y el recuerdo al ilustrado Ramón Pignatelli.