ASOCIACIÓN CULTURAL LOS SITIOS DE ZARAGOZA

Salvada la corta y estrecha calle del Temple, desembocamos en la Plaza de San Felipe, donde un día se alzara la desafortunada Torre Nueva, que habiendo resistido los embates napoleónicos (y aún otros desde 1504 en que se inauguró) fue derribada, con gran controversia por cierto, en 1892.

Una sencilla -oscura, más bien- placa en el suelo, señaló (durante años), el que fue su emplazamiento. Obras recientes demostraron que allí debajo dormían aún los cimientos que sustentaron sus más de ochenta metros de altura. Sobre ellos se edificó un extraño memorial derribado ya en nuestro siglo XXI por orden judicial.
El Torreón Fortea a su lado, ha tenido mejor suerte, a pesar de que el tiempo -y el abandono- no son enemigos fáciles de vencer. Por fortuna, las recientes obras de consolidación han alejado el peligro.

Sobre el cometido de la Torre Nueva mientras duraron los asedios, nos ilustra el bando publicado por el Marqués de Lazán con fecha 1 de julio de 1808. En efecto, previendo que la táctica del ejército sitiador iba a ser la demolición sistemática, pues habían terminado ya de instalar (el mismo 30de junio) todo el formidable aparato artillero queles había ido llegando sucesivamente desde Pamplona, se trató de prevenir a la población:

La Suprema Junta, siempre ocupada en la salud de la Patria y atenta a evitar a este pueblo todas las desgracias posibles, en el caso de que nuestro enemigo tratara de arrojar sobre la Ciudad granadas o bombas, ha dispuesto poner blindajes en los pasajes públicos en que puedan guarecerse los vecinos y moradores, que serán avisados por la campana de la Torre Nueva, que dará dos toques siempre que salga una bomba de la batería colocada a espaldas del Castillo, y por un golpe sólo si es desde el monte Torrero…

Y así vino funcionando el sistema de avisos. Además, desde tan magnífica atalaya se podían prevenir los puntos de mayor agobio y tras el toque a rebato indicador de la alarma, podían distraerse tropas de refresco de otros lugares menos amenazados, y cubrir la emergencia. En la acción del 2 de julio sobre el Portillo (aquella en la que acabaría interviniendo Agustina de Aragón), fue decisiva la rapidez de respuesta, sólo posible gracias al instantáneo apercibimiento del enorme peligro por los vigías de la Torre Nueva.

Un triste cometido postrero estaba aún destinado a la torre: servir de soporte a la bandera blanca de la rendición. El 20 de febrero, rotas las defensas, agotados los recursos y los hombres, y con Palafox de tal modo enfermo que había delegado las facultades de gobierno en la junta, ésta convenida en los Puntos más conformes a la Religión, al honor de esta Ciudad y a su benemérito vecindario, hizo poner -cuenta Casamayor- la bandera parlamentaria en la Torre Nueva, con cuya novedad cesó inmediatamente aquel fuego tan infernal y furioso (CASAMAYOR Y ZEBALLOS, F. Diario de Los Sitios de Zaragoza. Ed. Comuniter, Zaragoza, 2000, p.177).

En la Iglesia de San Felipe descansan los restos de la Condesa de Bureta. Así puede leerse en la placa homenaje colocada a la izquierda del Altar Mayor, con ocasión del 1er. Centenario:

D.O.M. / A la Ilma. Sra. / Dª MARÍA CONSOLACIÓN DE AZLOR Y VILLAVICENCIO / Condesa de Bureta / Heroína insigne de la Caridad / Defensora de Zaragoza en los asedios / memorables de 1808 y 1809. / Murió en Zaragoza el 2 de Diciembre de 1814. / Fue en este sagrado templo sepultada. / Los Condes de Bureta / D. ANTONIO DE FRANCIA / LOPEZ DE HEREDIA / Y Dª MARÍA JOSEFA DE ENA / VALENZUELA. / O y D en honor de su egregia antecesora / MCMIX / D.E.P. 

Sobre el lugar exacto del enterramiento existen dudas. De hecho, no consta en ninguna parte detalle alguno sobre el particular, fuera de la alusión grabada en la placa conmemorativa. Sin embargo, en las reformas de ciertas partes del suelo que se efectuaron hace pocos años, se descubrieron unos restos a la izquierda del Altar Mayor, bajo el atril del Evangelio, que se supone correspondan a la heroína de los Sitios.

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