Desde la media noche tuvo lugar la marcha de la salida de las tropas francesas, que duró hasta las diez de la mañana, saliendo todas por la puerta del Ángel en número de más de 16.000 hombres, todos formados con sus músicas y acompañamiento. Quedó el pueblo muy contento de verlos tomar el camino por los muchos daños que han hecho en las casas donde han estado alojados, cuyo perjuicio es increíble.
En medio de esta tropa salió nuestro antiguo obispo auxiliar, don fray Miguel de Santander, el capuchino tan famoso en otro tiempo, ahora gobernador eclesiástico de Aragón y obispo de Huesca, arzobispo de Sevilla y gran banda de la real orden de España por el gobierno intruso. Aunque se creía saldrían muchos de los que días antes habían llegado de Madrid, no salieron ni aun la cuarta parte, y los más nombrados fueron los Excelentísimos señores don Juan Antonio Llorente, comisario general de cruzada, tan conocido durante este gobierno, don Pedro Mora y Lamas, corregidor que fue de Madrid, don Manuel María Cambronero, oidor de Valladolid y consejero de Hacienda, y don Manuel Sixto Espinosa, contador general de millones y honorario del Consejo de Estado, así como algunos otros personajes afectos todos de su gobierno, quedándose los demás para otro convoy. Salieron además algunas familias de particulares, entre ellas las del famoso, cuanto conocido comerciante de esta ciudad, don Pedro Lapuyade, director general de Bienes Nacionales y del Canal Imperial de Aragón.
A cosa de las doce entró la división del coronel Colbert, con los dos regimientos número 10, 81 y el 12 de húsares, que venía de Almudévar. De orden del general París quedó acampada fuera de la ciudad hasta la salida del convoy, para no aumentar la necesidad de alimentos, en lo que hizo el general París otro nuevo favor a Zaragoza, por cuyos beneficios pasó el Ayuntamiento a darle las gracias personalmente.