ASOCIACIÓN CULTURAL LOS SITIOS DE ZARAGOZA

Por Luis Sorando

Esqueleto de un niño, con restos de un chacó y correajes

Hace ahora 20 años, en marzo de 1986, y en el curso de las excavaciones arqueológicas que se realizaban en la iglesia de San Martín del castillo de la Aljafería, previas a su transformación en biblioteca de las Cortes de Aragón, aparecieron bajo su pavimento un elevado número de cadáveres, así como una losa que resultó ser la clave y entrada de una olvidada cripta, en la cual aparecieron mas muertos, y lo que es más espectacular: los restos de varios chacós, o morriones, de los usados por los soldados de Napoleón durante la guerra de la Independencia.

La prensa publicó la noticia con grandes titulares: “Aparecen restos de cadáveres de soldados franceses bajo la iglesia de San Martín en la Aljafería”, y todo hacía presagiar la inmediata restauración de las piezas para su exhibición en el Museo de la ciudad, o mejor aún, en el soñado Museo de los Sitios, así como la dignificación y reinhumación de los restos una vez hubiesen sido debidamente estudiados.

 La embajada de Francia mostró un gran interés en este asunto, llegándose a hablar de la celebración de un homenaje conjunto en honor de los caídos tanto franceses como españoles y de la colocación de una placa en su memoria, pero la excavación se prolongó por otros 6 ó 7 meses, después de los cuales….nada más se supo.

 En noviembre de 1992 el Heraldo de Aragón, lamentándose del estado de abandono en el que entonces se hallaba el castillo decía: “En otra de las dependencias se almacenan, sin ningún orden ni concierto, en decenas de cajas de cartón, bolsas de plástico o simplemente en el suelo, restos humanos que aparecieron cuando se realizaron las obras para acondicionar la biblioteca de las Cortes…”, pero después nuevamente el silencio. 

Años después, indagando por el paradero de todo este material, supe que todos los huesos habían sido enviados para su estudio al catedrático de antropología de la Universidad Complutense de Madrid, Profesor Reverte, el cual, tras seleccionar para su museo aquellos que le parecieron más interesantes [1], devolvió todos los restantes al Museo Provincial de Zaragoza, en cuyos almacenes siguen hoy olvidados junto a los restos de sus uniformes.

Y surge así la siguiente pregunta: ¿no sería ahora, en vísperas del Bicentenario de los Sitios, un buen momento para recuperar este asunto, restaurar las piezas para su exhibición, y honrar por fin a estos caídos, simbolizando en ellos a todos los muertos anónimos de uno y otro bando, que por fin y después de 200 años podrían descansar juntos y en paz en una Europa unida y libre de guerras?.

Ahí queda el reto para nuestras autoridades, que seguro sabrán recogerlo, máxime cuando como ahora veremos que algunos de estos muertos han dejado de ser anónimos.

La prensa publicó la noticia con grandes titulares: “Aparecen restos de cadáveres de soldados franceses bajo la iglesia de San Martín en la Aljafería”, y todo hacía presagiar la inmediata restauración de las piezas para su exhibición en el Museo de la ciudad, o mejor aún, en el soñado Museo de los Sitios, así como la dignificación y reinhumación de los restos una vez hubiesen sido debidamente estudiados.

La embajada de Francia mostró un gran interés en este asunto, llegándose a hablar de la celebración de un homenaje conjunto en honor de los caídos tanto franceses como españoles y de la colocación de una placa en su memoria, pero la excavación se prolongó por otros 6 ó 7 meses, después de los cuales….nada más se supo.

En noviembre de 1992 el Heraldo de Aragón, lamentándose del estado de abandono en el que entonces se hallaba el castillo decía: “En otra de las dependencias se almacenan, sin ningún orden ni concierto, en decenas de cajas de cartón, bolsas de plástico o simplemente en el suelo, restos humanos que aparecieron cuando se realizaron las obras para acondicionar la biblioteca de las Cortes…”, pero después nuevamente el silencio. 

Años después, indagando por el paradero de todo este material, supe que todos los huesos habían sido enviados para su estudio al catedrático de antropología de la Universidad Complutense de Madrid, Profesor Reverte, el cual, tras seleccionar para su museo aquellos que le parecieron más interesantes [1], devolvió todos los restantes al Museo Provincial de Zaragoza, en cuyos almacenes siguen hoy olvidados junto a los restos de sus uniformes.

Y surge así la siguiente pregunta: ¿no sería ahora, en vísperas del Bicentenario de los Sitios, un buen momento para recuperar este asunto, restaurar las piezas para su exhibición, y honrar por fin a estos caídos, simbolizando en ellos a todos los muertos anónimos de uno y otro bando, que por fin y después de 200 años podrían descansar juntos y en paz en una Europa unida y libre de guerras?.

Ahí queda el reto para nuestras autoridades, que seguro sabrán recogerlo, máxime cuando como ahora veremos que algunos de estos muertos han dejado de ser anónimos.

¿Cuantos y quienes son estos muertos?

Según el antropólogo Ignacio Lorenzo, que es quien se encargó de la extracción de los restos, en la iglesia llegó a sumar 182 individuos, de los que 27 eran niños, y en la cripta, o linterna, otros 15 adultos y 11 niños. No obstante, teniendo en cuenta su mala conservación y el amontonamiento de buena parte de ellos, parece fuera de duda que su número real debió ser algo mayor.

No obstante, y gracias al reciente hallazgo de los libros parroquiales de esta iglesia castrense [2], hoy sabemos que sólo una parte de los restos corresponden a la época de la Guerra de Independencia, ya que en sus hojas se registran enterramientos desde al menos 1587 y hasta 1832. Igualmente sabemos que además existió un pequeño cementerio, o fosal del castillo, hoy olvidado pero situado extramuros del mismo, en el actual punto de arranque de la autopista..

Según las anotaciones de sus regentes, los agustinos descalzos Fray Josef de Santa Constancia y Fray Serafín Vidal de la Virgen de Gracia, los enterrados en el castillo durante los Sitios fueron los siguientes:

Defensores del castillo, todos enterrados en la iglesia: Manuel Lázaro, de la 2ª Compañía de Cerezo (1-VII-1808); Pasqual Fortea, de la 1ª de Cerezo (2-VII); Josef Sebastián (7-VII); Simón Baquero, de la 3ª de Cerezo (4-VIII) y Miguel Miralles, del Batallón de Fernando VII (11-VI ).

Prisioneros franceses, tanto civiles como militares: En la iglesia: Beltrán Estup (4-VIII-1808); Andrés Gras (1-X); Cándido Permanero (7-X) y Pedro Labadens (18-II-1809). 

En la cripta: Domingo Penar (13-VIII) y Matheo Pichón (24-VIII).

En el fosal: Maturino Noret, nacido en 1747 y fusilero del 88º de línea (4-XI-1808); Bautista Lavayra (27-XI); Pedro Eves (28-XI); Juan Carrera (30-XI); Silvestre Castel (2-XII); Pedro Ories (2-XII); Pablo Casaus (5-XII); Juan Soler (8-XII) y Pedro Lafarga (17-XII). 

Parroquianos: en la iglesia: Francisco Durán (25-OX-1808); Ignacia Nadal, de 6 años (9-X); Manuel Marco, guarda-almacén (14-II-1809)

Preso español: en el fosal: Francisco Navarrete (30-X-1808).

Igualmente se nos informa de la celebración entre ambos Sitios del bautizo de una niña, llamada Margarita, hija de Carlos Calderón y María Arenas (25-VIII), y de la boda de Pascual Martínez, viudo, cabo de la 2ª compañía del 2º Voluntarios de Aragón, con la viuda Bárbara Pérez. Viuda, ejerciendo de sacerdote Cristóbal de Josef, “por estar el otro enfermo”(6-X).

Parece ser que los franceses, durante su dominio (1809-1813), cumplieron sus prescripciones sanitarias, según las cuales quedó prohibido el seguir realizando enterramientos en el interior de los templos, pero está claro que esta norma tuvo excepciones, pues los libros registran el enterramiento en el fosal de Juana Moren, esposa de Zenon Sevil, cirujano titular del castillo (14-III-1809), y Casamayor en su famoso Diario nos cuenta cómo el 9 de marzo murió el desgraciado y depuesto Capitán General Guillelmi, siendo enterrado “en la iglesia de San Martin de dicho Castillo, pero sin ceremonia ni aparato».

Sin embargo, el final de su dominio estuvo marcado por un breve asedio en el que una pequeña guarnición francesa de unos 400 hombres, mandada por Roquemont, resistió, desde el 10 de julio de 1813 hasta el 3 de agosto, el asedio al que fueron sometidas en el castillo por las tropas de Espoz y Mina.

En el curso de esta resistencia sabemos que al menos murieron unos diez enfermos y heridos de los más de 200 que de muy diversos cuerpos habían quedado allí refugiados al amparo de su guarnición, así como 1 oficial y 7 artilleros, éstos en una explosión registrada el 2 de agosto, siendo lógico que, dado el cerco al que se hallaban sometidos, fuesen sepultados en la capilla, y que por tanto sus restos sean unos de los hallados en las excavaciones.

Algunas notas sobre los materiales hallados

No podemos aquí, por motivos de espacio, dar una relación detallada de todas las piezas, pero sí resaltar aquellas que considero más importantes, y que son las siguientes: 

  • Restos de unos 8 chacós franceses del modelo 1806, 2 de ellos con el cuerpo de cuero y los demás de fieltro, con tan sólo 2 escarapelas y 4 placas de identificación, pertenecientes a 3 regimientos de infantería francesa: el 16º, el 75º, y el 23º de línea (esta última en concreto de su compañía de Voltigeurs), y al 1 er Rgto. de Infantería Italiana, que sirvió bajo las filas imperiales, pues no olvidemos que Napoleón era Emperador de Francia, y Rey de Italia. Esta placa tiene un interés muy especial, por tratarse de la única conocida

  • Restos de un chacó infantil «de capricho», con carrilleras de línea francesa y placa con las iniciales DV rodeadas de trofeos, y que al parecer procede de un cartucherín del Estado Mayor de algún General.
  • Restos de una casaca de oficial del Batallón de Cazadores del General del 1 er. Ejército.
  • Granada bordada de los faldones de una casaca.
  • Una solapa azul con ojales y vivos rojos de una unidad sin identificar.
  • Restos de una charretera de hombro derecho, con pareja de números para el cuello y cuatro lises para los extremos de los faldones, todo parece procedente de la misma casaca.
  • Un tesorillo de 16 monedas de plata, entre 1717 y 1741, y otras 30 de cobre, la más antigua de Carlos II y la más moderna de José I.
  • Zapatos de hebilla, botas de caballería, crucifijos, rosarios, medallas religiosas, pendientes de filigrana, 1 pequeña bala de cañón, botones con una lis, con un nº 3, etc, etc…

Y vuelve a mi mente la pregunta. ¿Seremos capaces, en este año de la Memoria Histórica, de honrar también a estos muertos, máxime en vísperas del Bicentenario de Los Sitios?.

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[1]. En la página web de este macabro museo: http://www.ucm.es/info/museoafc/home.html , podemos ver la foto de una “ momia de niña de la Aljafería”. Lamentablemente desconozco quién, y en base a qué normas, obsequió a dicho antropólogo esos restos mortales, propiedad de nuestras instituciones y por lo tanto de todos los aragoneses.

[2]. En el Archivo del Vicariato Castrense (Madrid), prácticamente ignorado por los investigadores, pero que guarda los libros parroquiales de todas las iglesias que han tenido relación con el Ejército, permitiendo completar multitud de genealogías que hasta hoy quedaban interrumpidas.

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